Aniversario de Balfour: Israel debía ser un "guardián" del Imperio Británico
Ministros del rey y líderes sionistas dejaron por escrito sus verdaderos fines / Miles de muertos en masacres en Darfur, Sudán
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Contenido:
* VIDEOS: #MesaImposible sobre Palestina en Rompeviento TV
* Activistas pro-Palestina presas en el Reino Unido inician una huelga de hambre
Artículo principal:
Aniversario de Balfour: Israel debía ser un “guardián” del Imperio Británico
Análisis invitado:
* Una atrocidad anunciada: Cómo el asedio de las RSF a El Fasher (Sudán) se convirtió en una masacre genocida
VIDEOS: #MesaImposible sobre Palestina en Rompeviento TV
Encuentra aquí el programa completo del 28 de octubre.
Más pretextos israelíes para exterminar a palestinos:
Cómplices de Israel, 63 países:
Activistas pro-Palestina presas en el Reino Unido inician una huelga de hambre
Este domingo 2 de noviembre, al cumplirse 108 años de la Declaración Balfour, las activistas prisioneras Amu Gib y Qesser Zuhrah iniciaron la que podría convertirse en la mayor huelga de hambre de presos en el Reino Unido desde las que hicieron miembros del Ejército Republicano Irlandés contra el gobierno de Margaret Thatcher en 1981.
Acusados de terrorismo, como contamos en Mundo Abierto, los activistas pro-Palestina están siendo retenidos sin juicio en cárceles del Reino Unido, algunos durante casi un año, sufriendo abusos y la negación de sus derechos básicos.
En la prisión de Bronzefield, en Londres, Gib y Zuhrah denuncian un encarcelamiento injusto y la continua complicidad de Gran Bretaña en el suministro de armas a Israel. Así iniciaron esta “huelga de hambre rotativa”, lo que significa que más presos se unirán en las próximas semanas, presentando estas cinco demandas al gobierno británico:
Fin a toda censura en las cárceles: Eliminación de las restricciones a las comunicaciones de los presos, incluyendo el correo personal, las llamadas telefónicas y las declaraciones políticas.
Libertad bajo fianza inmediata – Liberación bajo fianza para los 33 activistas palestinos presos en prisión preventiva.
Divulgación de documentos necesarios para un juicio justo: divulgación sin censura de documentos de reuniones secretas entre funcionarios británicos e israelíes, el director ejecutivo de Elbit Systems y la policía antiterrorista.
Despojar a Palestine Action de su prohibición y retirar los cargos relacionados con el terrorismo: revocar la prohibición de Palestine Action como organización terrorista, prevista para julio de 2025.
Cierren Elbit: clausuren las instalaciones de fabricación de armas de Elbit Systems en el Reino Unido y pongan fin al contrato de adquisición de armas del gobierno británico con el fabricante de armas.
“Es muy importante destacar que esto comienza precisamente porque hoy se conmemora el aniversario de la Declaración Balfour ”, dijo Francesca Nadine, portavoz de Prisoners For Palestine. “Obviamente, esto es muy importante porque estamos aquí, en el país que firmó esta declaración, que fue básicamente el comienzo del Estado de Israel ”.
Qesser Zuhrah fue puesta en prisión preventiva el 19 de noviembre de 2024, a los 19 años (cumplió 20 en la cárcel). Está acusada, junto con otras 23 personas, entre ellas su hermano menor Salaam, de participar en la incursión de Palestine Action en el centro de investigación y desarrollo de Elbit Systems, uno de los mayores fabricantes de armas de Israel, en Filton, Bristol, el 6 de agosto de 2024. Se prevé que Qesser no sea juzgada hasta abril de 2026.
Amu Gib, de treinta años, fue puesta en prisión preventiva el 3 de julio de 2025. Gib está acusada, junto con otras cuatro personas, de irrumpir en la base aérea de Brize Norton, la mayor base de la fuerza aérea británica, y desmantelar tres aeronaves militares que realizan vuelos de vigilancia sobre Gaza. Se alega que la acción causó daños por valor de 7 millones de libras esterlinas.
Más información en la página de Prisoners For Palestine.
Artículo principal:
Aniversario de la Declaración de Balfour: Israel debía ser un “guardián” del Imperio Británico
Al cumplirse 108 años del compromiso de fundar un “hogar nacional judío”, las nada idealistas intenciones de sus promotores no pueden ser ocultadas por la propaganda, pues las dejaron por escrito.
Por Témoris Grecko
La terrible explosión del puerto de Beirut del 4 de agosto de 2020, que recorrió el mundo en decenas de impresionantes videos, fue producto de una serie de gestos de negligencia de distintas autoridades locales. El presidente francés Emmanuel Macron canceló su agenda y 48 horas después ya había cruzado el Mediterráneo y recorría las calles devastadas de la capital libanesa. Describió lo sucedido como una “metáfora de la crisis actual del Líbano” y declaró que se necesitaba un “nuevo orden político”.
