Máquinas que nos vigilan: el apartheid biométrico
Primera parte de la serie "Israel: Inteligencia Artificial vs. la Humanidad"
“Máquinas que nos vigilan: el apartheid biométrico” es la primera parte de la serie “Israel: Inteligencia Artificial vs. la Humanidad”.
Las siguientes son:
2. Máquinas que nos matan: robots asesinos (haz clic aquí)
3. Máquinas que deciden matarnos: el evangelio criminal (haz clic aquí)
4. Máquinas que deciden matarnos: muerte lavanda (haz clic aquí)
5. Expo-Gaza: feria y laboratorio con gente real (haz clic aquí)
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Serie Israel: Inteligencia Artificial vs. la Humanidad
Las predicciones más apocalípticas y polémicas sobre la Inteligencia Artificial (IA) adelantan un futuro de terminators, en el que lo creado se vuelve contra su creador. Pero otros han estado alertando de algo mucho más próximo y verificable: el uso criminal de la IA por seres humanos en contra de seres humanos.
El argumento a favor del empleo bélico de la IA es que la precisión y la rapidez que permitirá ganar redundarán en beneficios directos para la población civil, porque la nueva tecnología permitiría identificar, localizar y distinguir al enemigo más velozmente, reduciendo las confusiones y las bajas colaterales, y acelerando la terminación de los conflictos.
Gaza nos muestra lo contrario: no se había visto en este siglo una matanza tan grande, indiscriminada y apresurada de inocentes, sobre todo niños y mujeres (el 72% de 35 mil 250 muertos, más 79 mil 200 heridos y 10 mil desaparecidos, al 15 de mayo), sin que haya final a la vista.
Todavía más grave es que el ejército de Israel ha llegado, por primera vez en el mundo hasta donde sabemos, a una situación prevista y temida: que las máquinas alcancen un grado de autonomía tal que determinen si una persona debe ser asesinado, con un margen de intervención humana tan reducido que en los hechos resulta irrelevante.
Israel nos ha arrojado a la época de los robots asesinos.
Todo ello, por supuesto, en abierta violación de los derechos humanos, la legislación internacional y el más elemental sentido de la ética.
En esta serie de Mundo Abierto, informaremos a nuestra audiencia sobre las distintas aplicaciones que está haciendo Israel de la Inteligencia Artificial para acosar, someter y exterminar al pueblo palestino o a parte de él, en lo que ya es considerado como un genocidio en marcha.
Examinaremos los instrumentos de vigilancia y control de masas, el armamento llamado “inteligente” y, al final, los sistemas de producción de objetivos en los que los algoritmos desarrollados por ingenieros son interpretados por las máquinas para decidir autónomamente quién puede vivir y quiénes deben morir, con un filtro humano tan ínfimo que no es más que una formalidad.
(Más adelante, dedicaremos espacio también a los modelos de espionaje digital).
Cerraremos la serie con una perspectiva sobre Expo-Gaza, el uso de los ataques contra gente viva en la Franja como vitrina de demostración de la eficacia de los nuevos ingenios mortíferos de las empresas estadounidenses e israelíes, grandes y pequeñas, para impresionar a los compradores.
Esto último debería servirnos como advertencia general: lo que está haciendo Israel en Gaza desde lo que ese ejército definió como la primera guerra de IA de la historia, la de 2021 -cuya intensidad fue muchísimo menor que la de ahora-, es un anticipo de lo que podemos esperar en otros escenarios de conflicto en el mundo.
Alguien podría comparar todo esto con la tecnología bélica nuclear, que inicialmente fue exclusiva de Estados Unidos pero en pocos años ya era poseída por otros cuatro países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, y luego por otros cuatro, desde los gigantes India y Pakistán hasta los minúsculos Israel y Corea del Norte.
Hay una diferencia fundamental, sin embargo: las exigencias de la industria nuclear no son solo de conocimientos tecnológicos, sino de personal calificado, infraestructuras, insumos y seguridad, tan grandes que, a 82 años del inicio del Proyecto Manhattan, sigue siendo privilegio de Estados capaces de invertir inmensos recursos en ella y dispuestos a hacerlo.
La IA puede ser desarrollada en garages, por start-ups, como las que incuba el Ministerio de Defensa de Israel. Y será cada vez más barata y accesible.
