La Fifi-Left se distingue de la plebe
¿Oigan pero quién dice que es incongruente ser de izquierdas y gastar en lujos? Solo Marx, Bourdieu, Luxemburgo, Marcuse, Mujica, AMLO, Sheinbaum, etc.
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Sí fuimos rojillos
ya somos riquillos.
Los Fifi-Leftis
La Fifi-Left se distingue de la plebe
Por Témoris Grecko
Después de décadas en que el neoliberalismo pisoteó el salario mínimo, la 4T ha tenido un éxito indiscutible al impulsar su recuperación sin que, como tanto alertaron otros, enloqueciera la inflación ni descarrilara la economía. Al contrario: fortaleció el mercado interno.
Es correcto que las izquierdas de la 4T y cercanas a ella se congratulen por eso.
Hay algunos dirigentes, sin embargo, que pueden celebrarlo por una razón muy distinta y mucho menos aceptable: porque al comparar cuánto cuestan sus lujos medidos no en moneda nacional sino en esfuerzo cotidiano de los trabajadores de la base (que deben ser los principales beneficiarios de un movimiento que enarbola el lema Primero los pobres), les va mucho menos mal si se usa como base el salario mínimo post-AMLO a que si se emplea el que encontró López Obrador al tomar la presidencia en 2018.
Por ejemplo, ¿cómo se vería si calculamos el costo de sus lujos en salarios mínimos de 2018?
En 2018, con un salario mínimo de 88 pesos al día, una persona tenía que…
Trabajar 91 días —o sea tres meses— para pagar solo una noche (y no varias, como probablemente ocurrió) de 7,700 pesos en el hotel japonés Okura.
O laborar 153 jornadas —5 meses— o hasta 2,045 días —5 años y medio— para comprarse una bolsa Prada (la más barata cuesta 13,500 pesos, la más cara, 178,000).
O echarle ganas 977 días —2 años y 8 meses— para pagar los 86,000 pesos que hay de diferencia entre el boleto en clase ejecutiva a París de Air France (de 103,000 pesos) y el de clase turista (17,000).
O esforzarse 1,136 días (3 años) para cubrir los alrededor de 100,000 pesos que cuesta un viaje en helicóptero privado de Ciudad de México a Toluca.
O darle duro 182 días (más de medio año) para pagar unos tenis Balenciaga (17,000) y 7,738 jornadas (21 años) por un reloj Hublot Big Bang (681,000 pesos).
O chambearle 8,159 días (22 años) para pagar los 718,000 pesos de un collar Love con Diamantes, un anillo Love 3 Diamantes, un anillo Juste un Clou, un reloj Ballon Bleu y un reloj Santos XL, todos de Cartier.
O tempranearle 28,613 días (78 años) para pagar juntos un reloj Patek Phillipe Geneve Aquanut (1,200,000 pesos) y un A. Lange & Söhne Grande Lange (1,318,000 pesos).
O matarse, resucitar y seguirse matando 90,909 días (249 años) para pagar los 8 millones de pesos que cuesta la colección de relojes de cierto funcionario aduanero.
O machetearle 56,818 días (155 años) para pagar los 5 millones de pesos del reloj Richard Mille de cierto diputado sindicalista... por no mencionar su rancho con capilla, plaza de toros, hotel, salón de fiestas, caballerizas y viñedos, que puede costar decenas o cientos de millones de pesos.
Por suerte para ellos, ahora el salario mínimo está en 278.80
Gracias a que el obradorismo más que triplicó el salario mínimo, la persona debe…
Solo trabajar 29 días —un mes— por una de las noches de Andy en el Hotel Okura; o, aunque no se sabe con qué salieron él y sus acompañantes de la tienda Prada de Tokio, si fue una bolsa, pues chambear entre 47 días, por la más barata, y 640, por la más cara.
Solo laborar 303 jornadas por la diferencia entre clase turista y ejecutiva del viaje de Gerardo Fernández Noroña (que dice haber pagado parcialmente, pues el resto lo cubrió el Senado; todo, eso sí, con nuestros impuestos).
Solo darle duro 358 días (un año) por el viaje en helicóptero de Ricardo Monreal y Pedro Haces.