“¡Ayúdenos, es nuestra única esperanza!”, gritó un residente, citado en la nota de la BBC. “Por favor, no le dé dinero a nuestro gobierno corrupto”, dijo otro, antes de añadir: “No podemos soportarlo más”.
Desesperada por décadas de violencia y tragedias, Vanessa, una periodista libanesa residente en Beirut, me dijo que se marcharía del país porque “es un experimento colonial fallido”.
La visita de Macron y sus declaraciones ofendieron a dos de las élites locales, la musulmana chií y la musulmana suní. Pero la tercera, la cristiana, corrió a recibir el regaño y a señalar a las otras como responsables del desastre que es el país.
Efectivamente: como si fuera una colonia francesa.
Y como Israel, en donde además de primer ministro, tienen un presidente, pero cuando hablan de The President se refieren al que despacha desde Washington, D.C. Es en quien confían para garantizar la protección y la viabilidad de su Estado, a quien reciben como rey cuando se digna a visitarlos, a quien una o más veces al año su jefe de Gobierno va a ver a la Casa Blanca para acordar asuntos vitales. Lo mismo: como si fuera una colonia estadounidense.
Israel y Líbano funcionan así en la actualidad porque de esa forma fueron diseñados antes de su origen, como estados proxy, la forma indirecta, contemporánea y más eficiente de colonialismo.
La diferencia, muy significativa, es que Israel aprendió en 1956, cuando se fue a la guerra junto a Francia y Reino Unido contra Egipto, y Estados Unidos les dio la espalda, que su antigua metrópoli colonial ya no le garantizaba seguridad y entendió que era hora de cambiar de referente imperial.
Líbano permaneció a la sombra de una Francia que no tiene la fuerza económica y militar para mantenerlo integrado ni para proyectar hegemonía a través del minúsculo territorio.
Estados Unidos, vía Israel, sí lo hace.
“Por la boca muere el pez”, asevera la voz popular: a 108 años de la Declaración de Balfour (del 2 de noviembre de 2017), que condujo a la fundación del Estado de Israel, los dichos de los protagonistas confirman lo que el sionismo esconde: era y es un proyecto colonial.
Colonialismo en el siglo XX: los estados proxies
El anglicismo proxy se usa para describir a un tercero ―una organización, un grupo armado, un país― que actúa por interposición de una potencia. Durante la Guerra Fría, por ejemplo, Estados Unidos y la Unión Soviética evitaron enfrentarse directamente pero lo hacían a través de proxies: Vietnam del Norte era un proxy ruso contra EU; los islamistas afganos, uno estadounidense contra la URSS; Sudáfrica y Cuba, proxies en Angola.
Podemos observar cuatro formas de dominación colonial:
Gobierno Directo: La potencia establece un control centralizado y absoluto sobre el territorio. La metrópoli impone su propio gobierno, leyes, administración y funcionarios, reemplazando o marginalizando las estructuras locales. En el colonialismo de explotación, el objeto es extraer recursos sin invertir en el desarrollo local, mientras que en el llamado settler colonialism (colonización de asentamiento), colonos de la metrópoli desplazan o reemplazan a la población indígena y destruyen su cultura para establecer una sociedad de dominación.
Gobierno Indirecto: La potencia colonial ejerce control a través de líderes o élites locales preexistentes, manteniendo una apariencia de autonomía interna mientras supervisa las decisiones clave, como la política exterior, la economía y la seguridad. Esto reduce costos administrativos y minimiza resistencias al cooptar estructuras tradicionales.
Protectorados: En un protectorado, el territorio mantiene una soberanía nominal y autonomía interna, pero la potencia colonial asume el control de las relaciones exteriores, la defensa y, a menudo, aspectos económicos clave. El estado protegido depende de la metrópoli para su defensa frente a amenazas externas, a cambio de concesiones como bases militares o privilegios comerciales. Esto se presenta como una relación “voluntaria” o de alianza, pero en la práctica es una forma de dominación asimétrica. Los protectorados a menudo evolucionan de tratados desiguales y sirven para extender influencia sin anexión formal.
Estados proxies: Se trata de una forma más sutil y moderna de dominación, donde la potencia colonial (o imperial) apoya o instala un gobierno local leal que actúa como su representante indirecto. El proxy mantiene independencia formal pero alinea sus políticas con los intereses de la metrópoli, recibiendo apoyo militar, económico y/o diplomático a cambio.
Esto permite asegurar una importante influencia sin pagar los costos de ocupación, y a menudo se usa para contrarrestar rivales o asegurar recursos estratégicos. Históricamente, se asocia con el neocolonialismo o el imperialismo informal, como las esferas de influencia europeas en el Imperio Otomano o en el Chino. En contextos coloniales, puede incluir estados títere instalados tras conquistas. La violencia inherente al colonialismo, como guerras de supresión, es común en todas estas formas para mantener el control.
