#Análisis. Israel avanza casillas en un juego que no puede ganar
Sus avances estratégicos no compensan su deslegitimación como Estado genocida ni su desventaja demográfica
Regresamos a Alepo, la gran ciudad del norte de Siria en la que fuimos secuestrados durante la guerra, en 2013.
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Alepo, Siria.
La ofensiva del 7 de Octubre de 2023 ha tenido consecuencias inmensas a muy diversos niveles, tanto en el plano del conflicto palestino-israelí como en el de Medio Oriente e incluso en el histórico global, que ambos lados se apresuran a interpretar a su favor.
Los actos de entrega de cautivas jóvenes y aparentemente felices, con despliegue de hombres armados con uniformes limpios y multitudes festivas, sirven para proclamar la victoria de la resistencia encabezada por Hamás frente a la barbarie genocida. Esas imágenes son veneno para Netanyahu y para el triunfalismo israelí.
Mismo que, de cualquier forma, no se aplaca y que se basa en el debilitamiento y ruptura del arco chií encabezado por Irán, con la caída del régimen de la familia al Assad en Siria, la eliminación de los liderazgos de Hamás y Hezbollah, la invasión de territorios libaneses y sirios, y el arrinconamiento de Teherán: todo esto es utilizado para asegurar que la promesa de Netanyahu de forzar un rediseño de la región a favor de Israel ha sido cumplida con lo que llaman “cambios tectónicos”.
Es indispensable señalar que nada de esto empieza mágicamente en la fecha señalada: la ocupación colonial militar con características de apartheid provee los antecedentes y el contexto de lo sucedido.
Según la versión dada por Hamás, no fue el liderazgo general de esa organización, ni mucho menos el conjunto de fuerzas de la resistencia palestina, sino un muy pequeño grupo de dirigentes en Gaza, encabezados por Yahya Sinwar y Mohammed Deif (ya muertos en combate), el que tomó en secreto una decisión que empieza a ser valorada. Dentro de las agrupaciones palestinas, religiosas y laicas, ya se produce un debate intenso sobre una situación de consecuencias inmensas -sobre su propio pueblo en primer lugar- en la que se vieron envueltas sin consulta ni aviso previo.
Más allá de las simpatías y los entendimientos que podamos tener, es vital hacer un análisis frío y honesto sobre el estado de las cosas que deja el cese al fuego, aunque todavía hay fuerzas que intentan descarrilarlo para continuar el genocidio.
Dividimos este análisis en siete apartados: genocidio; grave crisis de la justicia internacional; la perspectiva siria; saldos para las potencias regionales y extrarregionales; ganancias para Israel; fallos y limitaciones de Tel Aviv; fracaso de la derecha israelí.
Genocidio
El dato que debe estar en primer lugar es la enormidad del costo en sufrimiento humano. La ofensiva de Hamás, que no solo se dirigió contra objetivos militares sino también contra civiles y niños, le dio el mayor golpe de su historia a un Israel encabezado por el gobierno más extremista de todos los que ha tenido.
La brutalidad de la respuesta del enemigo debe necesariamente haber estado en los cálculos de quienes planearon la ofensiva, a menos que se crea que quienes lograron engañar y sorprender a los servicios israelíes de inteligencia no sabían lo que hacían.
Aunque el conteo oficial indica más de 47 mil muertos (más 111 mil heridos), cálculos publicados por la revista médica The Lancet estiman un 41% de sub-reporte, lo que colocaría la cifra cerca de los 80 mil. Además de las muertes indirectas provocadas por el hambre, la sed y la destrucción generalizada del sistema de atención médica, que podría multiplicar este número por 3: más del 10% de la población.
Esto viene aparejado a la eliminación de casi toda la infraestructura civil y de vivienda, que tomará años, si no décadas, reconstruir, bajo las duras condiciones de acceso de materiales y recursos que Israel se propone imponer.
La justicia internacional, en crisis grave
Las naciones occidentales han puesto en evidencia su indisposición a hacer valer los sistemas de justicia construidos a partir de la Segunda Guerra Mundial.
Varios países de la Unión Europea han manifestado que no ejecutarán las órdenes de aprehensión contra líderes israelíes e influyentes políticos estadounidenses se han permitido incluso amenazar a quien se atreva a hacerlo.
La creciente y devastadora evidencia sobre el genocidio es repetidamente desestimada y quienes lo denuncian, son acusados de racismo e intimidados.
El nombramiento como presidente de Líbano del juez que encabezaba la Corte Internacional de Justicia, así como las acusaciones contra el fiscal de la Corte Penal Internacional, además de amenazas públicas, dejan ver movimientos para interferir en el desarrollo de los procesos contra Israel en estos altos tribunales.
