#Explicador. Siria: quiénes operan en las sombras, quién pierde, quién gana
La ofensiva relámpago sobre Alepo y Hama era consecuencia previsible del nuevo escenario político y militar
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Hace años que Siria desapareció del ojo público. Tras el inicio de la revolución en 2011 y el veloz ascenso y caída de Estado Islámico, el gobierno de Bashar al Assad pareció haber vencido hacia 2020 (con el acuerdo de cese al fuego entre Turquía y Rusia), el mundo lo aceptó y miró a otro lado.
Pero el conflicto de ninguna manera había terminado sino que se estancó, con el país fragmentado en zonas dominadas por tres poderes: el régimen (en color naranja, 63% del territorio), fuerzas kurdas apoyadas por Estados Unidos (en amarillo, un 25%) y una variedad de milicias islamistas con extenso respaldo de tropas turcas (en verde, un 11%; los círculos rojos son bases turcas) (además de Estado Islámico, que retiene unos pequeños bolsones desérticos a pesar de que se había declarado su eliminación definitiva).
Y el 27 de noviembre, desde la provincia de Idlib, se desató una ofensiva sorpresa de grupos islamistas que lograron lo que no consiguieron hace una década, tomar la segunda ciudad del país, Alepo, y además, otra de gran valor simbólico, Hama. Y amenazan con seguir sobre Homs e incluso la capital, Alepo.
En el mapa de abajo: a la izquierda está Idlib, en verde claro, desde donde partió el ataque; a un lado, en verde oscuro, el territorio conquistado alrededor de Alepo, y debajo, una colita que llega a Hama. Después está Homs. Como se ve, Damasco no tiene salida directa al mar, porque se interpone Líbano. La comunicación debe cruzar por Homs. En rojo, lo que conserva el gobierno, con unos bolsones oscuros que es donde hay presencia de Estado Islámico. El área bajo control kurdo está en amarillo. Y arriba, en la frontera turca, en color aqua, (Afrin, Tal Abyad), hay dominio turco con otras milicias islamistas.
¿A qué se debe tan exitoso avance, que está poniendo en jaque al presidente Assad?
De manera muy resumida: desde el inicio de la guerra en 2011, el gobierno la iba perdiendo hasta que entraron a apoyarlo tropas de Irán y de la milicia libanesa Hezbollah, en 2015 (lo que le dio los recursos humanos que le urgían), por un lado, y por otro, la fuerza aérea rusa (que le obsequió una ventaja táctica insuperable), contra la que sus enemigos no podían hacer nada y que los bombardeó sin piedad.
O sea, Assad le debe todo a Moscú, Teherán y Hezbollah.
Pero ahora, el escenario está vuelto de cabeza, con sus aliados metidos en situaciones muy difíciles:
-Rusia está invirtiendo casi todos sus recursos militares en Ucrania, con carencias de soldados tan acuciantes que recientemente le pidió a Corea del Norte que envíe a miles de sus hombres a pelear con ella.
-Hezbollah ha sufrido mucho con la ofensiva israelí contra Líbano, que eliminó casi todas las capas superiores de su dirigencia y le impuso un castigo brutal a sus fuerzas y bases sociales en la población de secta musulmana chií.
-Irán también ha padecido en su conflicto con Israel, sus bases en Siria están constantemente bajo bombardeo y varios de sus principales generales y estrategas han sido asesinados.
De manera que el apoyo que le pueden dar a Assad se ha reducido muchísimo.
¿Cuál es el impacto de que en enero Donald Trump tomará el poder en EU?
Los distintos actores se reposicionan adelantándose a los escenarios que prevén, avanzando o protegiéndose cuanto puedan antes de que se vaya Joe Biden.
-Turquía, por ejemplo, es parte de la OTAN pero maneja su propia agenda, teniendo en primer lugar la destrucción de sus enemigos kurdos en suelo sirio, y en segundo, el derrocamiento de su también enemigo Assad.
-Irán debe replegarse para cerrar filas y frentes, ante la incertidumbre de las medidas que pueda tomar Trump.
-Israel entiende que se ha abierto una oportunidad histórica para romper el llamado “eje de la resistencia” (ver mapa), que va de Teherán a Beirut uniendo en su contra a Irán con las milicias chiíes de Irak, el gobierno de Assad y a Hezbollah: si logra apartar a Siria de esa coalición, mediante el derribo del régimen, romperá las principales líneas de suministro de armas y recursos financieros que nutren a Hezbollah, con un costo enorme para esta organización.
Netanyahu asume que Trump le dará un apoyo mayor que el que ya recibió de Biden, pero no puede dar por hecho que irá tan lejos como para embarcar a Estados Unidos en una guerra directa con Irán, por lo que le conviene construir un escenario muy favorable de hechos consumados a partir del cual iniciar una relación con el nuevo Washington trumpista.
¿Esto significa que Israel y Estados Unidos están detrás de estas maniobras?