La primera mitad del siglo XX marcó una transición significativa en los modelos de dominación imperialista, pasando de formas directas de control colonial —como el gobierno absoluto impuesto por la metrópoli— a mecanismos más indirectos, como protectorados y estados proxy.
En la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano se alió con el Alemán y el Austrohúngaro, fue derrotado con ellos e igualmente desmembrado. Mediante el tratado Sykes-Picot, de 1916, el Reino Unido y Francia se repartieron los dominios otomanos. Sin embargo, tanto las resistencias en esos territorios como su propia rivalidad (los británicos sabotearon el mandato francés en Siria y los franceses, el británico en Palestina, y estuvieron cerca del enfrentamiento armado en 1946) y la presión estadounidense, hicieron imposible que mantuvieran el control a mediano plazo.
Decidieron preservar su influencia colonial mediante estados proxy, utilizando divisiones étnico-religiosas para fragmentar el nacionalismo árabe y para pasar del dominio directo a estados independientes alineados.
A su favor, Francia disponía de una narrativa con arraigo histórico, afinidad religiosa y vínculos emocionales centenarios con Europa, que le permitió justificar su proyecto como si fuera legítimo y natural y ganar apoyo: en territorio sirio, había que crear un Estado para la secta cristiana maronita, aliada desde las Cruzadas y fiel al papa de Roma, a la que no se debía dejar a merced de la mayoría musulmana.
El territorio montañoso en el que estaban asentados los cristianos (con apoyo de la pequeña comunidad drusa), sin embargo, era demasiado pequeño y separado del mar, por lo que le anexaron un gran valle así como ciudades y zonas costeras habitadas por suníes y chiíes. París inventó que los cristianos eran mayoritarios y estableció un status quo favorable para ellos, que intentaron blindar con candados constitucionales. Esta falsa solución fue incapaz de producir una estabilidad de largo plazo y en gran medida es responsable de los constantes enfrentamientos y conflictos que estancan la vida libanesa.
El Reino Unido, en contraste, carecía de un grupo humano suficientemente grande como para falsificarlo en mayoría y con afinidad religiosa con Europa en el que pudiera apoyarse para construir y legitimar su Estado proxy. Atendió el primer problema impulsando el proyecto sionista de inmigración masiva y reemplazo demográfico bajo el modelo de colonización de asentamiento, aunque por momentos tuvo que moderarlo para aliviar la resistencia de la población local.
El segundo problema fue resuelto por el holocausto: para sanar siglos de racismo contra los practicantes del judaísmo, que culminaron en genocidio, Europa debía crear un “hogar nacional judío”… lejos de Europa.
La mirada británica: el “hogar judío” como guardián imperial
Una carta dirigida al barón Lionel Walter Rothschild, un líder de la comunidad judía británica, para que la transmitiera a la Federación Sionista, por el ministro de Exteriores británico, Arthur Balfour, es conocida como Declaración Balfour.
“Tengo gran placer en enviarle a usted, en nombre del gobierno de su Majestad, la siguiente declaración de apoyo a las aspiraciones de los judíos sionistas que ha sido remitida al gabinete y aprobada por el mismo.
El gobierno de su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de este objetivo, quedando claramente entendido que no debe hacerse nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político que disfrutan los judíos en cualquier otro país”.
La versión oficial insiste en que tanto Balfour como David Lloyd George, primer ministro durante la Primera Guerra Mundial, eran idealistas que creían que dios había prometido lo que llamaban “tierra santa” al pueblo judío, y que actuaron en consecuencia con sus nobles motivos.
En realidad, representaban grandes intereses, de los que destacan tres:
Londres necesitaba asegurarse una influencia decisiva sobre el Canal de Suez, que era la vía comercial que unía al Imperio con su colonia más preciada, India, y en general con Asia;
Su dependencia del petróleo del Golfo Pérsico crecía y este era transportado a través del Canal;
En plena Gran Guerra, los británicos agotaban recursos que los banqueros e industriales sionistas de Estados Unidos podían reponer, además de que se esperaba que presionaran a Washington para acelerar el ritmo de su involucramiento militar.

En 1915, una fuerza de 25 mil soldados otomanos comandada por oficiales alemanes avanzó desde Palestina para apoderarse del Canal de Suez, controlado por 30 mil tropas británicas. Aunque la operación fracasó, la posibilidad de futuros ataques causó alarma en el gobierno en Londres y un ajuste de prioridades estratégicas. Inmediatamente, lanzaron la Campaña del Sinaí y Palestina para conquistar estos territorios y convertirlos en un colchón protector para el Canal: en abril de 1917, una fuerza expedicionaria formada por británicos, franceses, italianos y árabes tomó la ciudad de Gaza; en diciembre, Jerusalén; y las grandes urbes sirias de Damasco y Alepo en octubre de 1918, justo antes de que otomanos, alemanes y austrohúngaros firmaran el armisticio que selló su derrota final.
