"Exiliados en el propio país": 2a parte de la crónica sobre Rubén Espinosa
Periodistas se solidarizan con colegas exterminados en Gaza / Murga de La Coraza / Entrevista caso Narvarte
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Llegamos a Washington, D.C.
La persecución de migrantes, minorías y disidentes políticos en Estados Unidos hace retroceder a ese país, en términos de derechos y libertades, a mediados del siglo XX.
En junio, hicimos la cobertura de la resistencia social en Los Ángeles, California.
Ahora toca hacerla del otro lado del continente.
Contenido:
1- Protestas de periodistas en solidaridad con los colegas en Gaza
2- De La Coraza: Murga para los periodistas asesinados en Gaza
3- VIDEO. Impunidad sistémica en la masacre de la Narvarte
Artículo principal:
4- Crónica: Exiliados en el propio país
Segunda parte del texto sobre el fotoperiodista Rubén Espinosa, una de las cinco víctimas de la masacre de la Narvarte, publicada en el libro “No se mata la verdad”, de Témoris Grecko.
Participaciones semanales en mesas de análisis:
Martes en #AstilleroInforma de 2 a 3 de la tarde, hora CDMX (GMT-6).
Miércoles en Periodistas Unidos de 4.30 a 5.30 de la tarde.
Jueves en Rompeviento TV de 10 a 11 de la mañana.
Protestas de periodistas en solidaridad con los colegas en Gaza
Este sábado próximo en Ciudad de México, dentro del acto político cultural, se leerá un comunicado por los periodistas de Gaza
Este martes, periodistas y sociedad civil llevaron a cabo protestas en cuatro ciudades mexicanas.
Guadalajara
Ciudad de México
Zacatecas
Chilpancingo
Murga para los periodistas asesinados en Gaza
Versión de “A redoblar”, del grupo uruguayo Rumbo, por el fantástico coro La Coraza, de María Emilia Martínez. Visita su Instagram.
Entrevista en Periodistas Unidos
Impunidad sistémica en la masacre de la Narvarte
La hermana del fotoperiodista asesinado Patricia Espinosa y el abogado de las familias de las víctimas de la masacre de la Narvarte, Edgardo Calderón, explican cómo es que, a 10 años del crimen múltiple, la impunidad se mantiene de manera sistémica, por una fiscalía que protege sus abusos más allá de quién la encabece.
Documental “No se mata la verdad”
Este es el tráiler de nuestro documental “No se mata la verdad” (Dir. Coizta Grecko, 2018) en el que presentamos, entre otras historias, la de Rubén Espinosa (en aquel entonces, México era más peligroso para el periodismo que Medio Oriente… hizo falta un genocidio para cambiar la referencia).
Míralo completo en YouTube, aquí.
Artículo principal
Exiliados en el propio país
Segunda parte de la crónica sobre Rubén Espinosa y la masacre de la Narvarte, publicada en mi libro “No se mata la verdad” (HarperCollins, 2020).
Puedes encontrar la primera parte aquí.
Por Témoris Grecko
En la agradable temperatura nocturna del Caribe, los bastidores de madera habían sido convertidos en armas mortales. Durante el día, hasta ese día, habían servido para que los presos los utilizaran como telares, montando gruesos carretes de hilo sobre ellos para, con la veloz precisión que conquista la experiencia, urdir las coloridas hamacas de las que obtenían su único ingreso. Ahora se preparaban para la defensa del Módulo 2 de la Cárcel Municipal de Carrillo Puerto, y la primera urgencia fue romper los palos y afilarlos para dotarse de armamento: los internos del Módulo 1, el de los de alta peligrosidad, vendrían con pistolas y tubos, pero los encontrarían listos y atrincherados.
El objetivo era Pedro Canché, indígena maya, periodista preso bajo cargos fabricados como represalia por ofender el orgullo de Roberto Borge, gobernador del estado de Quintana Roo. La orden inicial había sido hacer de él un ejemplo, encerrándolo por unos 20 años, o acaso menos si daba señales de haber entendido el mensaje, de sumisión inequívoca a la figura del mandatario estatal. Hizo lo contrario: llamó la atención, obtuvo ayuda, involucró a defensores de derechos humanos y, por si fuera poco, denunció sistemáticamente las pésimas condiciones de la prisión, con cartas que escribió a lápiz y sacó a escondidas para su publicación en internet, y en las que reveló el autoritarismo de Borge, los negocios sucios de sus funcionarios y la complicidad de la prensa local.
