#Análisis. 31 mil muertos después, Biden por fin se hartó. ¿Logrará contener a Netanyahu?
Analistas israelíes advierten posible alto a envíos de armas a su país / Temen crisis en relación con EU / Considerable impacto electoral para los demócratas
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"Han matado a más de 30 mil palestinos, la mayoría de los cuales no son Hamás", declaró Joe Biden en el momento más importante de cada año para los presidentes de Estados Unidos, el discurso del Estado de la Unión, el jueves 7 de marzo. Estaba empleando las cifras recogidas por el Ministerio de Salud de Gaza, el mismo que los medios corporativos occidentales suelen acompañar de este señalamiento: “controlado por Hamás”, para no concederle plena credibilidad, y cuyos números de fatalidades el propio Biden había descalificado meses atrás como posiblemente fabricados.
Ahora los hizo suyos: “Miles y miles de inocentes: mujeres y niños. Niñas y niños también quedan huérfanos. Casi 2 millones más de palestinos bajo bombardeos o desplazados”. Y marcó destinatarios de su mensaje: "los dirigentes de Israel", a quienes les advirtió que "la asistencia humanitaria no puede ser una consideración secundaria ni una moneda de cambio. Proteger y salvar vidas inocentes tiene que ser una prioridad".
Al día siguiente, en una entrevista televisada por MSNBC, dijo que el primer ministro Benjamin Netanyahu está “dañando a Israel, más que ayudando a Israel”. Y alertó de que, para él, la anunciada ofensiva sobre Rafah (el sur de Gaza), que por las gravísimas condiciones de hacinamiento y vulnerabilidad prevalecientes sería una masacre peor que todo lo que se ha visto hasta ahora, un genocidio sobre el genocidio (como contamos aquí), es “una línea roja” para Estados Unidos: “No pueden matar a 30 mil palestinos más como consecuencia de perseguir a... hay otras formas de lidiar con el trauma causado por Hamás”.
Además de primer ministro, Israel tiene un presidente (con limitadas funciones de jefe de Estado), pero el hecho de que la existencia del país depende de la protección y de la ayuda de Estados Unidos se refleja en que cuando se habla de “El Presidente”, muchos miembros del círculo rojo -excepto los ultranacionalistas- hacen referencia al jefe de la Casa Blanca. Tradicionalmente, los gobernantes reconocen que sus acciones militares deben mantenerse dentro de unos límites definidos por Washington, aunque empujen para estirarlos cuanto sea posible. El Presidente lo permite mientras va tirando de la rienda, lo que en el plano público se expresa en comprensivos señalamientos que adquieren severidad poco a poco, hasta que son atendidos.
Netanyahu los ha ignorado todos. Los susurrados, los de medio volumen… y los de ahora. Desde los años 60, en que Estados Unidos se convirtió en el garante de Israel, ningún primer ministro se había permitido dejar que su tono de voz se elevara mucho.
Dio igual. El primer ministro respondió con una serie de apariciones en medios internacionales, en las que volvió a desdeñar el mensaje: “No sé exactamente qué quiso decir el presidente, pero si con eso quiso decir que estoy aplicando políticas privadas en contra del deseo de la mayoría de los israelíes, y que esto está perjudicando los intereses de Israel, entonces está equivocado en ambos aspectos", les dijo al portal estadounidense Politico y al diario alemán Bild.
Insistió en que va a emprender la operación contra Rafah, pese a las advertencias de organizaciones internacionales y de países aliados (como la incondicional Alemania) de que ocasionaría un desastre humanitario inaceptable, porque si Biden tiene una línea roja, él tiene la propia, “que el 7 de Octubre (fecha de la ofensiva sorpresa de Hamás) nunca se repita”.
Y este lunes 11 añadió, en Fox News, que las críticas de Biden hacia Israel solo le dan ánimos a Hamás, y que si hay un problema, “no es conmigo, es con todo el pueblo de Israel, que está unido como nunca”.
Descomposición en Israel
En el contexto de esta grave crisis, que no solo es bélica, sino también política y de relaciones internacionales, la falta de sintonía entre el ultraderechista Netanyahu y el liberal Biden, que es preexistente y no cesa de agravarse, provoca creciente preocupación de que pueda causarle daños de gran magnitud a la relación binacional. En estos meses, en el debate interno israelí, se han advertido señales de peligro cada vez que hay una filtración o una muestra de incomodidad estadounidense con la estrategia militar israelí. Ninguna de ellas condujo a una ruptura mayor.
