Premios Oscar: actores y actrices enfrentan la censura, piden cese al fuego en Gaza
Hollywood se torna crítico con Israel / Judíos rechazan que secuestren el Holocausto / Ecos de Aaron Bushnell
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Hannah Arendt lo llamaba “la banalidad del mal”. Esta filósofa alemana de origen judío encontró que un hombre juzgado y condenado como criminal terrible del régimen hitleriano, Adolf Eichmann, no tenía un odio particular por los judíos ni padecía enfermedades mentales. Solo era un subordinado meticuloso que cumplía órdenes con toda eficiencia. Aunque su burocrática tarea fuese organizar la “solución final” para los judíos. El exterminio hecho banalidad.
Algo parecido ocurre con los testigos que no quieren ver o escuchar, entender o intervenir, ante el hecho ostensible del mal. La gente buena, las personas decentes que estuvieron cerca o fueron parte pasiva del esclavismo, del sur de Jim Crow (caracterizado por persecuciones y linchamientos de negros), del apartheid… o de los campos de concentración del Holocausto. Como las familias de los oficiales nazis que eran parte de la misma maquinaria que Eichmann.
El Holocausto sufre por las tantas interpretaciones y usos que se hacen de él, para explicar otros crímenes. Nunca, como ahora, se había empleado ese genocidio para justificar otro genocidio.
Pero en el mundo fantástico de Hollywood, el Holocausto ha servido por décadas para reprimir y censurar. Argumentos críticos con Israel por la ocupación de los territorios palestinos, o parcialmente inadecuadas para la narrativa colonialista israelí, han sido descartados para su filmación, o alterados para eliminar lo que es molesto, o enlatados si habían logrado rodarlos, o condenados al cajón de audiencias reducidas.
Personalidades desconocidas o fulgurantes de la actuación, dirección, producción, guionismo y otras áreas, vieron su carrera saboteada o disminuida por haber elevado su voz ante los abusos contra la población palestina. Muchas más, prefirieron callar.
Mira lo que hacemos ahora
Nada de lo anterior pareció haber ocurrido antes de la noche de la entrega de los Oscar, el domingo pasado. La ceremonia empezó con retraso porque, en las calles, miles de personas exigían alto al genocidio en Gaza.
Y el actor Mark Ruffalo -cómplice excelente de Emma Stone para burlarse del machismo en “Pobres Criaturas”-, a pesar de que en 2021 fue obligado a retractarse de una expresión de apoyo a Palestina, esta vez celebró la demora sin reparos, ante toda la prensa y sobre la alfombra roja, al llegar al teatro de la ceremonia.
Uno de los Premios (a la Mejor Película Internacional), en un contexto en el que recordar el Holocausto vuelve a serle de gran utilidad a la violencia israelí, fue para una película que trata sobre el Holocausto. Se enfoca en la familia de un oficial nazi que vivía junto al campo de concentración de Auschwitz: “La zona de interés”.
Pero el director y el productor, Glazer y Wilson, ambos de nombre Jonathan, origen judío y nacionalidad británica, no se dejaron usar por la propaganda belicista.
Cuando subieron a recoger la estatuilla, fue Glazer quien lo hizo vocal, dedicándole su momento de gloria a un pueblo al que algunos quisieran que odiara:
Todas nuestras decisiones [a la hora de hacer la película] buscaban reflejarnos y confrontarnos en el presente. No para decir ‘mira lo que hicieron entonces’, sino ‘mira lo que hacemos ahora’. Nuestra película muestra a dónde nos lleva la deshumanización. Ahora comparecemos aquí como hombres que se niegan a que su judaísmo y el Holocausto se vean secuestrados por una ocupación que ha llevado al conflicto a tantas personas inocentes, ya sean las víctimas [de los ataques de Hamás] del 7 de Octubre en Israel o del ataque que se está llevando a cabo en Gaza.