No había entendido y se mantenía en resistencia. El radio rumor carcelario anunció que “El Picos”, “El Payaso”, “El Mono”, “El Shangái”, “El Coquis” y otros 15 reclusos, lanzarían un ataque desde el Módulo 1 para asesinar a Canché. “Él es un compañero de nosotros, es una persona que no le hace daño a nadie, al contrario apoya a todo el que puede”, sostuvo Agustín Chávez, un joven inmigrante de origen hondureño. Sus compañeros del Módulo 2 resolvieron protegerlo. Se apostaron en rincones clave en la entrada del recinto y junto a la celda del reportero, a quien le pidieron hacerse fuerte adentro. Hombre opuesto a la violencia, Canché tuvo que buscar cómo defenderse. Decidió recurrir al arma histórica de la prensa: “voy a usar un lápiz, le sacaré mucha punta, se lo clavaré en la yugular o en los ojos a cualquiera que se asome”.
El patio central del Módulo 2, de unos 5 x 20 metros, carece de techo pero está bloqueado por rejas. Sobre el techo, los policías observaban la movilización. Y como quien aguarda un espectáculo, tranquilamente esperaban.
***

Pedro Canché se sujetó de los barrotes de su celda. Me miró a los ojos. Luego pareció querer valorar la hechura de los fierros, el diámetro, la solidez con la que se pretende someter no sólo los cuerpos, aseguró, también las ideas. Parecía acariciarlos, como si esperara sentir un destello de calidez en la lisa frialdad metálica. Sacó los brazos de piel morena oscura hasta casi tocarme. Tenía estatura media, 46 años, algo de sobrepeso, las manos duras y los rasgos gruesos de indígena maya: “Es horrible estar aquí, en esta prisión, encerrado por una falsedad. Es muy complicado. Esperemos que pronto ya no haya impunidad en el país. Que no haya impunidad, que no encierren a inocentes, como los políticos que con el poder pueden fabricar expedientes y encerrarnos por la libertad de expresión, por pensar. Encerrarnos por pensar es algo que no se ha superado en este siglo XXI, en México y en otros países”.
Habíamos logrado introducir un teléfono móvil con ayuda de Canché y un poco de cara de perro, confiando en que no nos harían pasar por el detector de metales. Tuvimos suerte. Así pudimos videograbar su testimonio y conocer el Módulo 2 en uno de sus buenos momentos, animado por conversaciones y risas, coloreado por las hamacas en proceso de fabricación. Compré una, muy bien hecha, en 800 pesos (45 dólares).
El escenario era el estado de Quintana Roo, el que ostenta las costas idílicas del Caribe mexicano, el del potente tesoro turístico que es Cancún, en el que el gobernador Borge y sus asociados establecieron un régimen pirata, en donde los dueños de terrenos en las playas más bellas –desde comunidades indígenas hasta ciudadanos extranjeros- han sido despojados con la complicidad de las autoridades, que falsifican firmas y documentos para amparar legalmente los ataques de golpeadores.
Pedro sostenía un blog periodístico que llevaba su nombre. Pero su poder, como el de Moisés Sánchez, radicaba en lanzar al mundo las noticias de la zona maya de la histórica población de Carrillo Puerto y sus alrededores, que de otra forma sería un hoyo negro informativo, para que las retomen otros medios de comunicación.
Un ejemplo fue el de la represión policiaca contra las protestas indígenas por las alzas en el precio del agua, del 19 de agosto de 2014: la mayoría de los diarios del estado sigue perrunamente la línea marcada por el vocero del gobernador y omitió mencionar los hechos.
Pero Canché los transmitió por internet, en directo.
Carrillo Puerto es un lugar especial para los mayas. Su nombre original es Chan Santa Cruz porque la leyenda dice que aquí fue donde, en el tronco de una ceiba –árbol sagrado para los lugareños- apareció una cruz parlante, en 1847, que les ordenó lanzar una guerra de liberación contra los terratenientes blancos, que los sometían a una servidumbre de carácter feudal. Sus victorias iniciales les permitieron fundar un estado teocrático que, gracias al interés británico de extender su influencia desde el territorio vecino de Belice, logró que el imperio de la reina Victoria le otorgara su reconocimiento y le vendiera armas, y se sostuvo hasta su derrota militar en 1901 (año también de la muerte de la monarca).
Así vieron retornar el racismo y las brutalidades contra las que se habían rebelado. Canché me explicó que en 2014 hubo una epidemia de dengue hemorrágico de la que casi nadie supo: el gobierno local ordenó que fuera mantenida en secreto para no espantar el turismo que llega a Cancún y la Riviera Maya, aunque hubo más de 5 mil muertos, incluyendo a una tía y una prima de Pedro: “Para ellos somos puros indios, nada que les importe”.
