#Análisis. Otro escándalo del New York Times: su reportaje sobre violaciones masivas de Hamás
Las víctimas israelíes son utilizadas, las palestinas, ignoradas / Sus testigos clave desmienten al NYT / Su equipo de verificación, también
IMPORTANTE: Al respecto del informe de la ONU sobre violencia sexual, difundido después del primer envío de este texto, al final encontrarán una actualización.
Esta actualización fue enviada por adelantado a nuestros suscriptores de pago, como agradecimiento por su patrocinio, el lunes 4 a las 14 horas. El martes temprano llegará al resto de nuestra comunidad.
El uso de la violación como un arma de guerra -uno de los crímenes más graves de muchos conflictos- fue reportado y presentado por el New York Times como un hecho comprobado, cometido de manera organizada y masiva por la milicia islamista Hamás el 7 de octubre de 2023, sin contar con evidencias, con el trabajo de reporteros sin experiencia y favorables a Israel e incluso sobre afirmaciones inconsistentes o manifiestamente inverosímiles.
En este conflicto, la denuncia de esta violencia sexual generalizada es sistemáticamente utilizada como mecanismo de chantaje por la hasbará (“explicación”, en hebreo: una extendida estrategia de propaganda que defiende como justo todo lo que haga el Estado de Israel, aunque no lo sea) para descalificar y avergonzar a quienes no la dan por cierta ni condenan por ella a Hamás, y por lo tanto para justificar la guerra lanzada contra la población de Gaza.
Aquí es fundamental señalar que de ninguna manera se vale cerrar los ojos ante las brutalidades que sí son responsabilidad de Hamás. Su ofensiva sorpresa no solo se dirigió contra militares israelíes, sino sobre todo contra civiles desarmados, incluyendo a niños tan pequeños como de 10 meses. Y si alguien desea ignorar que hubo agresiones sexuales, solo debe recordar los dolorosos videos del trato al cuerpo de la joven alemana asesinada, que en ese momento aún podría haber estado agonizante, Shani Louk (amiga del mexicano secuestrado Orión Hernández).
No ignoro ni oculto que Hamás ha cometido terribles crímenes no solo contra israelíes, sino sobre todo contra sus históricos enemigos a muerte de la Organización para la Liberación de Palestina (la OLP, como lo expliqué en este análisis en Milenio) así como civiles sujetos a su dominio en Gaza.
Sin embargo, considerar la probabilidad de que en algún grado sí hubo este tipo de delitos no significa que uno debe creer y repetir todo lo que alega la propaganda israelí, en este caso, que fueron sistemáticos y generalizados.
Para que la lucha contra esta y muchas otras violencias que sufren las mujeres, los niños y otras personas vulnerables, es indispensable impedir que sea capturada y utilizada para fines ajenos.
El bulo de los “40 bebés decapitados”
Israel es muy poderoso militarmente pero su gran punto débil es el de la narrativa, pues en una guerra tras otra ha sido incapaz de convencer de que la fuerza que emplea es proporcional, está justificada y respeta las vidas y las propiedades civiles.
En esta ocasión, los asesinatos de inocentes cometidos por Hamás el 7 de Octubre y el drama de los rehenes le permitió disputar con alguna ventaja, por varias semanas, la batalla de las relaciones públicas. Los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña y otros aliados se sintieron cómodos y justicieros al explicarles a sus pueblos el apoyo financiero, militar y político, irrestricto e incondicional, a la respuesta que quisiera dar el gobierno de Benjamin Netanyahu.
Cuando los medios industriales, los políticos y los diplomáticos empezaron a tener dificultades para seguir ignorando los enormes excesos de los bombardeos y el bloqueo, buscaron formas de reavivar la indignación contra los palestinos y mantener el foco en el sufrimiento israelí, ignorando el muchas veces mayor que se infligía a la población gazatí.