Londres había hecho muchos compromisos mutuamente excluyentes respecto de Palestina: para convencer a los emires árabes de que se rebelaran contra los otomanos, les prometió un reino unificado que incluiría todo el Levante y la península arábiga; a los franceses, les aseguró que compartiría el poder con ellos en una Palestina nominalmente bajo un mandato internacional; y a los sionistas, los sedujo con la Declaración Balfour.
Sería la única que cumpliría. El carácter colonial del proyecto para fundar Israel no solo se desprende de los hechos visibles ni fue señalado exclusivamente por las víctimas del mismo: está claramente expresado en declaraciones públicas, reportes confidenciales y relatos posteriores de sus impulsores británicos y sionistas, así como en las valoraciones críticas de las potencias competidoras.
En el Reino Unido, la promoción del “hogar nacional judío” en Palestina sirvió para complacer a financieros sionistas y fue presentada como un futuro activo estratégico para proteger el Canal y contrarrestar a rivales en la lucha por los hidrocarburos árabes.
David Lloyd George, primer ministro durante la Primera Guerra Mundial, enfatizó en su libro “Memorias de la Conferencia de Paz” (pp. 724-734) que la Declaración Balfour buscaba conseguir apoyo judío global para fines propagandísticos y financieros:
“El Movimiento Sionista era excepcionalmente fuerte en Rusia y Estados Unidos... Se creía que tal declaración tendría una poderosa influencia sobre los judíos del mundo fuera de Rusia y aseguraría a la Entente la ayuda de los intereses financieros judíos. En Estados Unidos, su ayuda en este sentido tendría un valor especial cuando los Aliados casi habían agotado las reservas de oro y valores negociables disponibles para compras estadounidenses. Tales fueron las principales consideraciones que, en 1917, impulsaron al gobierno británico a firmar un contrato con la comunidad judía”.
En 1920, Winston Churchill, entonces secretario colonial, escribió:
“Si, como bien podría suceder, se creara en nuestra época a orillas del Jordán un Estado judío bajo la protección de la Corona británica que pudiera comprender tres o cuatro millones de judíos, se habría producido un acontecimiento en la historia del mundo que, desde todo punto de vista, sería beneficioso y estaría especialmente en armonía con los intereses más genuinos del Imperio Británico.”
Desde el principio tenían claro que convertir a los sionistas en su proxy en Levante era una prioridad frente a la que el derecho a la autodeterminación de los habitantes de Palestina les importaba muy poco. El propio Balfour lo confirmó en un memorando que envió a la Oficina del Exterior en 1919:
“Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo. Y el sionismo, sea correcto o incorrecto, bueno o malo, está arraigado en tradiciones ancestrales, en necesidades presentes, en esperanzas futuras, de una importancia mucho más profunda que los deseos y prejuicios de los 700 mil árabes que ahora habitan esa tierra antigua.”
El oficial protestante John Henry Patterson, quien formó, entrenó y comandó el 38º Batallón de los Royal Fusiliers del ejército británico (conocido como la Legión Judía, que décadas más tarde serviría como base de las organizaciones armadas judías Haganah e Irgun, y posteriormente, del ejército de Israel), asentó en su libro “With the Judæans in the Palestine Campaign”:
“Palestina debe ser colonizada por un pueblo cuyos intereses correspondan a los de Inglaterra y que aspire a la unión con el Imperio Británico. Los judíos son el único pueblo que cumple estas condiciones”.
El sionismo promete ser un "guardia eficaz” del Imperio Británico
Chaim Weizmann, sucesor de Theodor Herzl como líder del sionismo, también promovió ante los británicos el papel de un estado judío como “guardia eficaz” contra amenazas regionales. En 1914, años antes del desmoronamiento del Imperio Otomano, escribió:
“...si Palestina cayera dentro de la esfera de influencia británica, y si Gran Bretaña fomentara un asentamiento judío allí, como dependencia británica, podríamos tener en 20 o 30 años un millón de judíos allí, quizás más; ellos... formarían una guardia muy eficaz para el Canal de Suez.”
En 1916, en plena guerra mundial, enfatizó:
“... El Gabinete británico no solo simpatiza con las aspiraciones palestinas de los judíos, sino que desea verlas realizadas... Inglaterra... tendría en los judíos a los mejores amigos posibles, quienes serían los mejores intérpretes nacionales de ideas en los países orientales y servirían de puente entre las dos civilizaciones”.
Tras el fin de la guerra, con la derrota otomana, Weizmann presentó sus propuestas a la Conferencia de Paz de París, en las que pidió un mandato británico:
“La posesión soberana de Palestina recaerá en la Sociedad de Naciones y el Gobierno se confiará a Gran Bretaña como Mandataria de la Sociedad…
Palestina se someterá a las condiciones políticas, administrativas y económicas que garanticen el establecimiento allí del hogar nacional judío y, en última instancia, hagan posible la creación de una Mancomunidad autónoma.”