Más de un siglo después de la caída de Chan Santa Cruz, la policía volvió a cargar contra la gente desarmada, practicando una violencia sin discriminación. Golpearon por igual a manifestantes y a quienes sólo pasaban por ahí, arrestaron lo mismo a adultos que a niñas pequeñas en bicicleta.
“¡Muera el PRI! ¡Muera el PRI!”, se escucha en el video que transmitió Pedro. “¡Viva la lucha campesina! ¡Viva la cultura maya! ¡Que muera el mal gobierno!” corean los hombres. “¡No tenemos su profesión, no tenemos dinero, somos campesinos!”, grita una mujer. “¿Por qué agreden a su pueblo?”, reprocha otra persona.
Después de que el semanario Proceso publicó la nota de Canché, el vocero del gobernador, Rangel Rosado, envió una carta acusándolo de haber provocado un motín con gente pagada, la prensa local replicó las calumnias y un juez libró una orden de aprehensión en su contra. Estuvo cinco días escondido pero “entonces me enojo, voy y lo reto”.
“Te hablo como mi trabajador porque yo te pago. Soy el pueblo”, le espetó Canché a Borge en un video que subió a YouTube el 24 de agosto. “Gobernador, como mi empleado estás fallando. Por dignidad deberías renuncias. Lo reto a debatir en el parque principal y aquí voy a esperarlo. Aquí lo voy a esperar hasta que se derritan los polos sur y norte. Espero que usted venga pronto y hagamos un debate de ciudadano patrón a gobernador empleado. No tenga usted miedo. Aquí los mayas no comemos a las personas. Somos pacíficos. Yo lo invito”.
Había tocado un punto frágil. Roberto Borge comparte con Javier Duarte el haber llegado a la gubernatura porque su antecesor Félix González Canto, su padrino político, lo consideró débil de carácter y fácil de manejar. Y como Duarte, Borge sufrió bullying a lo largo de su vida, y sus rencores e inseguridad se convirtieron en prepotencia y desprecio por quienes considera inferiores.
Y el indio Pedro osó tratarlo como a un subordinado.
***
Si Borge tiene algún sentido del humor, está reservado para las personas de ciudad. En Cancún, entrevistamos a Norma Madero, directora del semanario Luces del Siglo. En mayo de 2012, ella fue a una de las tiendas Oxxo (que son casi los únicos puntos de venta de publicaciones en el estado) y se dio cuenta de que la revista que mostraban no era la que había impreso el fin de semana: ofrecían un clon elaborado por empleados estatales.
Madero llamó para quejarse y Roberto Borge, “en su simulación, sarcástica incluso, me dice ‘mañana, aunque sea día festivo, el procurador te va a atender’, cuando evidentemente no había cordialidad entre él y yo”.
El resultado llegará algún día a un museo del absurdo. Les hacían cambios menores a las imágenes, casi limitándose al texto. Así, sobre una caricatura en la que el gobernador aparece a punto de aplastar a sus críticos con un mazo, el título “Borge siembra el terror” fue reemplazado con el de “Mano dura contra la delincuencia”, y en el arma inscribieron la leyenda “justicia”. En interiores, las cabezas y el contenido de los artículos fueron reescritos favorablemente al mandatario, aunque “respetando” las firmas de los reporteros.
En otro número, el titular “Ignora Borge decálogo de mujeres” fue sustituido por “Impulsa Borge acciones a favor de las mujeres”. La necesidad del gobernador de presentarse como cercano al presidente Peña Nieto, y de sentirse identificado con él, fue satisfecha en portadas en las que aparecían como amigos, como una en la que los colocaron a ambos unidos en una carcajada, sobre la sentencia “Promesas cumplidas. Quintana Roo avanza”.
A lo largo de 4 años, clonaron 40 ediciones impresas de Luces del Siglo, más 30 sólo en versión digital.
