#Urgente. Siria: los once días que estremecieron al mundo
Análisis desde las perspectivas de los principales actores, poniendo a los pueblos por delante
¡Hoy cumplimos un año!
Preparamos un post para publicarlo ahora pero los eventos en Siria tendrán un impacto tan grande que, obviamente, llevan prioridad.
Así es que lo dejamos para mañana, pero… ¡muchas gracias!
Este reportaje se pone a disposición de todo el público por la amable cortesía de nuestros mecenas.
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Todos estamos sorprendidos: del 27 de noviembre en que inició la ofensiva sorpresa, inesperada, al 7 de diciembre, en solo once días, un ejército rebelde tomó ciudad tras ciudad hasta conquistar la capital, mientras Bashar al Assad, heredero de una dictadura feroz instalada por su padre Hafez con un golpe de estado en 1970, hace 54 años, brincaba a un avión para ponerse a salvo con su familia, dejando atrás a sus seguidores y a su comunidad, la minoría alauí.
Sí, esto recuerda la revolución bolchevique, narrada por John Reed en “Ten Days That Shook The World”.
Unos lo llaman tragedia, otros maravilla, y presentan los hechos de acuerdo a su agenda. La velocidad con la que cayó el régimen abre la ventana para todo tipo de suposiciones sospechosas. Estados Unidos e Israel jugaron un papel muy importante en la erosión del gobierno de al Assad, no hay duda: el primero apoyó la autonomía del Rojava kurdo, a pesar de la ira de Turquía -que es miembro clave de la OTAN, con armas nucleares instaladas en su territorio, y enemiga de las aspiraciones kurdas- y de que el liderazgo kurdo es izquierdista; y el segundo bombardeó durante años posiciones militares de Irán y de la milicia libanesa Hezbollah, ambos indispensables para la supervivencia del régimen. Pero aún así, sin evidencias -quizás después emerjan-, no es posible asegurar que todo esto fue un plan urdido por la CIA. Las especulaciones abundan pero hace falta considerar todas las posibilidades, más allá de deseos o paranoias de cada uno.
Lo que es claro es que, como aquella Rusia de 1917, el régimen estaba mucho más debilitado de lo que parecía.
Está a la vista: no se defendió.
Hubo enfrentamientos esporádicos pero nunca montó una defensa seria. Sus tropas abandonaron Alepo, luego Hama, y casi simultáneamente, Homs y Damasco, sin intentar una resistencia final. Las milicias chiíees de Irak, que antes apoyaron al gobierno sirio, ahora declinaron intervenir. Los rusos retiraron su armamento de alta tecnología -especialmente sus plataformas de defensa antiaérea S-300- a su base naval en el puerto sirio de Tartús. De los iraníes y de Hezbollah, no se escuchó nada.
El régimen colapsó y sus aliados solo lo miraron caer. ¿Eso también fue una maniobra de la CIA?
La gran oportunidad
Lo visible es una clara coincidencia de intereses: el victorioso Ejército Nacional Sirio, formado por muchas organizaciones de la que la principal es Hayat Tahrir al-Sham (HTS), tiene un patrocinador pero no es Al Qaida, como dicen algunos desinformados. Hace una década, cuando HTS se llamaba Jabhat al Nusra, sí era parte de Al Qaida pero al paso de los años, con Rusia, Hezbollah e Irán apoyando a Al Assad y con la oposición arrinconada, Turquía les ofreció apoyo y los extremistas aceptaron un nuevo patrón, rompiendo con los anteriores.
A través de Turquía, sí hay una conexión con Washington. Pero el turco Erdoğan nunca ha hecho lo que la Casa Blanca le dicta. Se pone de acuerdo con los estadounidenses cuando le conviene y cuando no, hace su propio juego. Y lo mismo del otro lado: cuando el ejército turco quiso aplastar con los kurdos sirios, Washington los dejó avanzar un poco pero mantuvo a sus propias tropas en el terreno, interponiéndose, y Rojava -la autonomía kurda- sobrevivió.
Derrocar a Assad era un objetivo que compartían. Aunque Turquía protestó y denunció las agresiones de Israel contra Líbano -así como el genocidio en Gaza-, no hizo lo mismo con sus ataques contra suelo sirio. Naturalmente, Erdoğan y sus estrategas estaban observando cuál sería el resultado no solo del demoledor golpeo que llevó a cabo Israel contra Irán (además de los bombardeos, acabó con los generales iraníes a cargo de la zona en un ataque contra el consulado iraní en Beirut) y sobre todo contra Hezbollah (mató no solo a su histórico líder Hassan Nasrallah, sino que barrió con quienes lo iban a reemplazar, eliminando a varias capas de su dirigencia), sino de las necesidades militares de Rusia en su invasión de Ucrania, que estimaba que duraría unas semanas pero ya pronto llegará a tres años.