El sionismo le gustaba a Francia… hasta que fue excluida
A principios de 1917, todavía durante la Primera Guerra Mundial, François Georges-Picot, el negociador francés de los acuerdos Sykes-Picot por los que su país y el Reino Unido se repartieron los territorios árabes, “creía que las posibilidades de que se implementaran los términos del pacto aumentarían si podía presumir del apoyo de los sionistas, a quienes consideraba, o fingía considerar, como portavoces de la ‘nacionalidad’ judía”, sostiene Catherine Nicault en su libro “L’Alliance israélite universelle et le sionisme (1914-1919)” (pp. 58 y 60).
“De hecho, él y sus colegas del Quai [ministerio francés de asuntos exteriores] aún esperaban lograr el establecimiento de un futuro condominio franco-británico sobre una Palestina que por aquel entonces seguía bajo dominio otomano”.
Cuando se publicó la Declaración de Balfour, en noviembre de 1917, coincidiendo con el inicio de la conquista británica de Palestina,
“…la diplomacia francesa se mantuvo fiel a la opción adoptada a principios de año: reafirmó su simpatía por el sionismo y apoyó la promesa británica de promover la creación de un hogar nacional judío en Palestina. Si bien París ya había abandonado la idea de un condominio franco-británico en Palestina, aún existía la esperanza de establecer un régimen internacional más amplio en el que Francia pudiera desempeñar un papel. Por ello, el sionismo no podía dejarse exclusivamente en manos británicas, aunque sería imposible ignorar la marcada preferencia de los sionistas por Gran Bretaña”.
Cuando los franceses se dieron cuenta de que habían sido excluidos y el proyecto sionista solo era de los británicos, cambiaron de opinión.
Así lo expresó en 1922 Jacques Bainville, un influyente historiador especializado en asuntos exteriores, que escribía desde la revista Almanach de l’Action Française (pp. 55 y 56). En su perspectiva nacionalista, la dominación gala era una bendición para los árabes del Levante, pues “nos asentamos en Siria, adonde el pueblo, francés de corazón y lengua desde hacía casi mil años, nos había llamado”. Pero fueron despojados por Londres y los sionistas de casi todo, excepto del territorio que hoy es Líbano:
“La Siria costera, un estrecho balcón con vistas al Mediterráneo, rodeado de altas montañas: eso es todo lo que Inglaterra nos dejó de nuestra herencia oriental, cuando nuestra posición en Oriente fue antaño primordial. Incluso entonces, nos habían expulsado de Palestina, donde el sionismo, es decir, la colonización judía, no es más que un instrumento de dominación británica”.
Aliados y rivales, recelosos ante el proyecto colonial
A las potencias que con el Imperio Británico vencieron en la Gran Guerra, que eran a la vez sus rivales por la hegemonía, no les gustaron las jugadas de los británicos y los franceses.
Por ejemplo, la Comisión King-Crane, que por solicitud de Estados Unidos preparó un informe en 1919 a la Liga de las Naciones (antecesora de la ONU), concluyó que:
“Debe abandonarse el proyecto de convertir Palestina en una mancomunidad judía distintiva… Ningún oficial británico consultado por los Comisionados creía que el programa sionista pudiera llevarse a cabo sino por la fuerza de las armas”.
Añadió:
“En la conferencia de la Comisión con representantes judíos quedó patente repetidamente que los sionistas aspiraban a un despojo prácticamente total de los actuales habitantes no judíos de Palestina.”
La Comisión molestó a Londres y París, que criticaron su informe como un esfuerzo estadounidense para crear países árabes libres de su influencia.
En un memorando secreto a su gobierno, Balfour no dejó dudas:
“La contradicción… es aún más flagrante en el caso de una nación independiente de Palestina que en el de una nación independiente de Siria. Porque en Palestina ni siquiera pretendemos pasar por la formalidad de consultar los deseos de los habitantes actuales del país”
Eventualmente, descartaron el documento, como 15 años después escribió Charles Crane, uno de los miembros de la comisión que lo elaboró:
“Los intereses que se oponían al informe, especialmente los judíos y los franceses, pudieron persuadir al presidente Wilson de que, como los estadounidenses no iban a asumir ninguna responsabilidad futura por Palestina, no era justo que el informe se publicara y por eso fue hundido en los archivos del Departamento de Estado.”