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Para el atrevimiento de Canché, Borge reservó otro talante. El 30 de agosto de 2014, seis días después de la publicación del reto a debatir, arrestaron al periodista bajo cargos de sabotaje contra el sistema de agua. Al ser ingresado en la cárcel municipal de Carrillo Puerto, “me dan una bienvenida con golpes, lo normal”, pero en la noche otros presos le obsequiaron el tratamiento ordenado, denunció, por el gobernador Borge y su director de Seguridad Pública, Gerardo Espinoza: sobre el techo del Módulo 1 “estaban los policías mirando la escena, como si fuera una pelea de box, una obra de teatro. Me lesionaron las cervicales, el manguito rotor y los homóplatos, me dejaron inconsciente”. Lo dejaron tirado
La acusación de sabotaje era insostenible. La única evidencia era una fotografía en la que Canché aparece grabando la represión policiaca: “El delito es informar”, repuso el acusado. La abogada Aracely Andrade y la organización Article 19 tomaron su defensa. A pesar de la fragilidad del caso, tardaron medio año en lograr que un juez admitiera un recurso de amparo, pero después el mismo magistrado lo desechó sin argumentar su cambio de opinión. Cuando el periodista le preguntó por qué, le respondió que “esto es algo político. Hay orden de dejarte adentro 20 años. ¿Por qué no te buscas un buen negociador? ¿Por qué no buscas alguien que vaya a hablar con él gobernador, aceptas sus términos y pues se acabó el expediente y tú sales y te vas”.
Borge se molestó, sin embargo, porque la denuncia de este procedimiento irregular llegó a medios nacionales, así que “mandó a quitarme lápices, plumas con las que yo escribía” las notas que solían ser transcritas y subidas a su “Diario de un prisionero de conciencia”, en internet; y “ordenó asesinarme, empezaron a preparar el atentado. Decían que me colgarían de las rejas para que pareciera un suicidio. Había muchos rumores. Que te peligre la vida hace que la adrenalina suba, suba, suba y siga subiendo. Hasta ahora se mantiene alta, muy alta, y eso al final crea ansiedad, crea depresión cuando esto baja”.
***

De pie en primera fila pero sin asientos para acomodarse, los policías no intervendrían. Sí pasaron el aviso, sin embargo, de que “ya estábamos preparados para recibirlos”, recordó Agustín Chávez, y “para corroborar la información, del otro módulo mandaron a cinco personas y vieron que íbamos a defender al señor Pedro, y ya no quisieron venir”.
Canché se había convertido en un problema de imagen para el gobernador, mucho más allá de los límites de su estado. Article 19, la organización francesa Reporteros Sin Fronteras y otros grupos presentaban el caso en foros internacionales. “Un periodista que es asesinado no puede hablar, no puede defenderse, no puede aportar ninguna pista, ya es dolor y ya lo olvidan”, me dijo el reportero, pero “es más fácil olvidar a un muerto que olvidar a alguien vivo que está sufriendo”.
El gobernador recibió otro golpe de opinión pública a través de su vocero, Rangel Rosado: un hacker se apoderó de sus cuentas de Twitter, Facebook y Hotmail, y las usó para obtener y exhibir fotografías y documentos que demostraban que habían clonado Luces del Siglo, que desde la oficina de Rosado se maquilaba información falsa contra rivales políticos, que ésta era replicada por los periódicos favorecidos con publicidad oficial, que reporteros recibían sobornos y que el mismo Borge había autorizado la operación contra Canché.
Mantener al periodista maya en prisión se hizo insostenible. Aunque finalmente se emitió el fallo que lo pondría en libertad, persistía la amenaza de que el gobernador Borge decidiera ajustar cuentas de otra forma. Al salir Pedro, en la medianoche del 28 al 29 de mayo de 2015, dos abogados de Article 19 y del grupo de activistas Equipo Indignación lo sacaron del estado hacia el vecino Yucatán, donde lo subieron a un vuelo a Ciudad de México.
Con los nueve meses de encierro le cayeron encima diez años de edad, lamentaba Canché. Uno no lo hubiera dicho por su aspecto físico, que no dejaba de ser sólido. Tampoco era en la brillante piel morena donde aparecían sus marcas. Las secuelas físicas eran internas, como las emocionales, y lo acompañarán hasta el final de su vida. Ya no podrá darse el gusto de nadar hasta aguas profundas, como le gustaba hacer. Se preparaba para que los médicos le insertaran prótesis metálicas.
Unos meses más tarde, pudo retornar a Carrillo Puerto, a pesar de que Borge seguía en el poder y continuaban el acoso, las amenazas y las campañas de difamación. Pedro no aceptaría una derrota moral: “No podemos vivir con un temor. Tengo que hacer mi vida y aprender a vivir con estas circunstancias de peligro. Si me asesinan, pues que pase, no puedo estar siendo prisionero de ellos en mi casa, siendo prisionero de ellos en mi mente”.
Lo afirmó recargado en la puerta de su celda, en la prisión en la que casi lo asesinan, a donde se atrevió a regresar con nuestro equipo de filmación para darnos la entrevista. Nos hizo entrar. Aunque había pasado un año, los presos no habían borrado las inscripciones que él había hecho en la pared. Como la que rezaba: “La cárcel, el barco rompe las olas del tiempo en busca de la libertad”. Aunque nos mostró que los espacios para acostarse sólo eran cuatro, recordó que “aquí había seis, ocho personas. Aquí era donde nos lavábamos. Éste es el baño. Las escobas… ahí está todavía mi escoba. Aquí están mis trastes todavía. Me encerraron físicamente, pusieron mi cuerpo aquí, pero mis pensamientos eran libres”.
