Máquinas que nos matan: robots asesinos
Segunda parte de la serie "Israel: Inteligencia Artificial vs. la Humanidad"
“Máquinas que nos matan: killer robots” es la segunda parte de la serie “Israel: Inteligencia Artificial vs. la Humanidad”.
Las otras son:
1. Máquinas que nos vigilan: el apartheid biométrico (haz clic aquí)
3. Máquinas que deciden matarnos: el evangelio criminal (haz clic aquí)
4. Máquinas que deciden matarnos: muerte lavanda (haz clic aquí)
5. Expo-Gaza: feria y laboratorio con gente real (haz clic aquí)
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El sistema de intercepción de misiles conocido como “Cúpula de Hierro” (Iron Dome) es el ejemplo predilecto del gobierno israelí sobre su uso de la inteligencia artificial. Un enjambre de radares detecta el lanzamiento de cohetes desde Gaza y transmite la información al sistema de cómputo. Los operadores ni siquiera tienen tiempo de reaccionar: antes de que se den cuenta, la IA calcula la trayectoria y el sitio probable de impacto, descarta aquellos proyectiles que caerán en zonas inhabitadas -la mayoría- y transmite órdenes a las baterías, que a su vez disparan los misiles que realizarán la intercepción aérea. Es todo un espectáculo en el cielo.
Sin intervención humana: la velocidad del procedimiento exige que la IA tome decisiones casi instantáneamente.
Fabricadas por la empresa israelí Rafael Advanced Defense Systems, cada batería cuesta alrededor de 100 millones de dólares. Un misil interceptor, 50 mil.
Muchas otras de las armas que emplean IA, sin embargo, no son defensivas.
En 2021, la “Operación Guardián de los Muros”, que mató a 261 palestinos e hirió a 2 mil 200, fue descrita por el ejército israelí como la primera guerra de IA del mundo, pues esas tecnologías les servían como un importante multiplicador de fuerza, por ejemplo para lanzar enjambres de drones autónomos que recopilaron datos de vigilancia, identificaron objetivos y agilizaron la logística.
Siete años antes, en la guerra de 2014 en Gaza (que dejó 2 mil 300 muertos palestinos y 73 israelíes), cuatro periodistas, en un coche bien marcado con las letras PRESS, sin querer llegamos a un punto en el que tuvimos que recorrer un tramo de carretera en paralelo a una línea de tanques Merkava. A los que eran creyentes, solo les quedaba rezar que a alguien no se le antojara borrarnos del mapa. Porque no teníamos manera de escapar.
Sobre nosotros, como ocurría y ocurre en toda Gaza, todos los días, 24 horas, en tiempos de guerra y de paz, se escuchaba el sonido de un dron. Sabíamos que estaba transmitiendo nuestros datos en tiempo real, velocidad, rumbo, dimensiones del vehículo, sus características. Dentro de uno de los tanques, un soldado debía estar juzgándonos en la pantalla, a punto de dictar sentencia. Probablemente sería uno de esos chicos de 18 años que hacen el servicio militar, acostumbrados a despachar rivales con un joystick en videojuegos. Pero su juventud no interfería en los cálculos: la computadora ya los había hecho y lo único que tenía que hacer él, o ella, era apretar el botón de disparo.
Por lo menos, en ese caso, la decisión sí era humana.
Como caja de verduras
La ametralladora puede ser montada en la torreta de un tanque o colocada en tierra sobre su propia plataforma. Cuando sus cámaras detectan figuras a la distancia, su software de inteligencia artificial identifica si se trata de humanos o de equipo militar, y lo más importante, si es amigo o enemigo. Por el momento, esta no es todavía un arma autónoma: el soldado que recibe la información tiene que dar la orden de disparar, aseguró la empresa fabricante devDroid, al presentarla en noviembre pasado en Ucrania.
Lo mismo dice Israel sobre otros sistemas de control a distancia que está empleando en la guerra en Gaza, como los perros-robot Vision 60 o las temidas máquinas motoconformadoras D-9: la intervención de inteligencia artificial permite que sus acciones sean mucho más veloces y eficaces, pero no actúan autónomamente, dice el ejército israelí, sino bajo la supervisión remota de un ser humano.
Los comandantes, sin embargo, se quejan de que la distancia genera un desperdicio de tiempo en las comunicaciones que limita la capacidad de reacción, además de que se pierde la señal en los túneles de Gaza.
Organizaciones especializadas alertan sobre los riesgos del inminente próximo paso: que esos y muchos otros aparatos letales, como drones aéreos y acuáticos y vehículos artillados, sean dotados de sistemas de toma autónoma de decisiones sobre las vidas de seres humanos. O sea, que una persona se pueda encontrar frente a una máquina que está resolviendo por su cuenta si debe eliminarla.