Pese a la pequeñez de su territorio, el apoyo financiero de Estados Unidos y Europa ha convertido a Israel en uno de los mayores exportadores de armas y de sistemas de espionaje del mundo, y sus clientes son casi cualquiera (solo excluye a sus enemigos directos), desde los gobiernos autodenominados liberales y democráticos hasta los regímenes autoritarios más brutales.
La devastadora tragedia que sufre el pueblo palestino podrá ser replicada una y otra vez, en sus enormes dimensiones y también en otras más pequeñas o en microámbitos, por Estados o por empresas y otros grupos. Es anticipo y amenaza para toda la humanidad.
Israel está haciendo un uso no solo criminal, sino genocida, de la Inteligencia Artificial, lo que nos hace ver las consecuencias de dejar que sean los Estados los que regulen las nuevas tecnologías. Así como el primer ministro Netanyahu asegura que protege los derechos humanos, lo dirán otros, sin tomarse el cuidado de lavarse las manos ensangrentadas. No hay proyectos en marcha para crear marcos éticos y legales para la IA dentro de la legislación internacional. Menos aún, mecanismos para garantizar que sea acatada.
Pero esa debe ser la ruta: después de detener el genocidio, demostrar que la ley internacional puede ser impuesta, llamando a cuentas a Israel como Estado y a sus líderes como delincuentes, y desarrollar la normatividad legal que nos ofrezca protección ante el abuso humano de la IA.
No podemos seguir teniendo más miedo de una ficción de los años 80, Terminator, que de los asesinos de seres humanos de siempre: los seres humanos.
1. EL APARTHEID BIOMÉTRICO
Antes del 7 de octubre, Hebrón era la segunda población palestina. Tras la invasión israelí que arrasó con Ciudad de Gaza, es la primera. Está en Cisjordania e Israel está arrancándosela a sus residentes palestinos, casa por casa.
A partir de 1968 -el año siguiente de la guerra de los seis días que dio inicio a la ocupación-, un grupo de judíos extremistas ha ido apropiándose de inmuebles, avanzando hacia el centro urbano (como se aprecia en el mapa de abajo, por la forma en que el área verde entra en la naranja).
Cada usurpación provoca nuevos roces, y con el pretexto de evitarlos, dándole por supuesto prioridad absoluta a la seguridad de los israelíes, el ejército la ha dividido en dos secciones, H1, donde viven unos 160 mil palestinos, y H2, bajo severo control militar sobre unos 50 mil palestinos (que tienen prohibido acercarse a ciertas calles, aunque tengan propiedades en ellas) y privilegios para unos 500 u 800 colonos judíos.
Entre ambos sectores, funciona un sistema cuasi-fronterizo en el que, como en tantos otros sitios similares en Cisjordania, los que quieren atravesarlo deben someterse al escrutinio de los soldados.
Lo crucé sin problemas en 2010 y en 2011 pero en noviembre de 2023, el paso de Bab al Zawiya, el más importante, transitado por miles de personas cada día, estaba cerrado a causa del conflicto en marcha. Me acerqué y pareció desierto, como muestro en esta grabación, aunque después descubrí que sí había soldados adentro cuando uno de ellos me apuntó con su fusil y después intentó detenerme.
Eso quedó registrado hacia el minuto 7:15 de este video.
Por suerte, unos desconocidos me ayudaron a esconderme. Conté el incidente completo en este video.
Había recorrido varios accesos, pero todos estaban cerrados, lo que trastornó la vida en Hebrón. El único que estaba abierto permitía exclusivamente entrar a la parte musulmana de la Mezquita de Ibrahim o Cueva de los Patriarcas, un sitio que consideran sagrado. Imposible pasar a H2.
Lo curioso es que la chica y el chico que lo controlaban, y que por su edad parecían hacer el servicio militar, solo verificaron que llevara conmigo el pasaporte. No lo revisaron porque ya estaban al tanto de quién era y de mi nacionalidad. Las cámaras en algún punto -podía haber sido allí mismo pero también en los pasillos de la Ciudad Vieja, en H1- habían captado mi imagen, el sistema la había procesado y en sus pantallas debían estar ya todos mis datos.
El lobo rojo me había devorado.
El apartheid biométrico
Israel ha implementado un sistema de inteligencia artificial para controlar identidades y restringir los movimientos de la población palestina en los territorios ocupados, según ha denunciado Amnistía Internacional.