Varios de sus intentos resultaron fiascos, de los que el más sonado fue el de los 40 bebés decapitados (que en aquel momento conté): un soldado ultraderechista le dio una declaración a una reportera local que no la verificó, sino que la exageró al anunciar que habían encontrado “bebés con la cabeza cortada”. En la cancillería la magnificaron al añadirle el número que se les ocurrió, “40 bebés asesinados”, y la noticia recorrió el mundo en minutos. A quienes señalaron que nadie los había visto ni existía confirmación oficial, los acusaron de "salvajes" y de "complicidad con los terroristas". En Washington, el presidente Biden se puso él mismo de testigo (“nunca pensé que vería imágenes de terroristas decapitando niños”) y políticos de oposición en varios países -como México y España- utilizaron la fabricación para atacar a sus gobernantes.
No obstante, otros periodistas que también estuvieron en el sitio desmintieron el invento, el ejército tuvo que admitir que no podía validarlo, la Casa Blanca reconoció que Biden no había visto lo que dijo haber visto, y el tiempo se encargó de confirmar que nunca hubo 40 bebés decapitados en ese lugar ni en ningún otro.
En internet, sin embargo, la mentira viaja más rápido y más lejos que la verdad, y todavía hay propagandistas que siguen usando ese cuento como justificación del genocidio.
La verdad histórica, según el New York Times
El 14 de noviembre, cuando yo todavía estaba en Cisjordania, antes de regresar a Jerusalén, la policía difundió un video de una mujer -cuya identidad no fue revelada- que decía haber visto a milicianos palestinos violando a una joven. Pronto, ya se acusaba a Hamás de que el 7 de octubre había cometido abusos sexuales de manera organizada masiva, empleando la violación como arma de guerra.
Yo había visto el video de desdén y ofensa contra el cuerpo indefenso, desmadejado, de Shani Louk y no tenía ni tengo porqué dar por hecho que los hombres de Hamás fueron respetuosos con la intimidad de mujeres a las que asesinaron sin motivo. Pero me extrañó que el tema surgiera de súbito y con fuerza, aunque no se hubiera hablado de eso durante más de cinco semanas. Y entre otras jugarretas, el cuento fallido de los 40 bebés mantenía encendida la alerta ante las fabricaciones de la hasbará.
Busqué en la prensa local, sin encontrar nada sólido. No había mujeres denunciando lo que habían experimentado. Se aseguraba que el trauma las obligaba a mantener su identidad oculta. Pero faltaba sustento para confirmar que los probables abusos puntuales eran parte de una táctica bélica planificada, que Hamás había dado la orden de abusar de sus víctimas.
A fines de ese mes, Physicians For Human Rights publicó una postura al respecto. Es un grupo serio y busqué su documento pensando que finalmente aportaría las evidencias que faltaban, despejando las dudas. Pero en la introducción, reconoce que no tiene elementos para darle valor de evidencia penal a su reporte, que “cautelosamente esboza la información actualmente disponible”, para concluir recomendando mayores investigaciones.
Luego, en una audiencia parlamentaria, un representante de la policía israelí y otro de la organización judía ultraortodoxa Zaka dijeron haber conocido testimonios y visto imágenes horribles. Pero no ofrecieron algo concluyente y ni la policía ni Zaka son fuentes imparciales que convenzan a observadores no previamente convencidos.
Entra el New York Times. El 4 de diciembre, bajo las firmas de Jeffrey Gettleman, Adam Sella y Anat Schwartz, reportó lo ya conocido sin añadir información novedosa. Entrevistó al policía que había hablado con los legisladores para repetir sus dichos y recogió declaraciones hechas en otros medios.
Dio cuenta tanto de que Israel acusaba a Hamás de violación masiva como de que la milicia negaba el cargo.
Sin embargo, decidió darles peso a las denuncias contra la ONU e importantes organizaciones de derechos humanos por no asumir la versión israelí. Por ejemplo, el Times incluyó esta cita:
“Hemos llegado tan lejos creyendo en las sobrevivientes de violaciones y agresiones en tantas situaciones”, escribió Sheryl Sandberg, ex ejecutiva de Meta y una voz líder sobre las mujeres en el lugar de trabajo, en un artículo de opinión para CNN."Sin embargo, esta vez, muchos están ignorando las historias que estos cuerpos nos cuentan sobre cómo estas mujeres pasaron los últimos momentos de sus vidas".
