Epstein, Clinton, Monica Lewinsky: así destruyó Netanyahu el proceso de paz (y culpó a Arafat)
Con su criminal "trampa de miel", el pederasta atrapó a varios presidentes de EEUU para beneficio de Israel. Como a Trump.
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Epstein, Clinton, Monica Lewinsky: así destruyó Netanyahu el proceso de paz (y culpó a Arafat)
La “trampa de miel” del pederasta atrapó a varios presidentes de EEUU para beneficio de Israel. A Trump seguramente también.
Por Témoris Grecko
Jeffrey Epstein y su pareja Ghislaine Maxwell atrajeron a los hombres más poderosos de las élites anglosajonas a lo que el exagente del Mossad Ari Ben-Menashe describe como “una trampa de miel”. Los proveyeron de menores de edad, lujos y una privacidad que no era tal: los fotografiaban y reunían otras evidencias de sus crímenes.
La gran falla del debate sobre Epstein y sus redes es que está despolitizado: se discute como si solo se hubiera tratado de amigos que se reunían para darles rienda suelta a sus más inconfesables prácticas. Pero Jeffrey y Ghislaine (hija del agente del Mossad “suicidado” y experto en usar detalles privados para el chantaje Robert Maxwell) no lo hacían solo por diversión.
Es bastante obvio que la revelación de documentos del caso Epstein del viernes, incompleta y censurada, tiene la intención de desviar el foco del escándalo de Donald Trump a Bill Clinton.
La vocera del expresidente lo expone así:
“Se trata de protegerse de lo que viene después, o de lo que intentarán ocultar para siempre. Así que pueden publicar todas las fotos granuladas de hace más de 20 años que quieran, pero esto no se trata de Bill Clinton. Nunca se ha tratado y nunca se tratará”.
Solo que sí se trata de Clinton. De Trump para empezar, por supuesto. Pero también de Clinton y de cómo sus apetitos sexuales sirvieron para que Netanyahu reventara el proceso de paz con los palestinos y además los culpara por ello.
(Este artículo le da continuidad al que publicamos el mes pasado en Mundo Abierto “Jeffrey Epstein: agente de Israel, influyente pederasta y rico inexplicable”, te recomiendo leerlo como contexto.)
Negociaciones predestinadas a fracasar
En los Acuerdos de Oslo de 1993 se estableció que seguirían negociaciones para que, dentro del plazo de cinco años, se cerraran los asuntos pendientes y se fundara el Estado de Palestina. Pero Benjamin Netanyahu, que ganó las elecciones en 1996 y se convirtió en primer ministro de Israel, se oponía a hacer cualquier concesión. Tras el fracaso de la ronda de negociaciones de Wye River, Maryland, en 1998, en donde el presidente estadounidense Bill Clinton había recibido a Netanyahu y al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasir Arafat, el israelí salió del poder y fue reemplazado por Ehud Barak, del Partido Laborista, quien se declaraba favorable al pacto.
Clinton creyó que era la oportunidad propicia y reunión a Arafat y Barak en Camp David. Pero esta vez, el palestino no cedió como había hecho en Oslo y sus interlocutores terminaron culpándolo de haber rechazado una “generosa oferta” y de no estar realmente dispuesto a hacer la paz.
Ese es uno de los grandes argumentos de la propaganda israelí: en su narrativa, una y otra vez Tel Aviv ha presentado propuestas razonables que los palestinos siempre declinaron, y en Camp David de nuevo dejaban perder una oportunidad histórica, lo que demuestra que no se puede hacer con ellos nada más que aplastarlos militarmente.
No obstante, al paso de los años, negociadores israelíes y estadounidenses han admitido que las propuestas que presentaron Clinton y Barak eran inaceptables para los palestinos.
Por ejemplo, destacan problemas de fondo como la ausencia de una oferta formal escrita, la anexión israelí de territorios que fragmentaban Cisjordania y que la mediación estadounidense estaba sesgada a favor de Israel.
De entrada, uno de los principales negociadores israelíes, Shlomo Ben-Ami, ministro de Asuntos Exteriores, hizo un notable reconocimiento en una entrevista en “Democracy Now!” en febrero de 2006: “Camp David no fue ‘la oportunidad perdida para los palestinos’, y si yo fuera un palestino, habría rechazado Camp David también”.
Ben-Ami explicó que la oferta era insuficiente en comparación con parámetros establecidos posteriormente por Clinton, que incluían el 100% de Gaza, el 97% de Cisjordania más un intercambio de tierras, soberanía palestina plena sobre el Monte del Templo y una solución para refugiados que incluía un retorno a la “Palestina histórica”, aunque permitiendo que Tel Aviv rechazara ciertas admisiones. El israelí reconoció que los palestinos estaban dispuestos a hacer concesiones realistas, bajo el entendimiento pragmático de que la aplicación rígida del derecho internacional no siempre es viable en acuerdos políticos, pero que Camp David no llegaba lo suficientemente lejos en temas como la contigüidad territorial y la soberanía en Jerusalén.