El dictador italiano Benito Mussolini dijo que el sionismo era “un instrumento de los británicos”. Los soviéticos expresaron, en voz de su representante en la ONU Andrei Gromyko, que se oponían “a la formación en todo o parte de Palestina de un Estado judío, que la URSS consideraría como una herramienta sionista del Occidente, inevitablemente hostil a la Unión Soviética”, y acusaron que “la hostilidad judeo-árabe ha sido engendrada artificialmente por los imperialistas británicos” y que “esta animosidad racial artificial oscurece el único conflicto real de intereses: el de la masa de la población, tanto judía como árabe, contra los políticos sionistas por un lado y los señores feudales árabes por el otro”.
El sultán otomano denunció la fragmentación colonialista
Los otomanos, antes de su caída, y luego los turcos entendieron el sionismo como una amenaza a su soberanía. En 1896, Theodor Herzl, fundador del sionismo político, ofreció 20 millones de libras esterlinas (unos 2 mil 200 millones de dólares de hoy) en ayuda financiera al Imperio Otomano a cambio de tierras en Palestina para un asentamiento judío masivo. “Sin la ayuda de los sionistas”, escribió, “la economía turca no tiene ninguna posibilidad de recuperación”.
El sultán Abdul Hamid II lo vio como una maniobra europea para fragmentar el imperio y establecer un estado colonial: “No puedo vender ni un pie de tierra porque no me pertenece a mí, sino a mi pueblo... Dejen que los judíos guarden sus millones. Cuando mi imperio sea particionado, quizás obtengan Palestina gratis. Pero solo nuestro cadáver será dividido. No aceptaré la vivisección.”
Después de un asedio de 18 meses, las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), un grupo del ejército que se rebeló contra las Fuerzas Armadas Sudanesas y tiene el apoyo de Emiratos Árabes Unidos, capturó la población de El Fasher, la capital de Darfur del Norte, en Sudán. Las matanzas que han perpetrado son tan enormes que las huellas son visibles para las cámaras satelitales. Se estima que hay miles de víctimas mortales, de las que alrededor de 500 fueron masacradas en un hospital.
Sin embargo, esta guerra, que inició en abril de 2023, apenas recibe atención de la prensa mundial. Para beneficio de la comunidad de Mundo Abierto, reproducimos este artículo con permiso de The New Humanitarian. Texto original aquí.
Una atrocidad anunciada: Cómo el asedio de las RSF a El Fasher se convirtió en una masacre genocida
Las redes de comunicación están caídas, pero una avalancha de vídeos impactantes apunta a asesinatos en masa de una magnitud devastadora.
Por Ahmed Gouja, periodista y defensor de los derechos humanos radicado en Nyala, Darfur.
30 de octubre de 2025.
Nota: Este análisis se basa en pruebas de vídeo de código abierto, entrevistas con personas que escaparon de El Fasher e información de fuentes tanto del ejército como de las RSF.
NAIROBI
En un vídeo, decenas de cadáveres yacen esparcidos por el suelo de un edificio mientras milicianos lo recorren, comprobando que no quede nadie con vida. Un hombre con chilaba blanca —aparentemente el único superviviente— es abatido a tiros. «Acabado», dice un combatiente en árabe mientras salen.
En otro vídeo, los combatientes permanecen en una trinchera, con las armas en alto, lanzando gritos de victoria. A su alrededor yacen cadáveres en la arena, mientras que a lo lejos arden vehículos, presumiblemente los que esas personas intentaron usar para escapar.
En un tercer vídeo, otro grupo de luchadores obliga a seis hombres a tumbarse boca abajo en el suelo. A uno de ellos le dan una patada en la cabeza, mientras los llaman esclavos y les ordenan balar como ovejas.
Las redes de comunicación están caídas en la ciudad de El Fasher, en Darfur, lo que dificulta que periodistas y defensores de los derechos humanos como yo documentemos lo sucedido desde que las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), grupo paramilitar convertido en rebelde, tomaron el control durante el fin de semana.
Pero una avalancha de vídeos impactantes —en su mayoría filmados y publicados en línea por combatientes de las RSF— junto con imágenes satelitales, apuntan a asesinatos en masa de una magnitud devastadora que podrían ser los peores vistos hasta ahora en los más de dos años y medio de guerra en Sudán.
Organizaciones de la sociedad civil creen que miles de personas han muerto en los últimos días, incluyendo casi 500 en el único hospital de la ciudad que funciona parcialmente. La matanza ha sido tan extensa que la sangre y los cadáveres ya son visibles desde el espacio .
Muchos de los que escaparon de las masacres han sido secuestrados por las RSF y milicianos afines que se desplazan en camello y motocicleta, y que se lucran con la desesperación. He hablado con varias personas que se han arruinado intentando pagar los rescates para liberar a sus familiares.
La caída de El Fasher significa que todas las principales ciudades de Darfur están ahora bajo el control de las RSF, una fuerza compuesta en gran parte por combatientes árabes de Darfur que sucedieron a las milicias Janjaweed responsables de las matanzas masivas de darfuríes no árabes en la década de 2000.