Y cerró dándole fuerza al discurso israelí de autovictimización:
El embajador de Israel ante las Naciones Unidas, Gilad Erdan, publicó en X el 29 de noviembre: “En todas las demás masacres en las que se cometieron crímenes sexuales tan atroces”, ONU Mujeres había “emitido una condena inmediata y dura”."Pero cuando las mujeres israelíes son las víctimas", añadió, la organización "arroja dudas sobre las acusaciones".
Puesto en las planas del periódico más influyente del mundo, lo que era una versión israelí no sustentada se convirtió en un hecho que avergonzaba a todas las buenas conciencias que no lo habían creído.
Todavía faltaba el golpe final, en todo caso. El 28 de diciembre, el Times publicó su veredicto: bajo un titular demoledor, “Gritos sin palabras: Hamás hizo un arma (weaponized) de la violencia sexual el 7 de Octubre”, aseguró que su investigación reveló “un patrón de violación, mutilación y extrema brutalidad contra las mujeres en los ataques contra Israel”.
Y por si había dudas, ya tenía una víctima identificada: en su prestigiosa portada, el New York Times puso la foto de la adolorida familia de Gal Abdush.
La prensa del mundo, en particular la de Israel, reprodujo la sentencia del NYT como justa e inatacable. El gobierno israelí había sido reivindicado. Ya era una verdad histórica. Y quien no aceptara todo lo afirmado en la denuncia, sería un miserable.
“No sabíamos nada de la violación”
Excepto, si se trata de la propia familia de Gal Abdush.
Aunque el reportaje del Times refiere mensajes de WhatsApp entre Gal Abdush y su marido Nagi Abdush con su familia, se reserva la hora. Es el portal Mondoweiss el que revela que Gal envió un texto a las 06:51 a. m., alertando de que tenían problemas en la frontera, y que a las 07:00, su esposo dio la noticia de que la habían matado con una granada.
O sea que la violación, entre los problemas y el estallido, tendría que haber sido ejecutada en menos de nueve minutos.
Según los reporteros del Times, alguien grabó el cadáver de Gal Abdush, “el video se volvió viral y miles de personas respondieron, desesperadas por saber si la mujer del vestido negro era su amiga, hermana o hija”. La familia vio la grabación del video y “temió que hubiera sido violada” por el estado del cuerpo.
Pero no puso una liga al video ni una imagen que mostrara algo relevante, y Mondoweiss no logró encontrar referencias del video “viral” ni menciones en la prensa israelí de la historia de “la mujer del vestido negro”.
¿Cómo podría la familia haber detectado señales de violación en el video de un cadáver carbonizado por la explosión de una granada?
Es falso. El 29 de noviembre, al día siguiente de la publicación del reportaje en el Times, Etti Brakha, la madre de Gal, dijo a Ynet.co.il, el portal del periódico más leído de Israel: “No sabíamos nada de la violación. Sólo lo supimos después de que una periodista del New York Times se pusiera en contacto con nosotros. Dijeron que compararon las pruebas y concluyeron que había sido agredida sexualmente”.
Igualmente, Nissim Abdush, cuñado de Gal, dijo en entrevista con el Canal 13 de Israel que su hermano Nagi lo había llamado a las 7 de la mañana para informarle de la muerte de su esposa y que estaba junto a su cadáver, y se siguió comunicando hasta las 07:44, cuando fue asesinado. Nissim dijo que Nagi nunca mencionó algún abuso sexual, que ni la policía ni los forenses señalaron sospechas o dudas en ese sentido. Gal no fue violada, sostuvo Nissim ante las cámaras, “los medios lo inventaron”.
“No puedo cooperar con quienes dicen muchas cosas que no son ciertas. Les suplico que dejen de difundir mentiras, hay una familia y niños, nadie puede saber si hubo violación o si fue quemada en vida”, posteó una de las hermanas de Gal, Thali Barakha, no sin dejar de acusar a los responsables: “Gal fue asesinada por esos animales y le dispararon en el corazón”.