Los desarrolladores de algoritmos aseguran que lo han previsto todo. Pero hay otros datos. Por ejemplo, en noviembre del año pasado, según la agencia Yonhap, en la empresa Donggoseong Export Agricultural Complex de la provincia de Gyeongsang, Corea del Sur, un brazo robótico industrial aplastó, mató y arrojó a una cinta transportadora a un técnico que lo inspeccionaba, porque no logró distinguirlo de una caja de verduras.
Armas de superficie… y el subterráneo
Por primera vez, el ejército usa en Gaza una mira óptica habilitada para IA, fabricada por la startup israelí Smart Shooter, que se adjunta a armas como rifles y ametralladoras.
Al presentarla a la prensa, un vocero militar explicó que "ayuda a nuestros soldados a interceptar drones, porque Hamás utiliza muchos drones. Esto convierte a cada soldado regular, incluso a un soldado ciego, en un francotirador".
Todavía más sofisticado, el sistema de control de fuego SMASH con sistema Dagger tiene un peso menor que el de sus predecesores. Las miras electroópticas de los rifles de asalto SMASH identifican a un enemigo en segundos y pueden fijar objetivos y ayudar en su eliminación, mejorando hasta cuatro veces las posibilidades de alcanzar a un enemigo. Utiliza el nuevo sistema Dagger que asegura blancos sin referencia y en movimiento (incluso drones en vuelo), calculando autónomamente sus desviaciones.
También están empleando perros robot, que son sistemas de IA transportados dentro de una estructura móvil, como los mencionados Vision-60 y también los que fabrica la compañía Robotican. Los utilizan para entrar en la vasta de red de túneles construida por Hamás y “permitirnos ver tan lejos como las comunicaciones nos lo permitan”, dijo el portavoz.
Bombas tontas, bombas de precisión
En 2021, Israel empezó a incorporar sistemas de inteligencia artificial a su armamento.
Por ejemplo, en los cazas F-35 Lightning II, fabricados por la estadounidense Lockheed Martin. Forman una familia de aparatos “invisibles” para los radares, de un solo piloto y un solo motor, que sirve tanto para combate aéreo como para ataques terrestres, guerra electrónica, espionaje y vigilancia. La versión israelí se llama F-35I Adir (que significa “fuerte”).
También cuentan con los cazas F-16 Soufa (tormenta) y F-15 Ra’am (tronar), así como los franceses Mirage (a los que llaman Kfir, león cachorro).
Igualmente, ha modificado bombas “tontas” o de caída libre, como las bombas GBU-31 bunker busters (destructoras de bunkers), incorporando kits JDAM (municiones de ataque directo conjunto), para convertirlas en proyectiles de precisión con IA.
Las GBU-31 son de dos tipos. Uno se caracteriza por tener una nariz reforzada para sobrevivir al impacto inicial. El peso les permite penetrar el suelo hasta el objetivo y estallar.
Otro lleva dos cargas: la primera es pequeña y sirve para abrir el piso sobre el blanco, y la segunda, mucho mayor, explota cuando ya está adentro. Estas también sirven contra torres y edificios: entran desde el techo hasta llegar a los cimientos y estallan, provocando el colapso total.
Drones “inteligentes”
Si la IA ha remodelado la forma en que Israel hace la guerra, su aplicación más destacada se ha hecho en los drones o vehículos aéreos no tripulados (UAV).
Los drones son una de las más trascendentes claves de los conflictos del presente y el futuro.
Fabricado en Estados Unidos por Steadicopter, ligero y rentable, el UAV Golden Eagle es un excelente ejemplo. Utiliza la IA para identificar y clasificar objetivos, así como para su fijación (locking) -lo mismo si están estáticos o en movimiento- y rastreo en tiempo real, garantizando aciertos precisos en el suelo o en el aire, independientemente de las condiciones de iluminación.
Los Hermes 450 y 900, de la mayor empresa local de armamento, Elbit Systems (que los desarrolló en conjunto con la primera compañía privada india de drones, Adani Defence and Aerospace), tienen una envergadura (de un extremo a otro de las alas) de 15 metros, pesan una tonelada, pueden volar a una altura de 9 mil metros durante 30 horas, y llevar una carga explosiva de 300 kilos. Fueron utilizados por primera vez en Gaza.
Su competidor, hecho por Israel Aerospace Industries, es el Heron TP, capaz de llegar a los 10,500 metros y volar por 52 horas, pero su carga es menor, de 250 kilos.
El tercer rival en la industria israelí es Rafael Advanced Defense Systems, que empezó a entregar su dron Nitzotz (chispa) en septiembre.
Después de la ofensiva de Hamás del 7 de octubre, Israel le pidió a la compañía estadounidense AeroVironment 200 unidades del sistema móvil de municiones "Switchblade 600", un "dron suicida".
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Otro trabajo que duele leer, pero es importante. Me dejan particularmente consternado los anuncios de armas y el tono de spot retro en el del perro. Gracias por la dosis de realidad, bro.