Ante el desistimiento occidental de hacer justicia, es difícil que se puedan cumplir las eventuales sentencias.
La perspectiva siria
En este juego entre potencias globales y regionales, la perspectiva del pueblo sirio suele ser ignorada y cuando no, con frecuencia es manipulada con mentiras.
La caída del régimen de Bashar al Assad es una pérdida para quienes desde 2015 intervinieron militarmente para salvarlo, Irán y sus aliados, con tropas, y Rusia, con su fuerza aérea y sus operaciones de inteligencia; y es una ganancia neta para Turquía, que respalda a las fuerzas que tomaron el poder y tiene influencia sobre ellas, e indirectamente para Estados Unidos e Israel.
Las implicaciones exteriores son un asunto secundario para el pueblo sirio, que está saliendo de una dictadura de 54 años de duración, sangrienta y muy represiva. Más adelante y como parte de la cobertura que estamos llevando a cabo en este momento, en Mundo Abierto abordaremos las incertidumbres que plantea la construcción de un nuevo sistema de gobierno, en particular las que tienen que ver con los movimientos islamistas que tomaron el poder y con la presión turca sobre las fuerzas kurdas.
Pero las personas con las que hemos estado hablando -suníes, kurdas, cristianas y alauíes- nos comparten una esperanza tan grande como cautelosa de que todas las vertientes étnicas y religiosas del pueblo sirio encuentren un acomodo satisfactorio que permita alcanzar paz, estabilidad y desarrollo.
Tal cautela deriva de distintos actos de agresión protagonizados por grupos suníes, que la propaganda de quienes sostenían al gobierno derrotado exagera para hacerlos parecer generalizados cuando en realidad, hasta el momento, son aislados.
La esperanza que nos comunican es que estos casos disminuyan y desaparezcan, y que se vaya creando una armonía beneficiosa para todos los sectores.
Siria, en todo caso, necesita buscar salidas a una situación terrible y tendrá pocas posibilidades de influir en sucesos en el exterior.
Nuevos equilibrios entre las potencias regionales y extraregionales
El cuasieterno presidente turco Recep Tayyip Erdogan jugó con paciencia durante más de una década, en la que sostuvo a grupos rebeldes sirios hasta que lograron derribar al régimen. Ahora, empresas turcas se preparan para llevarse la mayor tajada del pastel de la reconstrucción del país.
Otro ganador es Qatar, con quien mantienen filiación ideológica los grupos vencedores, mientras que, además de los chiíes de Irán y Hezbollah, pierden poder Egipto y Arabia Saudí, enemigos acérrimos de la organización Hermanos Musulmanes, a la que está ligado Hamás y con quien tienen cercanía los gobernantes turcos y cataríes.
Israel se ha dado gusto destruyendo las capacidades militares sirias, asegurándose así de que el nuevo régimen no pretenda cobijar a la resistencia palestina, y además está cortejando a la autonomía kurda de Rojava, que ante la presión militar turca y la posibilidad de que Donald Trump vuelva a abandonarla parcialmente -como hizo en su primera presidencia-, también está dejando ver algún interés en una posible sintonía con Tel Aviv, que le ayude a congraciarse con Washington y mantener su apoyo.
Entre las potencias extrarregionales, Rusia es evidentemente perdedora y es posible que tenga que renunciar a sus bases militares en Siria, con especial dolor en la naval de Tartús, la única que tiene en el Mediterráneo.
A través de Turquía, que es miembro de la OTAN, Washington amplía la influencia en Siria que ya le daba su alianza con los kurdos, a espera de lo que Trump decida hacer respecto a ellos.
Israel: ganancias estratégicas
Los actos de relaciones públicas que realiza Hamás, especialmente los de entrega de sus cautivas, provocan confusión y desasosiego en Israel: ¿cómo es que 15 meses de violencia brutal no lograron quitarles las ganas y la capacidad de festejar?
Sus líderes y propagandistas, en todo caso, continúan presumiendo éxitos que hasta el verano de 2023 les parecían sueños lejanos:
-eliminaron las capas superiores de los liderazgos de Hamás y Hezbollah así como varias camadas de reemplazo;
-destruyeron gran parte de sus capacidades de acción militar;
-avanzaron en la bantustanización de Cisjordania, con vistas a la anexión;
-presionan a la Autoridad Nacional Palestina para que acentúe su comportamiento de policía colonial;
-invadieron y establecieron zonas colchón en Líbano y Siria;
-atacaron a Irán en su propio territorio, penetraron sus estructuras de inteligencia, neutralizaron parte de sus defensas aéreas y erosionaron su prestigio;
-el debilitamiento de Hezbollah y de Irán, más las dificultades de Rusia en su invasión de Ucrania, provocaron la caída del régimen sirio y su sustitución por uno aparentemente más inclinado a acomodar los intereses de Estados Unidos;
-esto significa la ruptura del “eje de la resistencia” encabezado por Teherán;
-el cese al fuego en Gaza reafirma la condición de Israel de potencia militar regional y abre el camino para el establecimiento de relaciones diplomáticas con Arabia Saudí;
-en su regreso al poder, Donald Trump habla ya de Gaza no como un lugar a ser recontruido para su población, sino de expulsarla para aprovechar su potencial para hacer negocios turísticos.