Sin embargo, la “masacre de la harina” del 29 de febrero, en la que tanques israelíes dispararon contra una multitud de personas hambrientas que buscaban algo de comer (dejó 900 víctimas entre muertos y heridos), y de la que el ejército intentó inútilmente evadir la responsabilidad fabricando una versión que nadie creyó (lo contamos aquí), es señalada como la gota que derramó el vaso.
Junto a esta matanza, los analistas locales discuten una serie de acontecimientos que parecen bastante más concretos que los ocurridos con anterioridad y esbozan un cambio de actitud en Washington.
Para la población palestina y las organizaciones internacionales, las iniciativas de Estados Unidos y de la Unión Europea para saltarse los obstáculos interpuestos por las autoridades israelíes y por organizaciones extremistas de colonos judíos, y llevar directamente ayuda humanitaria por las vías aérea y marítima son apenas un paliativo insuficiente para una catástrofe en marcha acelerada. No son un reemplazo para la que debería estar entrando por tierra; además de que la que es arrojada desde aviones ha provocado algunas muertes.
Desde el punto de vista de las autoridades israelíes, no obstante, como advierten Amos Harel en Haaretz y otros analistas, es que, a pesar de que tanto EU como la UE les han permitido imponer un proceso de inspección a todo lo que se enviará a Gaza, en realidad les están arrebatando la posibilidad de estrangular a su antojo la entrada de productos y de hecho están interviniendo directamente en Gaza.
La construcción de una plataforma flotante que permita el desembarco de ayuda no solo reduciría la influencia israelí, sino que la presencia de personal civil y militar estadounidense a unos metros de la costa gazatí obligaría a constreñir las operaciones del ejército invasor. Todo lo cual son beneficios que Hamás obtiene “sin hacer concesiones significativas”, añade Harel.
También consideran muy significativo Benny Gantz, el líder de mayor visibilidad en la oposición, que por razones de la crisis fue integrado como ministro sin cartera al gabinete de guerra, realizó una visita a Estados Unidos sin permiso de su jefe, pese a lo cual fue recibido por la vicepresidenta Kamala Harris, el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan y miembros republicanos y demócratas del Congreso. “Solo hay un primer ministro”, le espetó Netanyahu.
Y si él asegura que el pueblo de Israel está unido como nunca bajo su liderazgo, las encuestas lo colocan en niveles extraordinariamente bajos (“Solo el 15% de los israelíes quiere que Netanyahu conserve su puesto después de la guerra”: Reuters). Así aumentan los signos de descomposición política y social social que los observadores detectan, mientras comparten escenarios próximos que para ellos serían apocalípticos.
Por ejemplo, Yossi Ben Ari, general brigadier retirado y miembro de la comunidad de inteligencia, publicó en el Times of Israel la situación que imagina que se podría dar en solo dos meses: el caos se ha desbordado hacia el interior de Israel, los políticos ya no pueden aparecer en actos públicos porque son abucheados por familiares de los rehenes y otros opositores, se reproducen los gestos de desobediencia entre reclutas y soldados, así como “actos terroristas” en una Cisjordania con vacío de poder, etc. El 15 de mayo, el presidente Biden envía al secretario de Estado Anthony Blinken a comunicarle al primer ministro que Washington y la comunidad internacional decidieron dejar a su país fuera de la jugada, ya que “después de generaciones del conflicto las dos partes no pueden resolver la cuestión mediante el diálogo” y por lo tanto acordaron la creación inmediata de un Estado palestino independiente, que anunciarán en una ceremonia a la que Netanyahu solo podría acudir en calidad de invitado.
Los idus de marzo
Probablemente, Yossi Ben Ari está llevando sus temores demasiado lejos. Pocos aparte de él creen que tal Estado Independiente de Palestina se encuentra cerca. Sí es cierto, en cambio, que la guerra ha abierto un espacio que dos narrativas opuestas están tratando de ocupar, ambas con el objetivo de empezar a cerrar este conflicto que ya dura tres cuartos de siglo.
Por un lado, la ultraderecha fascista que representan los ministros israelíes de Seguridad, Itamar Ben Gvir, y de Finanzas, Bezalel Smotrich, con importantes aliados en el partido Likud, de Netanyahu: creen que es el momento de expulsar hacia Egipto a la población palestina de Gaza -la limpieza étnica-, anexarla y recolonizarla (lo contamos aquí), y seguir adelante con la bantustanización y anexión de Cisjordania.