“Hubo muchas historias difíciles, ¿por qué esta historia en particular?” se preguntó la otra hermana, Miral, en Instagram. “No quiero que me entiendan como si estuviera justificando lo que hicieron; son animales, violaron y decapitaron a la gente, pero en el caso de mi hermana esto no es cierto”. Concluyó: “No tiene ningún sentido que en cuatro minutos la violaran, la ejecutaran y la quemaran”.
Trabajando para la hasbará israelí
En una entrevista que le dio al Canal 12 de su país, Anat Schwartz compartió las dificultades que había enfrentado para encontrar información, sin darse cuenta de que así revelaba la ausencia de la misma.
Contactó once unidades de hospitales israelíes especializadas en supervivientes de violaciones y agresiones sexuales: “Primero los llamé a todos y me dijeron: ‘No, no se recibió ninguna denuncia por agresión sexual'. Tuve muchas entrevistas que no llevaron a ninguna parte. Fui a todo tipo de hospitales psiquiátricos. Me senté frente al personal, todos ellos están plenamente comprometidos con la misión y nadie había conocido a una víctima de agresión sexual”.
También habló con el jefe de la hotline de ataques sexuales en el sur de Israel (donde están las zonas atacadas por Hamás), pero le dijo que no tenía informes de violencia sexual del 7 de octubre. Contó que fue una “loca conversación a fondo. ¿Alguien te llamó? ¿Escuchaste algo? ¿Cómo puede ser que no hayas escuchado nada?”
Fuera de Gal Abdush, el equipo del Times no identificó a ninguna víctima concreta. Ni lo hicieron cuatro personas que le dijeron haber visto violaciones tumultuarias.
A fin de cuentas, Schwartz se basó extensamente en información provista por Zaka, la misma organización que había declarado ante el parlamento israelí, manipulado pruebas y difundido historias falsas sobre el 7 de Octubre, como lo de los 40 bebés decapitados y que hombres de Hamás les habían abierto el vientre a mujeres embarazadas para sacarles los fetos.
Además, ella y su colega Sella (un sobrino de la pareja de Schwartz recién graduado de la licenciatura) recurrieron a métodos cuestionables para obtener la información.
Por ejemplo, la hermana de Abdush publicó que los reporteros “mencionaron que querían escribir un informe en memoria de Gal, y listo. Si hubiéramos sabido que el título trataría sobre violaciones y carnicerías, nunca lo hubiésemos aceptado”.
Igualmente, la persona que grabó el video “viral” en el que aparece el cuerpo de Gal Abdush, Eden Wessely, se encargó ella misma de difundir la versión de que muestra que la víctima fue “violada, quemada y asesinada”, y tiene una actividad en redes que la revela como una ultraderechista que, más allá del contexto de los ataques del 7 de Octubre, apoya a figuras del fascismo racista israelí y ataca a defensores judíos de derechos humanos, encontró Mondoweiss.
Pese a su activismo, Wessely reveló a Ynet que no había sido ella quien se había acercado a los reporteros, sino al revés: “Al principio no lo consideré significativo, no entendí lo importante que era, pero no se dieron por vencidos. Llamaron y me volvieron a llamar explicándome lo importante que esto era para la hasbará israelí”.
“Que conviertan Gaza en un matadero”
En el New York Times, reporteros y otros han protestado por la parcialidad de la cobertura del diario, a favor de Israel. Con estos reportajes, las críticas crecieron.
El 28 de enero, el portal de periodismo de investigación The Intercept informó que “El New York Times retiró un episodio de alto perfil de su podcast ‘The Daily’ sobre la violencia sexual perpetrada por Hamas el 7 de Octubre, en medio de un furioso debate interno sobre la solidez de los reportes originales del periódico sobre el tema”.
Un mes más tarde, el 28 de febrero, The Intercept amplió: dos de los reporteros que firman los textos del NYT no son periodistas y carecían de experiencia previa, y describe a una de ellas, Anat Schwartz, como una propagandista antipalestina que fue oficial del servicio de inteligencia de la fuerza área israelí. Además, su actividad en redes sociales era inquietante.