Solo clavarse 62 días por los tenis y 2,442 días (casi siete años) para correr con la comodidad del diputado morenista Sergio Gutiérrez Luna, luciendo el Hublot en la muñeca.
Solo fregarse 2,575 días —7 años— para lucir la joyería Cartier (sin contar la Gucci, la Prada ni todo lo demás) de la diputada del PT llamada #DatoProtegido por orden judicial.
Solo dejar la piel 9,013 días (25 años) por el Patek Phillipe y el Lange & Söhne del senador Adán Augusto López.
Solo matarse 28,694 días —78 años— por los relojes del señor funcionario de Aduanas Alex Tonatiuh Márquez Hernández dice haberse comprado con su humilde salario, entre otros relojitos.
O solo servirle 17,934 días (49 años) al líder de trabajadores Pedro Haces por el reloj Mille... o eternamente, solo para que le dé chance de echarle una mirada a su ranchito Bosque Lago.
Bueno, pero… ¿qué hay de malo si el dinero es suyo y no mal habido?
En algunos casos ―no en todos―, parece muy difícil que con sus sueldos hayan podido pagar esos lujos. Pero ese no es el tema de este artículo, sino la congruencia de personas que piden el voto y la confianza de las personas, gracias a lo cual han llegado a las posiciones que tienen, como representantes de un movimiento de izquierdas que hace bandera de la austeridad republicana.
Ante los cuestionamientos que han recibido, incluso de parte de las presidentas de la República y de Morena, los señalados se han justificado de diversas maneras.
Algunos mintieron, como Ricardo Monreal, que quiso ocultar que fue a España al enorme festejo de su estrecho asociado Pedro Haces; otros han optado por asegurar que los bienes que usan fueron adquiridos antes de tener un encargo público, que no tienen el valor que se les atribuye o que son “viejitos”, pero siguen siendo objetos de lujo con un alto costo, actual.
¿Por qué sienten la necesidad de ostentarlos? No lo han dicho pero algunos expertos en el lujo ya nos han comunicado sus razones.
Por ejemplo:
Tom Ford: “El lujo consiste en tener la confianza de ser uno mismo, que es la máxima expresión de distinción”.
Coco Chanel: “Hay quienes piensan que el lujo es lo opuesto a la pobreza. No es así. Es lo opuesto a la vulgaridad”.
Bernard Arnault: “Los bienes de lujo son el único sector en el que es posible obtener márgenes de lujo”.
Donatella Versace: “El lujo es tener algo que nadie más tiene”.
El factor compartido es poner una distancia con la mayoría de la gente, colocarse por encima de ella, a la que consideran vulgar. Sentirse superior.
Distinguirse de la plebe.
Incluso Arnault, quien como director general de LVMH parece priorizar el negocio, destaca la exclusividad de los artículos de lujo, que tienen un valor y un prestigio elevados y distinguen a sus propietarios como parte de una clase económica elitista.
Una amiga me habló un día de imitaciones de bolsas de lujo que se elaboraban en China en las mismas fábricas donde hacen las originales, con los mismos materiales, diseño, supervisión… son idénticas. Entonces, ¿por qué no comprar esas, mucho más baratas? “Porque lo que distingue no es la cosa sino el precio al que la compraste”.
Hay que tirar el dinero para sentirse distinguido de la gente que no puede tirar el dinero.
Solo que ellos pueden tirar el dinero porque representan a la gente de la que se quieren distinguir.
“Lo que puedes pagar con tu ingreso es correcto”
El senador Fernández Noroña no encuentra alguna incongruencia entre haber sido electo como candidato del Partido de los Trabajadores y gastar innecesariamente en un vuelo a París en clase de lujo cuando podía haber optado por la clase turista. La diferencia es de 86 mil pesos, o mil días de esfuerzo para un trabajador que gana el salario mínimo.
Para justificarse, no dudó en manipular una famosa frase de Benito Juárez que López Obrador suele repetir. Lo escribió en una carta para su hijo, en 1865:
Quiero que seas útil a la patria y que vivas en la justa medianía, que es la que produce la verdadera felicidad, porque evita los excesos que conducen a la miseria o al vicio.