Es una ruta que el establishment tradicional estadounidense no quiere seguir, pues se atienen a la idea de un cumplimiento descafeinado de los acuerdos de Oslo de 1993, con la creación de un Estado palestino independiente solo en el nombre, con viabilidad económica pero bajo el control militar y político israelí. Es decir, una colonia semi-autónoma, por la que Biden y los europeos han redoblado su apuesta.
Netanyahu ha hecho su vida política sobre la destrucción de esta idea y ahora, que está pasando a la historia como el líder que permitió el mayor golpe que le han dado a Israel en su historia, no será el momento en que ceda. Él cree que solo una victoria total e incuestionable, con la extinción de Hamás y la ejecución de sus líderes, le abrirá la puerta de la reivindicación, o por lo menos menos de su sobrevivencia política y de no ser encarcelado en los procesos que tiene abiertos por fraude.
La acusación de que en el proceso de toma de decisiones de Netanyahu su interés personal está en primer lugar, en segundo y también en tercero, y luego el de Israel o el de su facción política, no está solo contenido en los discursos de Biden: también forma parte de los cálculos que hacen sus enemigos, sus adversarios e incluso sus aliados.
¿Hasta qué momento lo seguirá tolerando Biden? ¿La gira de Benny Gantz por Washington es un paso para reemplazarlo?
De momento, el presidente estadounidense no ha adelantado medidas que verdaderamente duelan. En su entrevista del sábado, pareció ponerle una línea roja a su propia línea roja: “Nunca voy a abandonar a Israel. La defensa de Israel sigue teniendo un valor crítico, por lo que no hay una línea roja por la que vaya a cortar (la venta de) todas las armas (a ese país) y dejarlo sin el (sistema antimisiles) Escudo de Hierro que lo protege”.
Esto no hace que los israelíes se sientan tranquilos y a salvo. El corresponsal del diario Haaretz en Washington, Ben Samuels, advierte que Biden solo estaba hablando de instrumentos de defensa, y que hay una fecha que está pasando desapercibida pero puede resultar clave: antes del 25 de marzo, Israel tienen que presentarle a la Casa Blanca un compromiso por escrito de que al emplear sus armas “se va a sujetar a la ley internacional”, así como de “facilitar y no obstruir la entrega de ayuda humanitaria a Gaza”. Si no lo entrega, serían suspendidos los envíos de armamento.
En Estados Unidos, el tema Israel se considera como de política interior y su invasión a Gaza está teniendo efectos en ese nivel, con un sensible voto de protesta en las primarias del Partido Demócrata (lo contamos aquí) y posicionamientos de varios de sus senadores y representantes a favor de restringir el acceso de Israel a armas.
Los observadores señalan que, entre los efectos de una decisión en este sentido, estaría que Israel caería rápidamente en una falta de municiones que lo forzaría a recalibrar su estrategia, como le ocurre a Ucrania; perdería la capacidad de disuasión que ha obligado a Hezbollah a limitar sus intervenciones; y presionaría a Netanyahu para alcanzar un acuerdo, debilitando su posición negociadora ante Hamás.
Pero también tendría un impacto importante en las elecciones estadounidenses: podría facilitar una reconciliación de Biden con el sector árabe y progresista de los demócratas, pero sería inmediatamente aprovechado por los republicanos para atacar al presidente.
En todo caso, si Netanyahu sigue estirando la liga, el genocidio continúa y Biden, además de sentirse agraviado, ve peligrar su reelección pero aún así la consigue, todo esto podría tener consecuencias de largo plazo en las relaciones de Israel con su protector, que se norman bajo un “memorándum de entendimiento” que expira en 2028 y será reconsiderado por quien ocupe la Casa Blanca en ese momento.
En la ultraderecha, que considera que Trump hubiera sido más favorable que Biden en la actual crisis, puede parecer conveniente que el expresidente retorne al poder.
Solo que la bonanza de Israel en parte se debe a miles de millones de dólares que el país recibe cada año en asistencia militar estadounidense. Y Trump ha anunciado que quiere que la ayuda al exterior sea considerada como préstamos que deben ser pagados al 100%.
Eso les va a gustar mucho menos.
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