Por ejemplo, le dio “like” a un tweet que llama a “convertir la franja de Gaza en un matadero. Si se les cae un pelo (a los rehenes), ejecuten a los prisioneros de seguridad. Violen cualquier norma, camino a la victoria”. Con base en atrocidades terribles del pasado, como “el holocausto infligido por EU a Hiroshima” en el que “antes de darles tiempo a los japoneses de digerirlo, soltaron otra bomba sobre Nagasaki, prometiendo que cada ciudad japonesa sería destruida”, aseguró: "Los que tenemos delante son animales humanos que no dudan en violar las reglas mínimas".
Schwartz declaró en una entrevista televisada: “Las víctimas de agresión sexual son mujeres que han experimentado algo y luego, venir y sentarme frente a esa mujer: ¿quién soy, yo de todos modos? No estoy calificada”.
The Intercept explicó que, del trío de firmantes de los reportajes, el mayor es Jeffrey Gettleman, un periodista premiado que suele trabajar con asistentes y freelancers, y que en este caso, quienes hicieron el trabajo de campo fueron los inexpertos Schwartz y Sella, mientras que Gettleman se ocupó de la escritura.
Sobre ese trabajo, él y sus editores consideraron demostrado que Hamás había usado la violación como arma de guerra, practicándola de manera organizada y masiva. Su problema apareció cuando, después de que medios críticos ya habían señalado las fallas e inconsistencias, el Times decidió presentar la historia como un episodio de su pódcast “The Daily” pero no pasó el examen del equipo de verificación de datos.
Los motivos del New York Times
"El New York Times dijo: 'Hagamos una investigación sobre la violencia sexual'. Era más bien cosa de que me convencieran", declaró Anat Schwartz en la Radio del Ejército de Israel. El entrevistador preguntó: “¿Fue una propuesta del New York Times, todo el asunto?” “Sin duda. Sin duda. Obviamente. Por supuesto. El periódico nos apoyó al 200 por ciento y nos dio el tiempo, la inversión y los recursos para profundizar en esta investigación tanto como fuera necesario".
“El temor entre los empleados del Times que han criticado la cobertura del periódico sobre Gaza es que Schwartz se convierta en un chivo expiatorio de lo que es un fracaso mucho más profundo”, reportó The Intercept. “Ella puede tener animosidad contra los palestinos, carecer de experiencia en periodismo de investigación y sentir presiones contradictorias entre ser partidaria del esfuerzo bélico de Israel y ser reportera del Times, pero Schwartz no se se pidió a ella misma ni a Sella informar sobre una de las historias más trascendentales de la guerra. Los altos directivos del New York Times lo hicieron”.
El periódico ha dicho que investigará la actividad en redes de Schwartz, pero insiste en que ella “fue parte de un riguroso proceso de reporteo y edición”. A pesar de lo cual, ante los cuestionamientos de The Intercept, bajó considerablemente el tono de lo que antes sostuvo como comprobado:
Un portavoz del New York Times retiró el encuadre del exitoso artículo de que la evidencia muestra que Hamas había convertido la violencia sexual en un arma, (y lo reemplazó por) una afirmación más suave de que “pudo haber habido un uso sistemático de agresión sexual”.
En el naufragio, nadie quiere aceptar que llevaba el timón. El 9 de febrero, ante los cuestionamientos de los estudiantes en una conferencia en la Universidad de Columbia, el propio Gettleman se justificó alegando que no era su papel generar “evidencia” sino “documentar, presentar información y darles voz a las personas”.
Más allá de la reportería individual, lo que se muestra es la coincidencia de la hasbará o propaganda israelí, diseñada primero para distraer del genocidio en Gaza y después para justificarlo, con el New York Times, cuyo inmenso prestigio o queda en duda por procedimientos periodísticos débiles o es calladamente puesto al servicio del exterminio.
Y siempre, pisoteando a las víctimas cuya memoria dicen defender. “Les suplico que dejen de difundir mentiras, hay una familia y niños”, reprochó Thali, la hermana de la joven asesinada.