Fernández Noroña la reinventó a su gusto:
Juárez fue muy claro, la media, decorosa medianía, como decía, es en base tu ingreso, la justa medianía decía, lo que tú puedes pagar con tu ingreso es correcto.
Eso dijo el 9 de agosto. Fue irónico porque solo tres días antes, el senador se había burlado de lo mal escrita que estaba la carta con la que quiso defenderse el secretario de Organización de Morena e hijo de AMLO, Andrés Manuel López Beltrán.
Decidí salir de vacaciones a Japón luego de extenuantes jornadas de trabajo.
En realidad, ambos intentaron esconderse detrás del mismo argumento: si lo pagas con lo que ganaste, está bien.
Los cuatro fabulosos
La “justa medianía” juarista no menciona ingresos sino que es una reafirmación de sus principios, como el vivir con lo necesario, sin caer en la pobreza que degrada ni en el lujo que corrompe; rechazar la ostentación para priorizar el servicio público y el bienestar colectivo; y evitar las jerarquías marcadas por la riqueza, promoviendo una sociedad más equitativa.
Principios que el fundador del movimiento, su sucesora en la Presidencia y la líder de su partido reivindican con insistencia, porque parece que cuesta que les pongan atención.
Es cierto que Luisa María Alcalde advierte que hay una campaña de la derecha para generar divisiones en la 4T. De eso no hay duda: la oposición ha demostrado que convertirá en municiones todo el material que pueda encontrar, con razón y sin ella.
Pero el material lo están poniendo los Fifi-Leftis del lujo. Si no es ahora, que el obradorismo concentra todo el poder, cuando hay que denunciarlos, ¿entonces?
Al ser desafiadas por movimientos populares de gran calado, las oligarquías pueden confrontarlos desde fuera pero también desde adentro, infiltrándolos.
Explico un ejemplo en mi libro “Asante, África”: al caer el régimen racista del apartheid, en Sudáfrica, las élites blancas se encontraron con dificultades para mimetizarse con la nueva dirigencia negra simplemente por el color de piel. No podían entrar al victorioso Congreso Nacional Africano (ANC), que ganaba mayorías electorales superiores al 60%, y pasar desapercibidas mientras se apoderaban de él.
Hicieron lo contrario: incorporar a destacados líderes políticos negros a las direcciones de las grandes empresas. A los más ricos de ellos los apodaron The Fab Four, los F4 o cuatro fabulosos (haciendo eco local de The Beatles): son Cyril Ramaphosa (exlíder sindical y exsecretario general del ANC), Saki Macozoma (expreso político y exsecretario de medios del ANC), Patrice Motsepe (cuñado de un ministro del ANC) y Tokyo Sexwale (exoficial militar del ANC, exprisionero político y expremier de la rica provincia de Gauteng, donde está Johannesburgo), que en 2005 (cuando recorrí el país) reunían más de mil millones de dólares en intereses en algunas de las compañías más grandes del continente, como las mineras Harmony Gold y Gold Fields, la aseguradora Sanlam, la financiera Alexander Forbes Financial Services, así como los gigantes bancarios ABSA y Standard Bank.
En 1985, mientras Nelson Mandela seguía en prisión, líderes empresariales blancos, liderados por Gavin Relly de la minera Anglo American, buscaron y consiguieron reunirse en Zambia, un país vecino, con el liderazgo del ANC en el exilio, incluido un personaje clave, Thabo Mbeki, entonces secretario de publicidad del ANC. Esta reunión marcó el inicio de un esfuerzo coordinado por parte de las grandes compañías para influir en el cambio político y asegurar que la transición post-apartheid no convirtiera a Sudáfrica en un estado socialista. Los F4 se beneficiaron más tarde de los acuerdos con estas empresas. Al llegar la democracia, Mandela fue electo presidente pero cuando se retiró, fue sucedido por el mismo Thabo Mbeki, quien estableció como política de Estado el proyecto llamado “Empoderamiento Económico Negro” (BEE) que no empoderó a la mayoría negra pobre sino al propio Mbeki (su fortuna se calcula en 12 millones de dólares), a los Fab Four y sus asociados.