Esta captura consolida la partición de facto de Sudán —que atraviesa la mayor crisis de desplazamiento y hambre del mundo— entre las regiones controladas por las RSF y las controladas por el ejército.
Pero ni el control de las RSF ni el anuncio de una administración rival las convierten en un gobierno legítimo. No sirven a la población civil ni apoyan escuelas ni hospitales; gobiernan mediante la fuerza bruta y extraen recursos de una población ya exhausta.
Advertencias ignoradas
Lo que agrava aún más las cosas es que los crímenes cometidos en El Fasher fueron anunciados y previstos desde hacía mucho tiempo: durante más de 500 días, las RSF sometieron a la ciudad a un brutal asedio en un intento de desalojar al ejército nacional, apoyado por grupos armados aliados, de su último bastión importante en Darfur.
Casi 300.000 civiles que permanecieron en la ciudad fueron falsamente tachados de colaboradores de las fuerzas anti-RSF, sellando un destino que era obvio dadas las atrocidades de las RSF en otras partes de Darfur y en todo Sudán.
Sin embargo, las advertencias fueron ignoradas, los civiles quedaron indefensos y el principal patrocinador de las RSF —los Emiratos Árabes Unidos— continuó recibiendo armas (incluso de muchas naciones occidentales ) mientras las entregaba a una milicia genocida.
En los días previos a la caída de la ciudad, varios grupos de militares abandonaron su base, coordinando y pagando a combatientes de las RSF para garantizar su seguridad, según mis fuentes. El hambre y el creciente uso de drones por parte de las RSF los obligaron a retirarse.
Instigados por una diáspora internacional de usuarios de TikTok llenos de odio hacia las RSF, y buscando venganza por los compañeros combatientes que murieron en la batalla por El Fasher, las RSF pronto comenzaron su espantosa matanza.
Los vídeos que circulan ampliamente en internet —algunos verificados por investigadores de fuentes abiertas y defensores de los derechos humanos— muestran a combatientes regodeándose en sus acciones y humillando a las víctimas con un lenguaje deshumanizante y supremacista.
Algunos habitantes de Darfur están viendo ahora vídeos de masacres y descubriendo que sus familiares se encuentran entre las víctimas, o viendo a parientes desaparecidos en imágenes que muestran a grandes grupos de personas que han sido detenidas.

Los crímenes de Abu Lulu
Varios vídeos muestran a un individuo conocido como Abu Lulu –un combatiente de las RSF venerado cuyo nombre real es el general de brigada Al-Fateh Abdullah Idris– viajando de un lugar a otro, ejecutando personas sin piedad.
Muchas de las víctimas de Abu Lulu murieron en una trinchera que las RSF habían excavado a principios de año alrededor de El Fasher para estrechar el cerco. En una fotografía, se le ve posando entre los cadáveres, con una bufanda blanca, sonriendo y alzando su fusil.
«Mira a toda esta gente que he matado», le dice a un hombre tendido en una zanja en un vídeo. Un compañero de las RSF dice que el hombre está herido y le sugiere clemencia, pero Abu Lulu se niega. «No te tendré ninguna misericordia, no te perdonaré», dice, antes de dispararle y matarlo.
“Hemedti es el mejor”, dice a un grupo de personas en otro video, refiriéndose al líder de las RSF. La gente repite las palabras, pero no les sirve de nada. “No quiero perder el tiempo con ustedes”, dice Abu Lulu mientras les dispara uno por uno.
Por más impactantes que parezcan, cabe recordar que estos son solo los videos que nos han llegado hasta ahora. Si consideramos las numerosas masacres que no se han publicado, podemos hacernos una idea de la magnitud de las atrocidades cometidas.
El hecho de que las RSF se hayan grabado a sí mismas participando tan abiertamente en crímenes atroces demuestra la profunda falta de rendición de cuentas que ha acompañado al grupo a lo largo de este conflicto, y mucho antes.
Sin embargo, quienes están siendo filmados, como Abu Lulu, siguen siendo peces relativamente pequeños. Altos mandos, incluido Abdul Rahim Dagalo, subcomandante de las RSF, están presentes y supervisan las operaciones en El Fasher, y deben rendir cuentas por las acciones de sus combatientes.
Son los comandantes de las RSF quienes también han permitido que individuos como Abu Lulu permanezcan en el frente, incluso cuando se ha documentado que cometió abusos en El Fasher durante muchos meses, y antes de eso en Jartum y Kordofán.
Fue también la cúpula de las RSF la que dirigió el bombardeo de El Fasher durante 18 meses, negando al mismo tiempo el acceso de las agencias humanitarias a la ciudad y a los campamentos cercanos; un asedio que provocó una hambruna generalizada.
En las semanas previas a la caída de la ciudad, escuché a una mujer que decía que el alimento para animales (ambaz) del que dependía la gente se había vuelto demasiado caro, que los grupos de ayuda mutua estaban al límite y que el agua estaba tan restringida que la gente había dejado de bañarse.