Los turcos, las milicias opositoras y los kurdos tienen motivos propios para atacar a Assad, no necesitan que les den órdenes. Pero Washington y Tel Aviv seguramente calcularon que la oposición trataría de aprovechar la debilidad del enemigo. Estados Unidos puede haber alentado o haberle dado su consentimiento a Turquía para impulsar la ofensiva islamista, y sin lugar a dudas estos países intervendrán para propiciar la caída del gobierno de Assad o para que, por lo menos, sea arrinconado y neutralizado como aliado de Irán y Hezbollah.
Los cotidianos bombardeos israelíes contra posiciones iraníes y de Hezbollah facilitarán el avance opositor.
¿Pero no dicen que las milicias islamistas están bajo control de Al Qaida, enemigo de Israel y Estados Unidos?
La organización más importante de estas fuerzas islamistas se llama Hayat Tahrir al-Sham, o comité para la liberación del Levante (en árabe, al Sham). Antes se llamaba Jabhat al-Nusra y era leal a Al Qaida. Cuando Estado Islámico (la organización que algunos todavía llaman Isis, aunque dejó ese nombre hace nueve años) se separó de Al Qaida, hizo una carnicería con quienes creía que eran parte de ese enemigo, empezando por Jabhat al-Nusra. La insólita coalición internacional formada para contener y vencer a Estado Islámico unió a Estados Unidos y las potencias europeas, con Rusia, Irán, Turquía, los partidos kurdos, varios países árabes, muchas milicias chiíes y suníes e incluso, a Al Qaida.
Pero Turquía miró con alarma cómo, en ese esfuerzo común, Washington empezó a apoyar a los kurdos (que aspiran a crear un estado propio en partes de Irak, Siria y también Turquía), estos se fortalecieron y empezaron a controlar territorio sirio sobre la frontera turca, y los acusó de apoyar a los rebeldes kurdos del otro lado.
De esa manera, con la aquiescencia de Trump en su primera presidencia, tropas turcas invadieron el norte de Siria y expulsaron a los kurdos de varias áreas, que pasaron a controlar. Además, con dinero y armas, incrementaron su control sobre las milicias sirias suníes, reemplazando a sus antiguos patrones: se las quitaron a Arabia Saudí, a Emiratos Árabes Unidos, a Qatar… y también a Al Qaida. Lo que antes era Jabhat al-Nusra y se convirtió en Hayat al-Tahrir al-Sham, rompió con Al Qaida y ahora actúa bajo influencia turca.
De manera que Al Qaida no pinta en esta historia, mientras que de lo que queda de Estado Islámico no se ha escuchado en estos meses.
¿Qué tan grave es la amenaza para el gobierno de Assad?
Sus tropas se retiraron tanto de Alepo como de Hama, apenas sin combatir. Lo que sigue es la ciudad de Homs, pero renunciar a ella tendría un costo altísimo que podría provocar la caída del gobierno. El pilar de Assad es la secta a la que pertenece y que es una minoría en Siria, la de los alauíes, cercanos al chiísmo. Representan apenas alrededor del 15% de la población (lo que explica su falta de recursos humanos para el ejército y que necesite los de Hezbolla e Irán) y la mayor parte está en la costa, al norte de Líbano, en Lattakia y Tartús (donde hay una base naval rusa).
Al principio de la guerra civil, la determinación de mantener Homs ha sido tan fuerte que la destruyeron por completo al menos dos veces, realizando enormes matanzas. Esto es porque la capital, Damasco, solo puede mantener su conexión con las regiones alauíes a través de la carretera que pasa por Homs. Sin ella, el gobierno quedará aislado.
¿Cuál es la situación para los kurdos?
Turquía quisiera vencer la resistencia kurda aún antes que derrocar a Assad. Su pequeño problema es que todavía hay tropas estadounidenses sobre el terreno, colaborando con los kurdos. Necesita el sí de Washington, que Biden no le va a dar. Pero Trump podría hacerles el regalo. Ya en su anterior presidencia, a pesar de las críticas tanto de demócratas como de republicanos que le recordaban que los kurdos habían sido aliados muy útiles, facilitó la invasión de tropas turcas. Quizás Turquía prefiera esperar a febrero y mientras, despachar a Assad.
¿Quién gana y quién pierde con estas ofensivas?
Israel, Washington y Turquía ganan, hasta el momento, aunque los turcos no pueden dar por seguro de que la Casa Blanca les permitirá lograr todos sus objetivos, particularmente derrotar a los kurdos.
A la defensiva, están Irán y Hezbollah, y por supuesto el gobierno de Assad.
Y pierde, como siempre, la población civil, que confiaba en que la estabilidad se prologara hasta que eventualmente se llegara al final definitivo de la violencia, y ahora está nuevamente atrapada en ellas, a meses de que se cumplan 14 años del conflicto, el 15 de marzo.
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