Después vienen los estadounidenses: en su artículo “Fictions About the Failure at Camp David” (ficciones sobre el fracaso en Camp David), publicado en el New York Times en julio de 2001, Robert Malley, quien fungía como asistente especial de Clinton para asuntos árabe-israelíes y fue parte de su equipo de negociadores, desmonta varios “mitos” sobre las discusiones. Argumenta que la oferta no era el “sueño” que se presentó, especialmente desde la perspectiva palestina:
* Israel anexaría el 9% del Cisjordania para acomodar sus colonias, cediendo a cambio tierras equivalentes al 1%, es decir, un noveno de lo que se apropiaba;
* en Jerusalén, los palestinos tendrían soberanía sobre barrios árabes y los sectores musulmán y cristiano de la Ciudad Vieja, pero Israel mantendría la soberanía general sobre el Haram al-Sharif (el Monte del Templo), el tercer sitio más sagrado para los musulmanes;
*para los refugiados, solo se mencionaba que se buscaría algún tipo de “solución satisfactoria”, lo que volvía a dejar el problema pendiente.
Igualmente, Aaron David Miller, un veterano negociador del Departamento de Estado de EEUU que estuvo involucrado en el proceso de paz durante décadas, señaló el sesgo de la mediación estadounidense en un artículo en el diario The Times of Israel, en marzo de 2020: “Puede que hayamos sido demasiado pro-israelíes en Camp David, pero al menos intentamos involucrar a ambas partes”.
En una retrospectiva publicada por el Carnegie Endowment en julio de 2020, “Lost in the Woods: A Camp David Retrospective” (perdido en el bosque: una retrospectiva de Camp David), Miller describe la cumbre tripartita como “mal concebida” debido a la falta de líderes fuertes, brechas insuperables en temas clave y errores en la mediación estadounidense, como una política de “no sorpresas” que le permitía a los israelíes conocer las propuestas antes que los palestinos, así como la renuencia de Clinton a presionar a Barak.
En una entrevista con Al Jazeera en 2011, Miller hizo una “admisión dolorosa” de que EE.UU. era responsable parcial del colapso, al actuar como “abogado de Israel” en lugar de ser un mediador neutral:
“No soy abogado de profesión. Pero reconozco a uno cuando lo veo. Durante demasiado tiempo, muchos funcionarios estadounidenses involucrados en las negociaciones de paz árabe-israelíes, incluido yo mismo, hemos actuado como abogados de Israel, atendiendo y coordinando con los israelíes a expensas del éxito de las negociaciones de paz”.
La historia detrás de la historia: Clinton, extorsionado
Clinton aspiraba a ponerse la medalla de haber consumado la paz, una equiparable a la que obtuvo Jimmy Carter con los Acuerdos de 1978 también en Camp David, que terminó con las disputas entre Egipto e Israel. Sería uno de los grandes éxitos de su administración.
Pero con su equipo, trabajó más para Israel que para lograr un acuerdo que pudiera ser firmado. Ni siquiera presentó propuestas aceptables. Le exigían a Arafat renuncias que hubieran destruido no solo su liderazgo, sino su imagen en la historia de su pueblo.
Las fotografías y otros documentos que publicaron este viernes muestran cuán hundido estaba Clinton en la trampa de miel de Jeffrey Epstein, fortalecen las distintas versiones de que se encontraba en sus manos y por lo tanto, en las de Israel.
“En la década de 1990, Bill Clinton y Ehud Barak, entonces primer ministro de Israel, se reunieron en Washington con Arafat y no firmaron el acuerdo de paz disponible porque fueron chantajeados por la derecha israelí. Podríamos haber tenido algún tipo de acuerdo con los palestinos desde la década de 1990. Pero Ehud Barak y Clinton estaban siendo chantajeados por la derecha israelí”.
Esta declaración de agosto de 2025, que sigue a otras en el mismo sentido, es del exagente del Mossad Ari Ben-Menashe, autor del libro “Profits of War: Inside the Secret U.S.-Israeli Arms Network” (Ganancias de guerra: Dentro de la red secreta de armas entre Estados Unidos e Israel), y quien ha sido atacado y desacreditado por los simpatizantes de Israel que lo acusan de exagerar y de crear “teorías de la conspiración”.
A falta de evidencias sólidas, no se puede dar por demostrado que, en Wye River y en Camp David, Clinton se haya visto obligado a exigirle a Arafat concesiones inaceptables como resultado de la extorsión israelí.
Ni que fueron las relaciones orales (pero no sexuales, insistió Clinton) del expresidente estadounidense con la becaria Monica Lewinsky las que descarrilaron el proceso de paz… por obra de Netanyahu.
Pero tampoco es posible descartarlo y hay declaraciones y relatos que apuntan en ese sentido.
