Alemania vuelve a involucrarse en un genocidio… es ya el tercero
Acusada hoy ante La Haya por armar a Israel y sabotear la UNRWA / Su Staatsräson no debería ser apoyar a los genocidaires sino a las víctimas
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Es una paradoja de la que el gobierno y parte del pueblo alemanes no quisieron escapar: que su sentimiento de culpa por el genocidio nazi los llevara a justificar, apoyar y hacerse cómplices de un nuevo genocidio.
Es peor aún si se toma en cuenta que el Holocausto no fue el primero que cometió Alemania en el siglo XX.
Y acompañándola en el sitio de los criminales, su vieja aliada Italia: varias demandas en distintas jurisdicciones han sentado a las repúblicas herederas de las antiguas potencias fascistas en el banquillo de los acusados, siempre por su involucramiento en la guerra contra Gaza.
Primero fueron demandados ante una corte local el canciller (primer ministro) alemán Olaf Scholz, el vicecanciller Robert Habeck, la ministra de Asuntos Exteriores Annalena Baerbock y el ministro de Finanzas Christian Lindner, entre otros funcionarios, por proporcionarle armas y apoyo político a Israel, y por el incumplimiento de su obligación legal de impedir que ese país cometa actos genocidas.
Este proceso fue iniciado en febrero por dos familias palestinas, con base en que, un mes antes, la Corte Internacional de Justicia de La Haya había admitido el caso contra Israel por genocidio, tras valorar que la evidencia presentada por la acusación era suficientemente sólida como para considerarla plausible, como contamos aquí.
Después, el 5 abril, el abogado palestino Salahaldin Abdalaty, que escapó de Gaza con sus hijos tras perder a su madre, su hermano, su hermana, su sobrina de 2 años y su cuñada en un bombardeo nocturno, y se refugió en Egipto, denunció a Italia ante el Tribunal de Roma por “violación de derechos humanos fundamentales” por suministrar armamento a Israel. Su iniciativa toma como precedente que la Justicia holandesa, en febrero, aceptó la petición de tres asociaciones que ordenaban al gobierno suspender las entregas de repuestos para los aviones de combate F-35 a la Fuerza Aérea de Israel porque existe “la obligación de los Estados de verificar que otros no cometen actos de genocidio o violación del derecho internacional humanitario”.
Y hoy, lunes 8, se presentó la acusación de mayor calado: ante la misma Corte Internacional de Justicia que fue creada a partir del genocidio nazi, Nicaragua acusó a Alemania de complicidad con el genocidio, pues “era consciente y sigue siendo consciente del riesgo de que Israel pueda utilizar las armas que está proporcionando para cometer genocidio contra los palestinos", así como por haberse sumado al boicot financiero que trata de destruir la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA, que con distancia es el proveedor de ayuda humanitaria más importante en Gaza, como contamos aquí).
Estados Unidos es el mayor proveedor de armas de Israel, con dos tercios del total (que no pagan los israelíes sino los contribuyentes estadounidenses: los acuerdos de ayuda militar -el que está vigente transferirá 38 mil millones de dólares en 10 años- son una forma de obligar a la ciudadanía a subsidiar a la industria armamentística de EU, pues Israel está obligado a gastarlo comprándole a ella), seguido de Alemania, con casi el 30%, e Italia, con 5%.
La ofensiva israelí ya ha matado a más de 33 mil personas, incluidos 14 mil 500 niños, más alrededor de 10 mil cuerpos que no han podido ser extraídos de los escombros. Más de 76 mil personas han recibido heridas, 17 mil infantes han perdido a uno o ambos padres y dos millones de habitantes han tenido que dejar sus hogares.
Sangre otra vez
En 1904, en la región entonces denominada Africa Alemana Sudoccidental -hoy Namibia-, la rebelión de los pueblos herero y nama fue aplastada con un genocidio. “Todo herero hombre, armado o no armado, será muerto a balazos”, ordenó el general Lothar von Trotha. “Ya no tomaré (prisioneros) a mujeres ni a niños, sino que los devolveré a su pueblo o haré que les disparen. Estas son mis palabras al pueblo Herero. Del gran general del poderoso káiser alemán”. A lo largo de cuatro años, decenas de miles de hombres, mujeres y niños fueron fusilados, torturados o arrojados al desierto de Kalahari para morir de hambre.