Hollywood, meca de la hasbará
Para promover su imagen, Israel tiene literalmente en la mira a Hollywood y sus estrellas. En 2017, en los días previos al evento de los Oscar de aquel año, se conoció que algunos de los millones de dólares del presupuesto inusualmente alto que el gobierno israelí había destinado a la promoción de la Brand Israel (Marca Israel), se estaban empleando para atraer a 26 de los nominados -como Leonardo DiCaprio y Matt Damon- a hacer tours por ese país, con lujosos paquetes turísticos de 55 mil dólares. Eran parte de bolsas de regalo con valor total de 200 mil dólares.
Una contra-campaña (organizada por el grupo Voz Judía por la Paz), y en general la molestia con las políticas ultraderechistas del gobierno de Netanyahu, hicieron fracasar la jugada.
Un año después, el portal The Times Of Israel publicó una nota titulada: “Israel invitó a 26 estrellas del Oscar a visitar. Hasta ahora, ninguna lo ha hecho”.
Esto no significaba, por supuesto, que hubiera flaqueado la capacidad de las fuerzas pro-Israel de actuar contra los pocos que osaban hacer públicas sus críticas. La comunidad judía tradicionalmente ha tenido un papel clave en la industria cinematográfica californiana, como documentan Tony Shaw y Giora Goodman su libro “Hollywood and Israel: A History”.
La propaganda israelí es llamada “hasbará” o explicación, de la que, según Shaw y Goodman, "Hollywood siempre ha sido un punto focal, tanto dentro como fuera de la pantalla". Ha servido para mostrarles a las audiencias (primero que nada, la estadounidense pero también las del mundo) que los israelíes son primos de los estadounidenses amantes de la libertad, arquitectos de una democracia multiétnica que se defienden frente a hordas terroristas, o cualquier cosa que anime a los poderosos a apoyarlos.
Estos vínculos profundos ayudaron a que figuras como el autor Leon Uris (quien permitió a funcionarios israelíes realizar ediciones previas a la publicación de su novela “Éxodo”), el actor Kirk Douglas (quien “trabajó estrechamente con funcionarios de la hasbará para convencer a los medios internacionales de que La invasión israelí del Líbano había sido necesaria”, en 1982) y la actriz Elizabeth Taylor se inclinaran a utilizar su fama en beneficio de Israel.
Esta relación también fue beneficiosa para los estudios, explican Shaw y Goodman, aunque fuera necesario mirar para otro lado cuando se ponían frente a la crueldad. Es la banalidad del mal.
Al filmar “Salomé” (1953), impusieron un toque de queda nocturno en la ciudad árabe de Nazaret para despejando así las calles. O ese mismo año, para rodar “The Juggler”, en la que Kirk Douglas interpreta a un sobreviviente del Holocausto, utilizaron la aldea de Iqrit, de donde apenas cinco años antes la población palestina había sido expulsada de sus casas, cuyos escombros seguían ahí tras ser destruidas por el ejército israelí. “Construir una aldea árabe en ruinas como Iqrit”, observó el director Edward Dmytryk, hubiera costado “un cuarto de millón de dólares”. Historias trágicas de conquista y expulsiones dieron lugar a rodajes en lugares baratos.
En 2008, en el Los Angeles Times, el periodista Joel Stein encontró una lista de jefes del cine en un anuncio que ellos publicaron en ese mismo periódico. Tituló su artículo: “¿Quién manda en Hollywood? ¡No te hagas!”
¿Cuán profundamente judío es Hollywood? Cuando los jefes de los estudios publicaron un anuncio de página completa en Los Angeles Times hace unas semanas para exigir que el Screen Actors Guild (SAG, sindicato de actores) liquidara su contrato, la carta abierta estaba firmada por: el presidente de News Corp., Peter Chernin (judío), el presidente de Paramount Pictures, Brad Gray (judío), el director ejecutivo de Walt Disney Co., Robert Iger (judío), el presidente de Sony Pictures, Michael Lynton (sorpresa, judío holandés), el presidente de Warner Bros., Barry Meyer (judío), el director ejecutivo de CBS Corp., Leslie Moonves (tan judío que su tío abuelo fue primer primer ministro de Israel), el presidente de MGM, Harry Sloan (judío) y el director ejecutivo de NBC Universal, Jeff Zucker (megajudío). Si cualquiera de los hermanos Weinstein hubiera firmado, este grupo tendría no solo el poder de cerrar toda la producción cinematográfica sino también de formar un minyan con suficiente agua de Fiji disponible para llenar una mikve.