En parte, porque Ben-Menashe no es el único que lo afirma.
Durante la administración Clinton, Israel buscaba la liberación de Jonathan Pollard, un analista estadounidense convicto en 1987 por entregarle grandes cantidades de información secreta a Israel, en un caso de espionaje sobre EEUU tan vergonzoso que Tel Aviv por años insistió en pedir “sinceras” disculpas y jurar que no volvería a abusar de la confianza de Washington al mismo tiempo en que, en casa, ensalzaba al traidor como héroe; también le interesaba detener la cacería lanzada por el FBI sobre un espía israelí denominado “Mega”; y lo más importante de todo, quería evitar un acuerdo final con los palestinos sin asumir la responsabilidad.
En su libro “Gideon’s Spies: The Secret History of the Mossad” (Los espías de Gideon: La historia secreta del Mossad” de 1999), Gordon Thomas asegura que la inteligencia israelí grabó alrededor de 30 horas de sexo telefónico entre Clinton y Lewinsky, ocho meses antes de que el fiscal Starr tuviera conocimiento del affaire. Con base en entrevistas con agentes del Mossad, Thomas dice que Lewinsky fue “guiada por Israel” para crear el escándalo con el objetivo de chantajear a Clinton para proteger al espía “Mega” y para contener al presidente, que “estaba presionando a Israel para que aceptara un acuerdo de paz”.
Igualmente, Daniel Halper narra en su libro “Clinton Inc: The Audacious Rebuilding of a Political Machine” (Clinton Inc.: La audaz reconstrucción de una maquinaria política, 2014) que en Wye River Netanyahu llevó a Clinton a donde pudiera hablar a solas:
“Los israelíes presentes en Wye River tenían una nueva táctica para sus negociaciones: habían escuchado a Clinton y a Monica y lo tenían grabado. Para no amenazar directamente al poderoso presidente estadounidense, un aliado crucial de Israel, le dijeron a Clinton que el gobierno israelí había desechado las cintas. Pero la sola mención de ellas fue suficiente para constituir una forma de chantaje. Según información proporcionada por una fuente de la CIA, Clinton, afligido, pareció ceder”.
Halper, que asegura que los israelíes intervinieron cuatro líneas telefónicas de la Casa Blanca para transmitir datos en tiempo real a su país, se basa en entrevistas on the record con exfuncionarios y en el análisis minucioso de lo que llama “los archivos Monica”: cientos de páginas de documentos recopilados como contingencia para usar en caso de que la exbecaria alguna vez se viera involucrada en una acción legal contra Clinton.
Más allá de las versiones de Ben-Menashe, Thomas y Halper, un documento oficial publicado apunta en el mismo sentido.
En febrero de 1997, Clinton recibió a Netanyahu en la Oficina Oval de la Casa Blanca. Posteriormente, según el testimonio de Lewinsky ante la oficina del fiscal designado especialmente para investigar el caso, Kenneth Starr, la secretaria de Clinton, Bettie Currie, citó a la becaria en el mismo lugar porque el presidente “tenía algo importante que decirle”. Fue su último encuentro íntimo.
Pero no solo eso. Esto es lo que se lee en el acta oficial del informe del fiscal Starr:
“Según la Srita. Lewinsky, ella y el presidente tuvieron una larga conversación ese día. Él le dijo que sospechaba que una embajada extranjera (no especificó cuál) estaba interviniendo sus teléfonos y le propuso historias para encubrirse. Si alguna vez la interrogaban, debería decir que solo eran amigos. Si alguien le preguntaba sobre su sexo telefónico, debería decir que sabían que sus llamadas estaban siendo monitoreadas desde el principio y que el sexo telefónico era solo una farsa”.
Según Ben-Menashe, en 2000, en Camp David, tanto Clinton como Barak “estaban siendo chantajeados por Epstein”. De nuevo Jeffrey Epstein, el tratante de mujeres jóvenes, esta vez a nombre no de organismos de Israel sino como “una de las herramientas” que emplea “la derecha israelí y ellos detuvieron el acuerdo con Arafat”.
De hecho, sostuvo Ben-Menashe en el pódcast Going Underground, de Afshin Rattansi:
“Yo creo que atraparon a varios presidentes de Estados Unidos usando a Jeffrey Epstein. Y no solo se trató de sexo, también está el asunto del dinero. ¿De dónde venía el dinero? Todo está detenido por lo de Gaza. Y creo que los israelíes tienen al gobierno de Estados Unidos cautivo por lo que pasó con Epstein. Rupert Murdoch, el periódico de Murdoch The Wall Street Journal, sacó lo de la tarjeta de cumpleaños que Trump le envió a Epstein. ¿De dónde piensas que lo sacaron? No creo que Trump quiera seguir con esta guerra, o el genocidio. Creo que son los israelíes los que lo frenan”.
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