Mbeki gobernó de 1999 a 2008 y en 2018, el grupo de híperprivilegiados regresó al poder con el actual presidente, el mencionado Cyril Ramaphosa, quien de esta forma pasó de fundar la Unión Nacional de Mineros y el poderoso Congreso de Sindicatos Sudafricanos que pusieron en jaque al apartheid, a tener una fortuna estimada en 450 millones de dólares, con inversiones en minas, telecomunicaciones, bancos y, por qué no, Coca-Cola y McDonald’s.
Aunque el BEE creó una clase media negra y generó algunas oportunidades de capacitación y desarrollo comunitario, sus beneficios se concentraron en una élite bien conectada, dejando a la mayoría de la población pobre con mejoras mínimas en sus condiciones de vida. La persistencia de altos niveles de pobreza, desempleo y fractura social evidencia que el BEE no abordó las desigualdades estructurales de manera efectiva.
Cuando visité Sudáfrica, habían pasado 11 años desde la caída del régimen racista blanco y la llegada de la democracia y de la mayoría negra al poder. Todavía era poco tiempo y persistían las esperanzas de grandes mejoras.
Aunque ya transcurrieron otros 20 años, las estadísticas no reflejan grandes transformaciones: el 55% de la población vive por debajo de la línea de pobreza superior, incluido el 25% que sobrevive por debajo de la línea de pobreza extrema. El Índice Gini de Sudáfrica, que mide la desigualdad de ingresos, es de 0.63, uno de los más altos del mundo.
Los principios éticos y la conciencia política no son genéticos. Mucha gente los adquiere de acuerdo a su posición en la escala social y cuando cambia, se le mueven más cosas de las que parecen correctas.
Por eso la frase del principio, sí fuimos rojillos, ya somos riquillos, parece broma pero no lo es. Y eso tiene impactos en todo el proyecto, no solo en las personas que sufren de incongruencias.
El caso de los F4 y el ANC se repite con frecuencia. La derecha, como dice Alcalde, trata de usar a los Fifi-Leftis para dividir. Pero también los quiere ver como síntoma seguro del fracaso del movimiento. Tolerar estas actitudes es la mejor manera de que tengan razón. Por eso no solo es oportuno, sino necesario el señalamiento fundamentado de los excesos. El pueblo no votó para cultivar F4 de la 4T.
Con el lujo, se hacen parte del sistema de opresión
El lujo simboliza aquello contra lo que se alzan las izquierdas desde que se creó el concepto de izquierda, en la Revolución Francesa. Pretender que si lo puedes pagar es correcto es negar toda la argumentación histórica de las izquierdas y colocarse francamente del lado de las derechas.
Si a esos dirigentes se les olvida, podemos recordarles a Marx:
El lujo es lo opuesto a lo necesario. Los artículos de lujo contienen plusvalía cristalizada, y su consumo es una forma de exhibir la riqueza acumulada por la burguesía a expensas del trabajo de la clase trabajadora.
El lujo y los excesos no son algo que se produzca sin un costo extra para la naturaleza y para la gente. Rosa Luxemburg sostuvo que:
El consumo de lujo de las clases dominantes no contribuye al desarrollo de las fuerzas productivas, sino que desvía recursos que podrían satisfacer las necesidades de las masas trabajadoras.
Entre muchos otros teóricos que mostraron la perversidad intrínseca del lujo, Pierre Bourdieu escribió que:
El consumo de bienes de lujo no es solo una cuestión de riqueza, sino un acto de distinción cultural que refuerza las jerarquías sociales y legitima la dominación de clase.
Este es el problema de fondo: quienes arguyen que de alguna forma tienen derecho al lujo están tomando posición como parte de las clases dominantes y su sistema de opresión, están traicionando a aquellos a quienes dicen defender.
Y están, además, haciendo necropolítica.
El concepto de necropolítica del historiador camerunés Achille Mbembe extiende la biopolítica de Foucault para analizar cómo el poder soberano decide quién vive plenamente y quién es relegado a la “muerte en vida”: un estado de precariedad, desechabilidad y exclusión social. Desde la visión de la necropolítica, los lujos de estos dirigentes son herramientas de un poder soberano que perpetúa la desigualdad extrema, reforzando una jerarquía donde las élites “viven plenamente” mientras las masas trabajadoras son condenadas a la muerte social.