La persona a la que le estaban gritabando en ese anuncio era el presidente del SAG, Alan Rosenberg (adivinen). La mordaz refutación del anuncio fue escrita por el superagente de entretenimiento Ari Emanuel (judío con padres israelíes) en el Huffington Post, propiedad de Arianna Huffington (no judía y nunca ha trabajado en Hollywood).
Por cierto: el autor del artículo, Joel Stein… también es judío 😊
Más adelante en el artículo, Stein comparte satíricos esloganes promocionales:
“Hollywood: ¡Más judía que nunca!”; “Hollywood: De la gente que les trajo la Biblia”; y “Hollywood: si te gusta la televisión y las películas, a fin de cuentas tal vez sí te caen bien los judíos”.
El autor cuenta que fue a hablar con Abe Foxman, director de una poderosa organización que se dedica a combatir todo lo que cree que es antisemita, la Liga Anti-Difamación. Él le hizo ver que es mala idea hablar de la influencia de los judíos en Hollywood.
“Eso es un fraude siniestro”, dijo Foxman. "Significa que creen que los judíos se reúnen en Canter's Deli los viernes por la mañana para decidir qué es lo mejor para los judíos".
El argumento de Foxman me hizo volver a pensar: tengo que comer en Canter's más a menudo.
"Esa es una frase muy peligrosa: 'Los judíos controlan Hollywood'. Lo que es cierto es que hay muchos judíos en Hollywood", dijo. En lugar de "control", Foxman preferiría que la gente dijera que muchos ejecutivos de la industria "son casualmente judíos", así como decir que "los ocho principales estudios cinematográficos están dirigidos por hombres que resultan ser judíos".
La censura sigue
Con esa influencia, a pesar del fracaso sufrido con Brand Israel, siguieron dispuestos a emplear su poder para silenciar y humillar disidentes. Tómese el ejemplo mencionado de Ruffalo, quien tuvo que pedir disculpas por publicar tweets contra la ofensiva sobre Gaza de 2021.
Esa vez, la que no cedió fue Dua Lipa: un grupo irónicamente llamado Red Mundial de los Valores pagó una costosísima plana completa del New York Times para atacarla. “Este es el precio que tengo que pagar por defender los derechos humanos palestinos”, respondió la cantante. “Tomé esta postura porque creo que todos -judíos, musulmanes y cristianos- tienen derecho a vivir como ciudadanos iguales en el país de su elección”. “Me manifiesto en solidaridad con todos los pueblos oprimidos y rechazo todas las formas de racismo”.
En 2023, con el advenimiento en octubre de una nueva guerra, la cultura en los países occidentales volvió a arder, con olas de censura antipalestina.
La lista de casos es larguísima: la Feria del Libro de Frankfurt canceló la premiación de la escritora Adania Shibli porque el director, Juergen Boos, se declaró “en total solidaridad con Israel”; en Berlín, el teatro izquierdista Máximo Gorki canceló una proyección de “La Situación”, del dramaturgo israelí radicado en Berlín Yael Ronen, porque “la guerra es un gran simplificador” y “el ataque terrorista de Hamás nos pone del lado de Israel”; en Italia, el activista egipcio y ex prisionero político Patrick Zaki fue agredido por llamar a Netanyahu asesino en serie, pospusieron una entrevista suya en televisión y cancelaron otros eventos; en Gran Bretaña, suspendieron el concierto por el décimo aniversario de PalMusic UK; en Rochester, Nueva York, el Festival de Cine Testigo de Palestina fue presionado para volverse virtual; al autor vietnamita-estadounidense ganador del Pulitzer, Viet Thanh Nguyen, le impidieron hacer una lectura pública por condenar la "violencia indiscriminada" de Israel contra los palestinos; etcétera, etcétera.
