#DiarioDeSiria. Doce años después, 230 cuerpos siguen tiñendo de rojo el río Queiq
Crímenes que no dejan de fluir con la corriente / La propaganda no los puede ocultar
Videocápsulas #DiarioDeSiria.
Episodio 6: La masacre del río Queiq.
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Por otro lado, Catalina Gayá Morlà se hizo mecenas destacada y Ximena Santaolalla Abdó refrendó su respaldo especial 🤗🤗🤗.
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Alepo. 29 de enero.
A unos metros de nuestro hotel, en Jamiliyeh, el centro de Alepo, hay un bello jardín público. La falta de mantenimiento no ha borrado las huellas de su esplendor y los niños y las mujeres disfrutan las áreas verdes, que atraviesa el río Queiq. Hace justo doce años, por la noche del 28 al 29 de enero de 2013, alguien arrojó unos cadáveres al agua. No dos, ni cinco. Ni diez. La cuenta más conservadora fue de 89 cuerpos para que la corriente los arrastrara desde esa zona, la controlada por el gobierno de Bashar al Assad, a lo largo de tres kilómetros y medio por el parque lineal de Bustan al Qasr hasta el pequeño puente en el que fueron avistados, cerca de la mezquita Ibn Zaid, del lado opositor.

Yo había logrado escapar de Siria solo cuatro días antes, tras el secuestro. la noticia me alcanzó en Estambul, donde estuve azorado leyendo lo que publicaban mis colegas sirios, los que nos habían auxiliado, y observando las fotografías. No eran de combatientes sino de civiles, sobre todo jóvenes, que habían desaparecido poco antes, al cruzar desde la parte bajo dominio insurgente por asuntos cotidianos como ir al trabajo, a la escuela o a comprar algo. Incluso en medio de la batalla por la ciudad, los bandos en pugna manejaban puntos de acceso a sus territorios, por los que pasaban los habitantes en los periodos de calma.
Las autoridades convirtieron la muerte en un mensaje de crueldad indescriptible. Cuando la noticia corrió, madres, hermanas e hijas corrieron al río Queiq a ver los cuerpos que estaban sacando y colocando en las orillas, atados de pies y manos, marcados por golpes terribles, para ver si no se trataba de los seres queridos que no habían regresado. Y muchos sí eran.
A lo largo de los 45 días siguientes, los agentes gubernamentales dejaron flotar más cuerpos torturados. La organización Human Rights Watch documentó 147. Otros cálculos ascienden hasta 230.
Conmemoración bajo alerta
Doce años después, al regresar a esta ciudad ocho veces milenaria, tengo la oportunidad de acudir a la primera conmemoración de lo que, a pesar de que las ejecuciones deben haberse practicado en las mazmorras a las que las víctimas fueron arrojadas para no volver a salir con vida, se conoce como masacre del río Queiq.
Primero voy a la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad de Alepo, en cuyo Club de Cine proyectan un documental sobre estos crímenes. Al concluir, camino por varias avenidas, llego a la Omar Bin Abdel Aziz y después me desvío para seguir el curso del Queiq, rodeado por jardines, más niños jugando, más mujeres contentas. A eso sigue un área de cultivos, y al final, la zona desolada cerca de la mezquita.
Aunque el evento estaba programado a las 15 horas, comenzó antes. Solo alcanzo a ver a un grupo con las banderas de la revolución que grita consignas por unos pocos minutos antes de empezar a despedirse. Converso con algunas personas que lamentan los terribles tiempos de la guerra. Dicen que el rojo con el que tiñeron la corriente hoy no mancha como la sangre que fluía entonces. Un recién egresado de ingeniería, Ahmed Bishara, que solo tenía once años cuando fue la masacre pero la recuerda vivamente: “Alepo sufrió más de la cuenta”.
¿Por qué la brevedad de la ceremonia? El joven, ahora de 23, señala a los hombres de vestimenta militar y rostro enmascarado que se encuentra vigilando, apostados en puntos altos. Son miembros de la milicia Hayat Tahrir al Sham, la principal entre las que ganaron la guerra, ahora en funciones de seguridad. “Hay remanentes del régimen y tememos un atentado”.
La complicidad de los Assad con Israel
Durante las coberturas de diferentes conflictos, hace falta enfrentar la propaganda de los múltiples bandos en pugna. Los mismos que te aplauden en uno pasan a desacreditarte en otro, si conviene a sus intereses o a la visión del mundo que quieren tener. Un día te acusan de trabajar para unos y al otro, para los contrarios.
En el caso de la guerra en Siria, el campo derrotado (el de al Assad con quienes lo sostenían: Rusia, Irán y Hezbollah) ha estado retomando las preocupaciones reales que hay sobre los nuevos gobernantes, que hasta 2016 eran parte de Al Qaeda pero se separaron de ella y acabaron combatiéndola a balazos, y los crímenes y excesos que sin duda se cometen tras su victoria, para exagerar las cosas y presentar el nuevo régimen como uno controlado por Estado Islámico, que persigue a las mujeres y comete enormes masacres, cuando antes -según esta versión - había orden y libertades.
En realidad, la pérdida para Rusia e Irán es ganancia para Turquía, el poder que durante una década apoyó con dinero, armas e incluso intervención militar directa a las milicias hoy ganadoras, y las palabras de conciliación que el presidente al Sharaa y sus funcionarios están pronunciando seguramente tienen influencia de asesores turcos. Falta por ver si los gestos de buena voluntad se materializan total o parcialmente, o en qué medida son matizados o desarticulados por las facciones radicales de esta amplia coalición de grupos armados (tratamos el tema de las minorías ante el nuevo régimen aquí).