“Brindo mi libertad a los periodistas muertos por ejercer un periodismo independiente”, celebró, “a los que no tuvieron el privilegio de tener una abogada y una organización que los apoyara, los que no tuvieron cómo defenderse”.
Su decisión era no rendirse. Mantener la fe en el sistema judicial. Creía poder conseguir que los jueces llamaran a cuentas al gobernador, en que “la justicia va a llegar a Roberto Borge. Él estará en una celda igual. La venganza es dulce, el perdón tiene mil sabores, todos deliciosos, pero yo prefiero la justicia.”.
***
Posaban Pedro Canché y Jorge Sánchez, el hijo de Moisés. Rubén Espinosa los retrataba, reticente a tomarse una foto grupal, pero finalmente accedió. En la imagen, a los lados, Pedro y Rubén sonríen. Jorge aparece enmedio, con seriedad de árbitro.
Se reunieron en un restaurante de la colonia Roma, en Ciudad de México. Era el 16 de junio de 2015: Canché ya había pasado más de dos semanas escondido ahí; Jorge visitaba Ciudad de México para reunirse con el fiscal especial de libertad de prensa; Rubén se había autoexiliado sólo cuatro días atrás. Con ellos estaban, también, Nadia Vera, el activista veracruzano Julián Ramírez, una académica y un fotógrafo chilango que apoyaba a Espinosa monitoreando sus movimientos.
Hablaban sobre los gobernadores de sus respectivos estados, a quienes les encontraban más de una similitud. Según Rubén, “Borge parece hermano gemelo de Duarte”. Son prepotentes y violentos, los dos crecieron como víctimas de bullying y odian a los periodistas.
En el grupo, Nadia es la que lleva más tiempo desplazada, con medio año. Días antes de marcharse de Xalapa, una cámara de Rompeviento TV la entrevistó en donde vivía entonces: “A Regina Martínez la mataron y no pasó nada. Acaban de matar también a Gregorio Jiménez, otro periodista, y no pasó nada. Llevamos cuántos periodistas asesinados y no ha pasado nada”, denunció, “porque el narco es el que gobierna en este Estado. El narco es que el está rigiendo, los Zetas, literalmente, son los que tienen todo este Estado manipulado”.
“Responsabilizamos totalmente a Javier Duarte de Ochoa, gobernador del Estado, y a todo su gabinete, sobre cualquier cosa que nos pueda suceder”: así quiso dejar constancia de un temor que no ha desaparecido. En el encuentro con sus compañeros de tragedia, estaba temblando. “Mira cómo me erizo”, musitó al mostrarle los vellos del brazo a Canché.
Rubén tampoco terminaba de convencerse de que Ciudad de México era plenamente segura para ellos, pues el enemigo se mostraba poderoso: “No es un cacique local, es el gobernador, el fan del dictador Franco”. “¿Tú crees que Duarte es un coleccionista de periodistas muertos, con la complicidad del presidente Enrique Peña Nieto”, le preguntó Canché. Espinosa no lo veía como coleccionista, sino como a “un criminal solapado por el presidente Peña Nieto, quien ya debería haberlo destituido, pero se complace en su política antiperiodistas. Más que destituirlo hay que procesarlo, pero son parte de la misma mafia y eso lo veo lejano”.
Como pasaba de media noche e iban a cerrar el local, Canché invitó a sus amigos a la casa protegida donde lo alojaba la organización de defensa de la libertad de expresión Article 19, un lugar agradable con una cocineta. Ahí siguieron conversando de periodismo, pero el tema ya no eran los problemas inmediatos, sino los de largo plazo, los que plagan esta profesión desde sus primeros días en México. Rubén les describió cómo es que, con las nuevas generaciones, siempre enfrentaba “el dilema de decirles a esos recién egresados que hay dos tipos de periodistas. Los que se venden, charolean para el gobierno, tienen varios sueldos y siempre andan en las comidas ostentosas. Esos tienen buena casa, autos, fiestas, viajes. Y están los del otro grupo, los que queremos retratar la realidad, pero de este lado recibiremos un mal sueldo, no habrá privilegios ni regalos ni premios apócrifos… el pago serán amenazas, persecución y muerte, incluso de la familia”.
Espera la tercera parte, la próxima semana.
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