#Urgente. Israel y aliados en alerta ante respuesta militar de Irán
Tras sus provocaciones, Netanyahu podría obtener la reacción que busca para desatar guerra / Ven sus trampas pero no lo denuncian
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“Israel no tiene política exterior, solo un primer ministro con ganas de incendiar la región”, es el título del análisis de Alon Pinkas, un consultor israelí en política exterior y experto del diario Haaretz. Como señalamos en Mundo Abierto en nuestro análisis anterior, por intereses de sobrevivencia política personal y en un afán de aprovechar lo que consideran una oportunidad histórica, Netanyahu y sus aliados han estado tratando de provocar a Irán para que fuerce una intervención directa de Washington, escalando el conflicto hasta una guerra que sea peleada por tropas estadounidenses y elimine del tablero a su enemigo iraní.
Al costo que sea.
Si bien es cierto que cualquier declaración de Donald Trump debe ser tomada con cuidado -los israelíes "van a ser atacados esta noche” de lunes, dijo hace unas horas-, un conjunto de señales indican que políticos y militares de distintas potencias y países creen que es algo inminente, y que no serán fuegos artificiales como los de abril pasado. El Ministerio israelí de Defensa difundió la orden dada a los comandantes del ejército de preparar un contrataque, diplomáticos anuncian esfuerzos urgentes y le piden a Irán “contención”, aerolíneas suspenden vuelos a Tel Aviv, la República Islámica advirtió a las aerolíneas de intercepciones de GPS para obstaculizar operaciones enemigas, y mientras la fuerza áerea israelí volvió a matar a un oficial de Hamás en Líbano, milicias chiíes cercanas a Irán hirieron a personal estadounidense al atacar una base en Irak.
Las líneas rojas de Occidente
Nadie ignora el juego de Netanyahu y sus socios. En EU y Europa, distintos políticos lo han acusado de anteponer su interés al de su propio país. Lo mismo es ya un lugar común dentro de Israel. Pero no hay quien encuentre la manera de desactivar sus maniobras, menos de sacarlo del poder. Aunque es claro que Tel Aviv ordenó el asesinato de Ismail Haniyeh (el mismo con quien supuestamente negociaba un posible cese al fuego, líder del ala político-diplomática de Hamás que fue excluida por el sector militar de la planeación de la ofensiva del 7 de Octubre) como parte de su campaña para empujar a Teherán a responderle con fuerza, en Estados Unidos no exponen el truco y validan como legítimo que Israel responda con una escalada. Como hipnotizados, caminan hacia una trampa conocida.
Los analistas occidentales consideran que Washington y Londres, y posiblemente sus aliados árabes regionales, responderían militarmente a una acción iraní que causara verdaderos daños en Israel. La de abril, desatada después de que Tel Aviv atacó el consulado iraní en Líbano para matar a altos oficiales de la Guardia Revolucionaria, fue tan espectacular en sus dimensiones -dispararon alrededor de 300 proyectiles entre drones y misiles- como ineficaz, porque fue anunciada y realizada desde tal distancia (1,800 kilómetros) que los sistemas de defensa de EU, GB y Jordania, además de los de Israel, tuvieron tiempo suficiente para eliminarlos antes de llegar a sus objetivos.
Si esta vez, Irán no se da por satisfecho con llenar el cielo nocturno de líneas luminosas y explosiones, podrá utilizar mucho más que 300 aparatos: se calcula que dispone de entre 120 mil y 200 mil misiles y drones, con los que podría abrumar las defensas enemigas para alcanzar blancos militares, industriales y civiles. Lo mismo haría Hezbollah desde Líbano, siguiendo el ejemplo de Hamás, que en octubre venció el famoso Domo de Hierro.
Si los daños son significativos, es muy probable que las potencias occidentales tomen represalias directamente. O por lo menos, que Israel se sienta con el pretexto para contratacar con mayor dureza que lo hecho hasta ahora, forzando una respuesta iraní todavía más efectiva, y haga la guerra inevitable.
Según dos analistas del israelí Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (IESN), "la administración estadounidense decidió aumentar significativamente sus fuerzas en la región, incluido el despliegue de portaaviones, buques y pilotos adicionales", con el objetivo de “disuadir a Irán y proteger a Israel (de un ataque) similar a las acciones tomadas la noche anterior al ataque iraní del 14 de abril". Estos movimientos “surgen de la preocupación de que, sin la protección estadounidense, Israel sufriría un duro golpe que le obligaría a responder. Desde una perspectiva estadounidense, si se frustra la respuesta iraní (similar al ataque de mediados de abril), Israel se abstendría de responder y el incidente podría contenerse”.
Consenso torpedeado
Lo paradójico es que tal disuasión se dirige exclusivamente hacia Irán, no hacia el foco del problema que es el gobierno de Netanyahu. Todas las advertencias que le han sido hechas desde Washington, en el sentido de suspender las exportaciones de armas a Israel, se convierten en papel mojado cuando enormes fuerzas estadounidenses son dispuestas para su defensa y la intimidación de sus rivales.