Es difícil dudar que en esta guerra hay abusos sexuales graves, terribles y frecuentes.
Por parte de ambos lados, como ocurre en todas las guerras: una de las enormes faltas de esta campaña que centra todo en Hamás es ignorar que los soldados israelíes también son perpetradores de crímenes sexuales contra las mujeres palestinas.
Por ejemplo, el Monitor Euro-Mediterráneo de Derechos Humanos presentó el 27 de febrero un informe con testimonios de mujeres que sufrieron “violencia sexual, tortura, trato inhumano, registros al desnudo, acoso sexual y amenazas de violación mientras eran arrestadas y retenidas por las fuerzas del ejército israelí”.
La pregunta es: ¿en qué estado queda la seriedad del New York Times?
Actualización: nuevo informe de la ONU sobre violencia sexual cometida por Hamás y por autoridades israelíes
El día de hoy lunes 4, después de que enviamos este análisis a suscriptores de pago, la ONU dio a conocer un informe que establece que miembros de los grupos islamistas que atacaron Israel el 7 de Octubre cometieron graves abusos sexuales -incluidas violaciones individuales o tumultuarias- “contra algunas mujeres y niñas”. Esto confirma lo que mencionamos de que los milicianos de Hamás no habrían respetado la intimidad de las mujeres a las que asesinaron sin motivo.
Sin embargo, el documento aclara que determinar la extensión de esta violencia podría “tardar meses o años" y "es posible que nunca se sepa por completo”.
Es decir, lo informado por la ONU no puede ser usado para apoyar la afirmación del reportaje del NYT de que Hamás ordenó una violencia sexual masiva y sistemática, empleándola como arma de guerra. La ONU señala hechos puntuales cometidos por individuos o grupos, y no una táctica bélica ordenada por la dirigencia islamista para infligir mayor dolor.
Ambas son acusaciones extremadamente graves pero aún así, distintas en su alcance y consecuencias.
La enviada especial de Naciones Unidas, Pramila Patten, y su equipo de nueve personas no realizaron una investigación independiente en el terreno, sino que hablaron con testigos y ex-rehenes, y revisaron videos e imágenes.
Pese a ello, tampoco pudieron entrevistar a víctimas, por diversas razones, entre ellas que “el escrutinio mediático nacional e internacional de quienes hicieron públicos sus testimonios dificultó el acceso a las sobrevivientes de los ataques”. Aunque la ONU no indica casos concretos, es muy posible que el malestar de la familia de Gal Abdush con el tratamiento que le dio el NYT sea uno de ellos.
De esa forma, “el equipo de la misión recibió información clara y convincente de que se produjeron actos de violencia sexual, incluidas violaciones, torturas sexualizadas y tratos crueles, inhumanos y degradantes, contra algunas mujeres y niños durante su estancia en cautiverio y tiene motivos razonables para creer que esta violencia puede estar todavía en curso” en Gaza, contra quienes permanecen en cautiverio.
El informe incluye críticas a la forma en que las autoridades israelíes han reunido pruebas de violencia sexual y les solicita que permitan que otras entidades de las Naciones Unidas investiguen el asunto.
Y pide que la información se atenga “a los más altos estándares”, “dados los riesgos de que la retórica incendiaria y los titulares sensacionalistas incrementen las tensiones”. Esto puede entenderse como una queja velada por trabajos periodísticos deficientes o manipulados, como el que analizamos en este artículo.
Además, la ONU apunta a lo que las autoridades israelíes han intentado mantener oculto: que sus fuerzas de seguridad israelíes y colonos de los asentamientos ilegales son responsables de "tratos crueles, inhumanos y degradantes (cometidos contra) las palestinos detenidos, incluida la violencia sexual en forma de registros corporales invasivos que incluyen toques no deseados en zonas íntimas y obligar a las mujeres a descubrir el velo; palizas, incluso en las zonas genitales; amenazas de violación contra mujeres y amenazas de violación contra miembros femeninos de la familia (esposas, hermanas, hijas) en el caso de los hombres”.
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