Los únicos restos de comida que quedaban, dijo la mujer, eran las semillas de un árbol que antes nadie comía. Más amargas que el limón, hay que dejarlas en remojo durante una semana para quitarles el sabor.
Lucrarse con la miseria
Algunos de los que sobrevivieron a las balas de Abu Lulu y otros asesinos de las RSF ahora caminan por la carretera hacia Tawila, la principal ciudad que ha estado recibiendo a los desplazados de El Fasher en los últimos meses.
Pero el paso está plagado de combatientes de las RSF y milicias aliadas, que controlan redes de tráfico hacia Tawila y que saquean, secuestran y asesinan a quienes no pagan. Las familias se separan y buscan distintas rutas para aumentar las posibilidades de que al menos alguien sobreviva.
Quienes con quienes hablé en los últimos días y que lograron completar el viaje con éxito describieron haber visto decenas de cadáveres a lo largo del camino: algunos abatidos a tiros por milicianos, otros muriendo a causa de las heridas infligidas por las RSF en El Fasher, y otros de hambre y sed.
Un hombre contó que el viaje le llevó tres días y que evitó a los grupos vinculados a RSF viajando de noche. Dijo que se cruzó con grupos de mujeres y niños demasiado exhaustos para seguir caminando.
Para las RSF, la guerra también se trata de obtener ganancias económicas. El asedio no solo respondía a razones militares; los combatientes de las RSF se beneficiaban contrabandeando alimentos a El Fasher, cobrando a los comerciantes que hacían lo mismo y quedándose con una parte para facilitar la salida de la gente.
Otra mujer dijo que se marchó a Tawila un día antes de que las RSF tomaran el control de El Fasher; una suerte increíble, dijo, porque eso significaba que había menos hombres armados en las carreteras, ya que todos se dirigían hacia la ciudad.
Sin embargo, en Tawila —que ahora alberga a cientos de miles de personas— afirma que no tiene ni comida ni refugio. Durante el día, usa su ropa y una manta para protegerse del sol; por la noche, le sirven de colchón y edredón.
“No quiero quedarme aquí para siempre”, dijo, y agregó que miles de personas llegan cada día en un estado aún peor, después de haber sufrido mucho más durante el viaje.
También hablé con una persona que me contó que tres familiares que llegaron a Tawila por diferentes rutas fueron capturados por milicianos desde el fin de semana. Posteriormente, la familia recibió mensajes exigiendo miles de dólares.
La gente ya lo ha perdido todo durante el asedio, y sin embargo, las RSF y las milicias afiliadas están convirtiendo de alguna manera su huida por la supervivencia en una forma de lucro.
Esto nos recuerda que, para las RSF, la guerra también se trata de obtener beneficios económicos. El asedio no solo respondía a razones militares; los combatientes de las RSF se beneficiaban introduciendo alimentos de contrabando en El Fasher, cobrando a los comerciantes que hacían lo mismo y quedándose con una parte para facilitar la salida de la gente.
Se necesita solidaridad internacional
No se me escapa que estos asesinatos tuvieron lugar justo cuando las RSF participaban en conversaciones patrocinadas por Estados Unidos que, según algunos, darían como resultado un alto el fuego nacional de tres meses.
No es la primera vez que las RSF lanzan ofensivas y cometen abusos horribles contra civiles mientras participan en supuestas negociaciones de paz, que utilizan como cobertura política.
El mensaje que el grupo está enviando a la comunidad internacional es inequívoco: podemos sentarnos a la mesa con ustedes, pero nuestra maquinaria de matar seguirá funcionando, y ustedes seguirán diciendo que nos interesa la paz.
Mientras observamos los acontecimientos en El Fasher, muchos hemos perdido la fe en la protección internacional. La ONU y la Unión Africana se han mostrado reacias o incapaces de actuar; sus mecanismos se encuentran paralizados por los intereses de los estados poderosos.
El mensaje que el grupo está enviando a la comunidad internacional es inequívoco: podemos sentarnos a la mesa con ustedes, pero nuestra maquinaria de matar seguirá funcionando.
Lo que necesitamos ahora es solidaridad internacional: gente común, movimientos civiles y defensores de los derechos humanos dispuestos a enfrentarse a los gobiernos y empresas cómplices de esta guerra.
Eso significa denunciar a los Emiratos Árabes Unidos por financiar y armar a las RSF, exponer a los gobiernos occidentales que siguen comerciando con ellas y tomar medidas contra las empresas cuyas armas y vehículos aparecen en los campos de batalla de Darfur.
Si no se hace nada, Darfur seguirá ardiendo, algo impensable para quienes han sobrevivido a los ataques de las RSF. Como me dijo la mujer que llegó a Tawila justo antes de que las RSF tomaran El Fasher: «Prefiero morir antes que volver a pasar por esto».
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