Desde el punto de vista iraní, mientras tanto, esto se convierte en una situación insoportable. La estrategia de la República Islámica de ganar influencia en el mundo islámico mediante la proyección de poder como defensora de la religión y de la tierra santa de Jerusalén, es considerada parte indispensable de su seguridad nacional y está siendo dañada en sus propias bases cuando ocurre un genocidio de musulmanes que es incapaz de detener, y mientras Israel repite grandes humillaciones que no son respondidas de manera convincente.
El 20 de mayo, solo un mes después de los fuegos artificiales iraníes y de que Netanyahu anunciara una respuesta devastadora, el presidente iraní Ebrahim Raisi murió al caer su helicóptero en una región remota. De haber sido un atentado israelí u occidental, Irán no hubiese tenido más alternativa que entrar en guerra. Sus líderes declararon que fue un accidente, pero eso no eliminó las especulaciones.
El asesinato de Ismail Haniyeh, por su lado, fue otro golpe contra la imagen de Irán porque fue ejecutado en condiciones de seguridad elevadas, justo después de que el dirigente de Hamás acudió a la toma de posesión del nuevo presidente, Masoud Pezeshkian.
El nuevo mandatario vio así cómo todo su proyecto quedaba condicionado: él se había planteado abrir un diálogo para evitar la guerra, pero fue recibido con un sonoro bofetón. Dentro de la República Islámica, a pesar de haber ganado la elección extraordinaria, está en una débil minoría política, la considerada “reformista”, con una mayoría conservadora en el Majlís (parlamento) y sobre todo, con un fuerte establishment de derechas encabezado por el líder supremo Alí Jameneí (el presidente es más bien un primer ministro o jefe de Gobierno, mientras que el jefe del Estado, con enormes facultades de veto, es el líder supremo). A Pezeshkian le falta experiencia política, no ha tenido tiempo de formar un gabinete con ministros leales y enfrenta una línea dura fortalecida e indignada.
Con su antecesor Raisí, las facciones más y menos belicistas habían alcanzado un consenso de evitar la guerra con Estados Unidos y, por lo tanto, mantener a Israel, en lo posible, en la raya. Contención.
Pero Netanyahu se muestra incontenible.
Trampas vistas sin ser denunciadas
Algunos analistas israelíes, como Raz Simmt, de la Universidad de Tel Aviv, temen que el primer ministro israelí, a través de las repetidas humillaciones de sus enemigos, está logrando o puede haber logrado un cambio en la perspectiva de los iraníes, que estarían adoptando una “nueva ecuación según la cual cada ataque israelí a los intereses iraníes –personalidades o instalaciones, ya sea dentro o fuera de Irán– sería considerado un golpe importante, que merece un ataque directo por parte de Irán”.
Por lo tanto, estarían dispuestos a asumir una escalada bélica a pesar del riesgo de guerra.
Israel tiene un ejército pequeño, diseñado para operaciones de corta duración. Hace meses que da señales de erosión de mando, indisciplina y agotamiento. Eso abona al bando interno que exige un cese al fuego e intercambio de rehenes, y que advierte que una guerra con Irán y con Hezbollah es inasumible. Según los expertos del citado IESN, el gobierno de Joe Biden ha insistido en que se opone a una escalada militar y en que "solo un acuerdo para liberar a los rehenes iniciará un proceso de distensión, incluso entre Israel y Hezbollah".
La apuesta de Netanyahu es la contraria: que esas batallas las libren soldados estadounidenses y británicos, y aunque todos sus aliados vean las cartas que esconde, ninguno está dispuesto a asumir los costos de denunciar la trampa, admiten en el IESN: “La administración (Biden) está atrapada en un dilema sobre su capacidad de respuesta a Israel debido a la campaña electoral, pero el colapso del plan estratégico para poner fin a la guerra, que el presidente Biden dirigía personalmente, ha dejado a la administración sin alternativa, y es probable que la culpa recaiga claramente sobre Israel, ciertamente si la administración se ve arrastrada a ampliar su participación militar en el Medio Oriente, sin quererlo en la recta final de la tumultuosa campaña electoral, cuyos resultados probablemente se verán afectados por los acontecimientos en la región”.
El rufián
“Es asombroso que después de 30 años de sucesivos gobiernos trabajando con él (Netanyahu), todos ellos desarrollando una profunda repulsión hacia sus payasadas, su comportamiento, sus constantes manipulaciones y su cruel desprecio por los intereses estadounidenses, recién ahora estén empezando a verlo como un rufián", sostiene Alon Pinkas. “Es verdaderamente sorprendente que la curva de aprendizaje estadounidense haya sido tan plana durante tanto tiempo”.
Si la curva de aprendizaje ha sido plana, como dice este experto israelí, ¿qué decir de la capacidad estadounidense de tomar decisiones detenerlo? Se dejan llevar al abismo y se muestran reticentes pero dispuestos a saltar llevándose todo abajo, si él lo pide.
Y es lo que quiere.
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