Mbembe sostiene que la necropolítica implica el poder de decidir quién vive y quién muere, creando “mundos de muerte” donde ciertas poblaciones son desechables. En México, con un salario mínimo de 8,364 pesos al mes mensuales, los bienes de lujo como un reloj Patek Philippe son inaccesibles para decenas de millones de trabajadores.
Estos bienes, celebrados por Versace (“El lujo es tener algo que nadie más tiene”) y Arnault (“Los bienes de lujo son el único ámbito donde se logran márgenes de lujo”), simbolizan una decisión soberana: los líderes de Morena reclaman el “derecho a vivir” en opulencia, mientras los trabajadores son relegados a la precariedad, incapaces de cubrir necesidades básicas.
Mbembe vincula la necropolítica con los legados coloniales, donde el poder explota y deshumaniza a cuerpos racializados o subordinados. En México, la promesa de justicia social de la 4T contrasta con los lujos de estos líderes, que evocan jerarquías coloniales donde las élites (históricamente criollos, ahora figuras políticas) monopolizan la riqueza. El rancho Bosque Lago de Haces, con su plaza de toros y hotel de lujo, refleja la visión de codearse con los ricos, creando un espacio inaccesible para los 7 millones de trabajadores de CATEM, su confederación sindical. Esta exclusividad, alabada por Chanel (“El lujo es lo opuesto a la vulgaridad”), relega a comunidades indígenas y trabajadoras a la muerte social, ya que su trabajo sostiene el privilegio de las élites sin otorgarles acceso.
Igualmente, el poder necropolítico se exhibe a través de espectáculos que normalizan la exclusión. La ostentación pública de lujos como la Cartier de la diputada #DatoProtegido en redes sociales, el aterrizaje del helicóptero de Monreal en instalaciones públicas o la colección Rolex de Márquez actúa como un espectáculo que glorifica su estatus. Estas exhibiciones, vistas como aspiracionales, normalizan una jerarquía donde las élites son “vivas” y visibles, mientras los trabajadores son invisibles y desechables.
Estos excesos afectan las capacidades mismas de movilización de la 4T. Mbembe señala que la necropolítica debilita la resistencia colectiva al fragmentar a la sociedad en grupos privilegiados y desechables. La retórica de “austeridad republicana” busca unir a la clase trabajadora, pero lujos como el helicóptero de Monreal y el reloj de Haces fracturan esta unidad. Estos bienes alienan a las masas, que ven a sus líderes adoptar valores burgueses. Esto erosiona la legitimidad de la 4T, como argumentaría Mbembe, al debilitar la lucha colectiva contra la explotación capitalista.
En suma, desde la perspectiva necropolítica, los lujos de esas figuras supuestamente de izquierdas son herramientas de poder soberano que distinguen a las élites como “vivas” mientras condenan a los trabajadores a la “muerte en vida”. Estos bienes, que requieren muchos años de salario mínimo, perpetúan una jerarquía colonial y capitalista, en directa contradicción con los ideales de justicia social de la 4T. Ellos pueden sentirse satisfechos con su distinción pero Mbembe lo ve como un espectáculo necropolítico que normaliza la exclusión, erosionando la resistencia colectiva.
Y si todo lo anterior no les importa a los Fifi-Leftis y prefieren seguir simulando que su corazón está abajo y a la izquierda, por lo menos deberían preocuparles las consecuencias personales de su exhibicionismo, porque si crees que te puedes entregar al lujo porque te lo ganaste y lo puedes pagar, para los demás es una señal de que estás ganando demasiado.
Hay ciertas cosas en nuestra nación y en el mundo respecto a las que me enorgullece estar inadaptado, y que espero que toda la gente de buena voluntad sigan siendo inadaptada hasta que las buenas sociedades se den cuenta. Digo con toda honestidad que nunca pretendo adaptarme a la segregación ni a la discriminación. Nunca pretendo adaptarme a la intolerancia religiosa. Nunca pretendo adaptarme a condiciones económicas que arrebaten las necesidades de la mayoría para dar lujos a unos pocos.
Martin Luther King
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