La Alemania de hoy no ha expresado que tenga alguna responsabilidad especial por aquel genocidio, el primero del siglo XX. Quizás porque las víctimas no tenían la piel blanca.
Pero en la educación alemana, hay un enorme lugar para auto-reprocharse lo hecho en el Holocausto contra judíos, gitanos, gays, comunistas y otros grupos. Aunque, de nuevo, el énfasis se hace en un solo sector, el judío.
Es lo que la excanciller Angela Merkel declaró ante el knesset, el parlamento israelí: que la seguridad de Israel es la “Staatsräson” (razón de Estado) de Alemania. Y el 12 de octubre -cinco días después de la ofensiva de Hamás-, su sucesor y actual canciller Olaf Schölz se apresuró a volar a Jerusalén para, ante la misma asamblea, reiterar el compromiso acrítico de su país: “En este momento, sólo hay un lugar para Alemania: al lado de Israel”.
Haga lo que haga.
En esta época, no es fácil discutir el genocidio con muchos de los alemanes comunes y corrientes, que pueden reaccionar de una forma visceral. Han sido programados para justificar y defender a Israel, como parte de un proceso histórico de contricción nacional que debería impedir que el pueblo alemán caiga en la tentación de repetir los crímenes del pasado.
La ironía es que, de tanto comprometerse incondicionalmente con Israel, lo están ayudando a cometer su propio genocidio, manchándose las manos de sangre, aunque sea indirectamente, otra vez.
Entre la culpa y la ética
Las actitudes están cambiando. La masiva crueldad del gobierno israelí ha provocado que se inviertan las perspectivas sobre la guerra, que al principio justificaban la respuesta militar y al paso de las semanas, el rechazo es ya más de tres veces mayor que la aprobación, como muestra esta encuesta de Der Spiegel.
Y al tiempo en que el gobierno de Estados Unidos muestra más impaciencia con Benjamin Netanyahu, los políticos alemanes siguen su línea. Como la responsable de Exteriores Annalena Baerbock, que recientemente se dio cuenta de que miles de niños están en riesgo de morir de hambre: “Lo único que importa es que hagamos llegar la ayuda a Gaza, y ahora".
Solo que es la misma ministra que ha defendido a Netanyahu en todos los foros, que ha sido parte de una generalizada represión contra quienes han expresado su apoyo a Palestina en Alemania y que ha tratado de combatir el proceso contra Israel en La Haya. Es cómplice.
Piden que se permita la entrada de harina… mientras entregan las bombas que arrojan sobre la población civil.
La fraternidad incondicional con los genocidas está pasando un costo, advierte Der Spiegel: “Algunos miembros del gobierno alemán se muestran cada vez más escépticos, tanto por preocupación por la población civil de Gaza como por la reputación internacional de Alemania. Las embajadas de todo el mundo informan a Berlín que la posición de Alemania está sufriendo. Israel está en proceso de aislarse globalmente. ¿Alemania, aliada de Israel, corre el mismo destino?”
El hecho de que la denuncia en La Haya contra Alemania haya sido presentada por Nicaragua -una autocracia feroz- no ayuda a la causa. Pero en Berlín, aunque no creen que el proceso vaya muy lejos, duele que quien los exhibe sea nada menos que un dictador, Daniel Ortega.
Tal vez el tribunal internacional no esté listo para otorgar lo que exige la acusación: que Alemania deje de venderle armas a Israel y que vuelva a financiar a la UNRWA.
Alemania no debería esperar a que los jueces decidan. Si sus responsabilidades como nación dos veces genocida de verdad pesan, su Staatsräson no debería ser apoyar a los genocidaires sino a las víctimas. La ética obliga a oponerse a los genocidios, jamás a hacerse cómplice de los perpetradores.
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