Mediante dos programas complementarios, denominados Red Wolf y Blue Wolf, escanea los rostros de millones de personas sin su conocimiento y almacena sus detalles en una base de datos, tan extensa que se pretende que alcance a la totalidad de los residentes.
Aunque el gobierno de Israel rechaza tajantemente el uso del concepto “Apartheid” (el sistema de separación y discriminación del gobierno racista blanco de Sudáfrica que cayó en 1994, como explicamos en Mundo Abierto) para referirse al régimen que impone sobre los palestinos, el diario israelí Haaretz consignó en un editorial institucional que “no hay otra forma de describir este sistema que como un apartheid biométrico”.
“Registran los movimientos de todas las personas y sin duda saben quién eres y dónde te alojas”, me explicó un habitante de Hebrón que me pidió mantener su identidad en reserva. “Tú también estás en Red Wolf”.
Coloquialmente, Blue Wolf es llamado el “Facebook para Palestinos”. Los soldados los fotografían con sus celulares para incorporarlos a la base de datos. No solo a ellos: también a activistas israelíes y periodistas extranjeros.
Según Issa Amro, un activista local ya bien conocido por las autoridades israelíes, los palestinos de Hebrón se han convertido en “objetos de experimentación”, y la ciudad, en “un laboratorio para sus empresas de soluciones de seguridad que hacen simulaciones con nosotros, nos usan para detectar fallos y luego venden sus tecnologías”.
Red Wolf y Blue Wolf pueden estar ya siendo ofrecidos a la venta. Compañías israelíes colocan este tipo de productos y servicios en todo el mundo, incluso a gobiernos conocidos por usarlos en actividades represivas. Como NSO Group, la fabricante de Pegasus, el sistema de espionaje digital empleado en México contra periodistas y defensores de derechos humanos.
Sin embargo, el enorme fallo de seguridad por el que la milicia Hamás logró planear e implementar la sangrienta ofensiva del 7 de octubre, que no pudo ser detectada ni prevenida a pesar del despliegue de espionaje israelí, ha puesto en cuestión el prestigio de sus tecnologías y las empresas se ven en la necesidad de buscar formas de recuperar la confianza.
Vigilancia supercargada
Con base en la información que arroje el sistema, una persona puede ser arrestada, interrogada o se le puede negar el paso. Pero también puede haber otras consecuencias, como que no se le conceda un permiso de trabajo.
Al Blue Wolf le llaman a modo de broma “Facebook para Palestinos”. Con sus celulares, los soldados fotografían a la gente y suben el material a una base de datos.
Según “Rompiendo el Silencio” (Shovrim Shtika), una organización formada por ex militares israelíes que se oponen a la ocupación, las unidades del ejército compiten entre sí para reunir más imágenes y recibir premios semanales.
Red Wolf es una versión más sofisticada e intrusiva: miles de cámaras de vigilancia de alta resolución alimentan un sistema de reconocimiento facial que instantáneamente les asigna a las personas un código de color, por el que se avisa a los soldados qué tipo de comportamiento deben tener hacia ellas.
Rompiendo el Silencio obtuvo el testimonio de un soldado que explicó que en un punto de control puede haber de 10 a 15 cámaras registrando a cada persona: “Red Wolf capta su rostro antes de que entre y te la muestra en la computadora. Si es alguien que ha estado pasando, la computadora la reconoce. Toma fotos de cada persona que pasa. Y tú como soldado, como comandante, parado ahí, puedes comparar la cara con las identificaciones oficiales hasta que el sistema aprenda a reconocerla”.
Esta infraestructura no está colocada solamente en los checkpoints. También en las calles de los barrios palestinos de Jerusalén Este, informó el Washington Post. Miles de cámaras, fabricadas por la compañía china Hikvision y por la holandesa TKH Security Solutions, han sido colocadas en espacios públicos.
“Las autoridades israelíes están usando herramientas sofisticadas de vigilancia para supercargar la segregación y automatizar el apartheid contra los palestinos”, comentó la secretaria general de Amnistía Internacional, Agnès Callamard, al respecto de su informe. “En Hebrón, documentamos como el nuevo sistema de reconocimiento facial Red Wolf está reforzando las medidas draconianas de restricción sobre la libertad de movimiento de los palestinos, utilizando datos biométricos adquiridos ilegítimamente para monitorear y controlar los movimientos de los palestinos por la ciudad”.
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