Decisión histórica en La Haya: Israel es formalmente sospechoso de genocidio
Victoria importantísima pero parcial para Sudáfrica / Golpe deshonroso para Israel / Dilema para EU
El Estado creado por sobrevivientes de un genocidio ahora tendrá que defenderse de la acusación de genocidio, ante el tribunal internacional más antiguo e importante del mundo que también tiene origen en ese mismo genocidio, y que consideró que el acusador Sudáfrica presentó evidencias suficientemente sólidas para sospechar que el acusado comete o intenta cometer un genocidio y someterlo a juicio.
Esta decisión tiene un carácter histórico y de definición existencial para la Corte Internacional de Justicia, como señalé en mi explicador previo a la resolución anunciada hace unos momentos.
Para uno de los polos en pugna, el primer deber existencial de la Corte, no escrito pero implícito, es proteger al pueblo judío, y por lo tanto, a Israel. Que este país sea acusado y procesado por ella es escandaloso y el caso debía ser rechazado.
Para el polo opuesto, la Corte debe ser capaz de juzgar y condenar a cualquier Estado responsable de grandes crímenes, y si no lo hacía con Israel, perdería su autoridad, su credibilidad y su propósito.
La CIJ resolvió que Israel debe responder por sus actos y que no tiene ningún tipo de derecho nobiliario a privilegios ni dispensas especiales; y asumió con plenitud su superioridad sobre la totalidad de los Estados, sin excepciones.
Decisión vital pero insuficiente
La victoria sudafricana es muy amplia pero incompleta, o sea, parcial. La Corte asumió las medidas extraordinarias que solicitó excepto la más dañina para los intereses israelíes, la del cese al fuego inmediato. Con esto, autorizó al primer ministro Netanyahu a seguir su guerra.
Él mostró su alivio porque la derrota no fue completa. “El Tribunal de La Haya rechazó, con razón, la petición indignante de privarnos de este derecho (a la autodefensa), pero la propia acusación de que Israel está cometiendo un genocidio contra los palestinos no es solo falsa, es indignante, y la disposición del tribunal a debatirla es un signo de deshonra que quedará por generaciones”.
Lo que sí le ordenó es:
Que garantice que sus tropas no cometan actos tendientes al genocidio.
Que tome medidas para prevenir y castigar la incitación al genocidio.
Que permita la entrada de ayuda humanitaria a Gaza.
Que conserve las pruebas de los crímenes que debate la Corte.
Que presente informes mensuales de cumplimiento a la Corte.
Un acatamiento cabal de estas medidas llevaría no a la suspensión de hostilidades pero sí a un cambio fundamental en la forma en que Israel lleva a cabo sus operaciones: los bombardeos dejarían de ser masivos e indiscriminados; las vidas, propiedades e infraestructuras civiles serían respetadas; la ayuda humanitaria ingresaría en cantidades suficientes; y cesaría el discurso de políticos y militares israelíes a favor de la limpieza étnica y el genocidio.
Sin embargo, todos los organismos y organizaciones internacionales involucrados han dejado claro que sin cese al fuego, no es posible llevar ayuda humanitaria a toda la población que la necesita urgentemente.
¿Cómo hacer que Israel cumpla?
Como Estado firmante de la Convención contra el Genocidio, sería muy difícil para Israel desconocer de plano las órdenes de la Corte. La tentación de hacerlo era grande ante la posibilidad de que le ordenara el cese al fuego. Pero ese extremo no se produjo y Netanyahu no tiene pretextos para poner a su país en una situación de paria internacional, en riesgo de ser expulsado de la ONU como lo estuvo, por 20 años, el régimen racista sudafricano del Apartheid en los años 70 y 80 (cuando entre sus muy pocos amigos estaba Israel), en su camino a la derrota.
Ahora se encuentra bajo la mira y tendrá que hacer lo posible para que parezca que está cumpliendo. Dentro del gabinete de guerra de Netanyahu, deberán discutir alternativas también para no aportar evidencias nuevas de que siguen cometiendo actos que fortalecen la acusación.
Pero Netanyahu es conocido por pensar por encima de todo en sus intereses personales, antes que en los del Estado; y si él está en la derecha, a su derecha tiene feroces aliados con vocación fascista, deseosos de reemplazarlo y a los que tal vez les importe poco arrojar a su país al aislamiento, y que le exigirán proseguir con el exterminio.
¿Y el Consejo de Seguridad de la ONU?
Para el presidente Joe Biden, la paradoja está en que la Corte ordenó aquello que él mismo ha estado pidiéndole en público a Israel desde hace semanas: que modere la violencia de su ofensiva para respetar a los civiles, que permita la ayuda humanitaria y que avance hacia la suspensión de hostilidades.
La Corte elevará su resolución al Consejo para que tome las medidas que considere, a fin de garantizar el cumplimiento de sus órdenes.
Biden, que ha usado el poder de veto de Estados Unidos para bloquear las resoluciones sobre Gaza, queda así ante el riesgo de vetar una que básicamente contenga lo que él ha venido pidiendo pero que resulte inconveniente para Israel.
Estado (y aliados) bajo sospecha de genocidio
Este es el estatus actual de Israel, en cualquier caso. Las demandas de que se le impongan sanciones de diverso tipo, especialmente comerciales, serán mucho más sólidas a partir de ahora.
Y a los gobernantes de los países que lo apoyan, como Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania, será mucho más complicado explicarles a sus pueblos que apoyan un genocidio.
Del cual, por el respaldo militar, financiero, político y diplomático que le han brindado, de hecho son cómplices.
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