En Los Angeles, las revistas Variety y Hollywood Reporter decidieron hacer sus coberturas de la guerra en Gaza entrevistando exclusivamente a israelíes favorables a la ofensiva.
Y se sucedieron vetos, despidos y ataques contra unas pocas figuras del cine que se pronunciaron públicamente a favor de Palestina, como John Cusack y Susan Sarandon.
Pero así fueron abriendo camino. Después, 55 estrellas de Hollywood firmaron una carta abierta, dirigida a Joe Biden, pidiendo un alto el fuego y denunciado la crisis humanitaria en Gaza. Entre ellas, están Cate Blanchett, Channing Tatum, Jessica Chastain, Joaquin Phoenix, Kristen Stewart y Mahershala Ali.
“Mira lo que hacemos ahora”
La expansión de la disidencia hacia Israel encuentra un catalizador en el genocidio, que es un verdadero sacudidor de conciencias. Pero el descontento con la brutalidad de los sucesivos gobiernos de Netanyahu (y también la de sus rivales de otros partidos cuando han logrado llegar al poder), se ha ido incubando y creciendo a lo largo de casi tres décadas, cavando un brecha que se va haciendo abismo.
Si las celebridades pro-Israel antes eran dominantes en el firmamente hollywoodense, hoy se ve poco más que la mujer maravilla, Gal Gadot. Esta es una de sus fotos sensuales en el uniforme del ejército israelí.
Si alguna vez los Premios Oscar fueron hegemonizados políticamente por películas con contenidos tipo “Éxodo”, ahora no es raro que sean nominadas otras como los documentales “The Gatekeepers” (con las confesiones de seis veteranos de la seguridad israelí) y “5 Broken Cameras” (sobre la resistencia de la aldea palestina de Bil’in) y la ficción palestina “Omar”.
Esto no significa que Hollywood ahora sea anti-Israel. El poder en los estudios no ha cambiado. Pero sí lo han hecho la intensidad y el carácter de esa relación.
“Es difícil no concluir que, en pocas palabras, Hollywood no ama tanto a Israel a la avanzada edad de setenta años como cuando tenía treinta vibrantes años”, sostienen los autores de “Hollywood and Israel: A History”.
Lo acabamos de ver en la última entrega de los Oscar, en la que pudimos ver este rechazo del gremio actoral a ser intérpretes de la banalidad de mal.
Muchas actrices y actores se dejaron ver luciendo el pin rojo del grupo artists4ceasefire (artistas por el cese al fuego). Mark Ruffalo tiró a la basura sus disculpas obligadas para festejar sonriente en la famosísima alfombra roja que los manifestantes hubieran retrasado la ceremonia, aunque le hicieron perder miles o cientos de miles a los organizadores por incumplir los ajustados horarios de las televisoras.
Y los Jonathans judíobritánicos que pudieron revivir el uso del Holocausto como justificador del genocidio, pero se rehusaron a permitir que lo secuestraran, reivindicaron que su identidad judía no los hace cómplices y explicaron que, al hacer su película sobre el pasado, querían confrontar el presente.
No para decir ‘mira lo que hicieron entonces’, sino ‘mira lo que hacemos ahora’.
Hicieron eco de una vida sacrificada en protesta por este exterminio de hoy, la de un soldado que se inmoló para dejar de sentirse parte de él.
La de Aaron Bushnell.
Quien escribió en su último día:
Muchos de nosotros nos preguntamos “¿qué haría si estuviera vivo durante la esclavitud? ¿O en el Sur de Jim Crow? ¿O en el apartheid? ¿Qué haría si mi país estuviera cometiendo genocidio?”
La respuesta es: lo vas a hacer, ya.
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La censura -el shadow banning o prohibición oculta- tiró el tráfico de mis cuentas de redes sociales, haciéndolo caer en 80 y hasta 90%, como expliqué aquí (además, lo reporteé más a fondo aquí).
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