Solo en el futuro se comprobará. Lo que ya está claro, en todo caso, es la mentira de que la gente vivía feliz -o bien, o al menos tranquila- con los Assad. Entre el padre, Hafez, que obtuvo el poder en 1970 con un golpe de Estado, y el hijo, Bashar, que lo heredó en 2000, encabezaron una dictadura que duró nada menos que 54 años. Todavía ahora, para muchos sirios resulta muy extraño levantarse cada día para comprobar que los Assad ya no están, porque la inmensa mayoría de la población nació y creció con ellos y no conoció a otros gobernantes.
Fue un régimen feroz, marcado por crímenes terribles, como cuando para acabar con una rebelión islamista, en 1982, Hafez al Assad ordenó arrasar la ciudad de Hama con sus habitantes.
Las historias que cuentan las personas son de terror permanente, de conversaciones acalladas porque la Mokhabarat, la policía secreta, tenía informantes en todos lados y las dudas sobre la lealtad de alguien se resolvían en mazmorras, bajo tortura.
Pocos casos más elocuentes que los que se han conocido de la prisión de Sednaya, en Damasco, donde fueron liberadas mujeres que llevaban una década en el encierro, sin causa judicial, con niños que nacieron ahí y nunca habían visto la luz del día.
Estos #shorts del canal árabe Al Jazeera, el primero en inglés y el segundo en castellano, apenas ofrecen un atisbo del horror de esa cárcel y del drama de los desaparecidos de al Assad.
Para quienes aseguran que todo se podría justificar con el papel de Siria en la resistencia frente a Israel y en defensa de la causa palestina, nadie mejor que los palestinos para desmentirlos: desde 1974, el gobierno de al Assad no solo aceptó sin cuestionamientos la ocupación israelí de su territorio en el Golán, sino que se aseguró de perseguir y neutralizar la resistencia palestina, para que Israel no tuviera problemas desde Siria (explicamos la relación del régimen con los movimientos palestinos aquí).
Los Assad permitieron que el territorio sirio sirviera, eso sí, como puente terrestre de comunicación entre los chiíes de la República Islámica de Irán y los de la milicia Hezbollah en Líbano, que fueron los que, a partir de 2015, rescataron y sostuvieron al régimen, que estaba a punto de caer.
La condición era no atacar a Israel desde Siria, sino desde Líbano. Aunque Israel sí bombardeaba Siria rutinariamente. Pero solo tropas, vehículos e instalaciones iraníes y de Hezbollah.
No tocaba al ejército sirio. La destrucción generalizada de material de guerra sirio solo comenzó después de que Bashar al Assad huyó a Moscú, el 8 de diciembre.
Y aunque los rusos, desde 2015, instalaron sus más sofisticados sistemas de defensa antiaérea, S-300 y S-400, no derribaron ni un solo avión israelí.
Crímenes inocultables
A lo largo de la guerra, la Red Siria de Derechos Humanos documentó crímenes cometidos por todas las partes en conflicto. El 20 de diciembre de 2024, presentó un resumen de los que corresponden al régimen de al Assad:
Violaciones más destacadas documentadas
Ejecuciones extrajudiciales
Asesinato de al menos 202 mil civiles a manos de las fuerzas del régimen, incluidos 23 mil 058 niños y 12 mil 010 mujeres.
Desaparición forzada
Al menos 96 mil 321 casos de desaparición forzada a manos de las fuerzas del régimen, entre ellos 2 mil 329 niños y 5 mil 742 mujeres.
Muertes por tortura
Al menos 15 mil 102 personas murieron torturadas a manos de las fuerzas del régimen, incluidos 190 niños y 95 mujeres.
Uso de cuatro tipos de armas destructivas
Bombas de barril
Desde julio de 2012, la fuerza aérea del régimen de Bashar Assad lanzó al menos 81 mil 916 bombas de barril , causando la muerte de 11 mil 087 civiles , incluidos 1,821 niños y 1,780 mujeres.Armas químicas
217 ataques con armas químicas por parte del régimen. El primer ataque se llevó a cabo en el barrio de Al-Bayyada, en Homs, el 23 de diciembre de 2012. Estos ataques mataron a 1,514 personas, 1,413 de las cuales eran civiles, incluidos 214 niños y 262 mujeres , además de herir a otras 11 mil 080 .Municiones en racimo
SNHR documentó 252 ataques con municiones en racimo por parte de las fuerzas del régimen desde su primer uso de estas armas en julio de 2012. Estos ataques resultaron en la muerte de 835 personas , incluidos 337 niños y 191 mujeres .Armas incendiarias
Al menos 51 ataques incendiarios en zonas civiles desde marzo de 2011.
Desplazamiento forzado
Entre 2011 y 2024, las violaciones generalizadas y a gran escala por parte del régimen y sus aliados provocaron el desplazamiento interno de aproximadamente 6 millones 800 mil sirios y otros siete millones de refugiados sirios buscaron asilo en el extranjero, según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El régimen depuesto y sus aliados no solo infligieron niveles incalculables de destrucción y desplazamiento, sino que también promulgaron leyes que violaban los derechos humanos fundamentales específicamente para apoderarse de las propiedades de las personas desplazadas y los refugiados.
SNHR también documentó muchos otros tipos de violaciones, incluida la destrucción de cientos de instalaciones vitales, como hospitales, escuelas, mezquitas, iglesias y muchas más.
Se puede polemizar razonablemente acerca de los equilibrios geopolíticos afectados por el derrocamiento del régimen de los Assad y su impacto a distintos niveles, de lo local a lo regional.
Pero quien oculta o minimiza sus crímenes no puede criticar a quienes ocultan o minimizan los crímenes de Israel, Estados Unidos, Turquía, los yijadistas u otros, porque no es distinto.
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