Israel: fallos y limitaciones
-Más allá de la sentencia que, tras un proceso de años, finalmente emita la Corte Internacional de Justicia, Israel se posiciona ante la opinión pública mundial como estado genocida; esto eleva el costo de relacionarse con él tanto para líderes extranjeros frente a sus electorados, como para empresas ante sus clientelas y para personas comunes con sus ciudadanos y defensores; y genera cuestionamientos sobre su viabilidad como estado supremacista: el mayor deslegitimador del Estado de Israel es su propio gobierno;
-la cuestión palestina, que había sido marginada en años recientes, vuelve a ocupar una centralidad en los ámbitos de la opinión pública global y la diplomacia regional, y la consigue en el de la justicia internacional;
-Hamás no solo no fue eliminada por completo, como prometió Netanyahu, sino que vuelve a proclamar victoria, lo que respalda realizando con eficacia actos militares festivos;
-Hezbollah queda vulnerada militarmente y debilitada dentro de la política libanesa, pero no marginada ni incapacitada;
-aunque desea mejorar sus relaciones con Israel, Arabia Saudí ya no es su gran aliado como enemigo radical de Irán, ha mejorado sus relaciones con ese país y se ha aproximado a China;
-Donald Trump no tiene empatía alguna por el sufrimiento palestino pero tampoco ánimo de permitir que Netanyahu le imponga sus intereses como es su costumbre, por lo que no parece que será el gran amigo incondicional que esperaban, y buscará que sea el socio mayor el que le indique el paso al menor, y no al revés como ha venido ocurriendo;
-en lugar de aplastar y eliminar la determinación de lucha de la población palestina, la violencia israelí la alimenta, exacerbando el odio que impulsará nuevos contrataques.
-y aunque Israel se proclama defensor de los judíos del mundo, al generar más odio pone en mayor peligro a las comunidades de la diáspora.
El fracaso de la derecha israelí
Si ni siquiera un genocidio avalado por Occidente consigue impedir que Hamás realice festejos militares y operaciones de relaciones públicas, mucho menos ha servido para alterar las tendencias demográficas que favorecen a la población palestina sobre la judía, para consolidar una mayoría de la primera en todo el territorio entre el río Jordán y el Mediterráneo.
La redención con divinización parecía al alcance de la mano: tanto los políticos en el gobierno como el ejército y los distintos servicios de inteligencia son responsabilizados de los fallos de seguridad que permitieron que les dieran el mazazo histórico del 7 de Octubre. Netanyahu encarnaba esa derrota. Pero en una huida hacia adelante, lanzó una guerra genocida que fue prolongando mediante el descarrilamiento sucesivo de los acuerdos que podían alcanzar -que desde mayo de 2024 ya habían tomado la forma que finalmente se pactó-, urgido de éxitos de alcances épicos que pudieran opacar sus gravísimos errores.
La ofensiva sobre Líbano, con el golpe espectacular de las explosiones simultáneas de miles de dispositivos de comunicación y el posterior silenciamiento de las armas de Hezbollah, consolidó su recuperación en las encuestas, y la caída del régimen sirio fue recibido como una consagración del primer ministro israelí, quien además se limpia de culpas arrojándolas sobre generales y espías.
Pero entonces se vio forzado a aceptar un cese al fuego con el compromiso de abandonar Gaza, en lugar de anexarla, despoblarla y recolonizarla, sin haber eliminado completamente a Hamás, como había prometido, asegurado y garantizado que haría.
Encarada con las celebraciones de su enemigo, la derecha israelí ha constatado una vez más su fracaso.
Se demuestra incapaz, incluso en las condiciones más favorables de complicidad y apoyo occidental, de alcanzar la victoria total que prometió, y aunque mejora la posición relativa de Israel, su coalición de gobierno ha profundizado la debilidad de este país que depende del respaldo exterior para garantizar su viabilidad política y económica, y al destruir con su violencia las posturas favorables a una reconciliación, ha asegurado la prolongación a largo plazo de un conflicto que no puede ganar.
Desde esta perspectiva, las ganancias estratégicas alcanzadas por Netanyahu se reducen a avanzar unas casillas en un tablero donde dar un jaque mate está fuera de su alcance.
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