¿Qué era el ejército de al Assad sin sus aliados? En 2015, estaba a punto de perder la guerra, sobre todo por dos elementos: al Assad y su élite forman parte de una minoría, la alauí, que equivale al 15% de la población. En la medida en que la guerra se convirtió en un conflicto entre la mayoría suní y los alauíes, al Assad se quedó sin recursos humanos, sin soldados. Los iraníes y Hezbollah entraron a cubrir esa carencia. Por el lado del armamento, Moscú lo proveyó de alta tecnología y, lo más importante: desde Tartús sus aviones de combate le dieron la invaluable superioridad aérea.
En gran medida, eso se perdió y ante el Ejército Nacional Sirio y su patrón turco, se abrió una oportunidad inigualable.
¿Quién pierde, quién gana?
Medio Oriente es un tablero extremadamente complejo en el que juegan muchísimas manos: potencias globales y regionales, países vecinos, clanes y tribus, grupos nacionalistas y alineaciones religiosas, formando y rompiendo alianzas según el momento. La caída de al Assad tendrá consecuencias enormes que no pueden ser juzgadas con simplismo, bajo una perspectiva binaria de blanco/negro.
Hace falta indicar, claro, categorías de valor, que para cada quien pueden ser distintas.
Para Mundo Abierto, lo más importante está en los pueblos, en la gente. En la historia tradicional, se suele olvidar o marginar a los de abajo, y se narra poniendo por delante los intereses de tal rey y el derecho de tal emperador como parámetros de legitimidad de una causa. Y eso sigue así: en la crisis de los misiles de Cuba de 1961, por ejemplo, se discutió si la Unión Soviética tenía razón o si primaba el derecho a la seguridad de Estados Unidos, no si el pueblo cubano sería la primerísima víctima de estas grandes maniobras; medio siglo después, se debatió si Rusia debía defenderse o si la OTAN tenía que proteger a Occidente, mientras el pueblo ucraniano era bombardeado.
Aquí examinaremos las principales perspectivas en juego pero, como es Mundo Abierto, pondremos las de los pueblos primero.
El pueblo sirio avanza en su liberación
Es el primer y más importante involucrado. Estuve en la bellísima Siria en 2009, en tiempos de paz, y después durante la guerra, en 2013. La gente hablaba de décadas de represión brutal, de los secuestros, torturas y desapariciones cometidos por la mukhabarat (la policía secreta) y de la violencia directa ejercida por los grupos de matones llamados shabiha.
(Nota: tampoco es que sus opositores tengan un bello historial. Human Rights Watch hizo un mini-resumen de atrocidades esta mañana: “Durante sus 24 años de presidencia, el gobierno de Assad cometió innumerables atrocidades, crímenes contra la humanidad y otros abusos, entre ellos detenciones arbitrarias generalizadas y sistemáticas, torturas, desapariciones forzadas y muertes durante la detención, uso de armas químicas, inanición como arma de guerra y ataques indiscriminados y deliberados contra civiles y bienes civiles. Los grupos armados no estatales que operan en Siria, entre ellos Hay’et Tahrir al Sham y facciones del Ejército Nacional Sirio que lanzaron la ofensiva el 27 de noviembre, también son responsables de abusos de los derechos humanos y crímenes de guerra.)
En este momento, los periodistas registran el retorno de miles de personas desde Líbano, Jordania y Turquía.
Esto de ninguna manera los hace cómplices de Israel, de Estados Unidos ni de nadie, como acusan algunos a los que les importa poco la gente. Son víctimas de un régimen brutal y sangriento, que merecen empatía, no descalificaciones absurdas y abusivas.
Hace falta ver en qué se convierte el nuevo gobierno. Todavía es muy temprano para saberlo.
En todo caso, para muchos de los sirios que regresan, seguramente la mayoría, la causa palestina es vital, forma parte de su identidad nacional tanto como para quienes no se marcharon de su país.
No me crean a mí. Escuchen al poeta sirio Nouri al Jarrah explicarlo. Fue una coincidencia maravillosa: anoche, en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara, estábamos él, los escritores Samuel Shimon, iraquí, y Shadi Rohana, palestino -con su pareja colombiana Marcela-, cuando Nouri recibió una llamada con la gran sorpresa: al Assad había huido de Damasco y el régimen había caído.
En cuanto se calmó un poco, accedió a darme una breve entrevista para registrar el momento:
El pueblo palestino, en la peor crisis de su historia
Las consecuencias de la ofensiva del 7 de Octubre de 2023, decidida por los dirigentes de Hamás en Gaza, Yahya Sinwar y Mohammed Deif, sin participación de otros líderes de la organización y menos de la Organización para la Liberación de Palestina, está teniendo consecuencias históricas, con el avance de la destrucción sistemática de la posibilidad de vida en Gaza -el genocidio israelí-, los preparativos para la anexión israelí de Cisjordania, una nueva invasión de Líbano, la eliminación de la dirigencia de Hezbollah y ahora, una invasión israelí limitada sobre territorio sirio.
El apoyo que Hezbollah brindaba a la causa palestina, distrayendo fuerzas israelíes, se verá muy reducido. Por largo tiempo, porque sus posibilidades de recuperarse quedarán muy reducidas al perder el territorio sirio como vía principal de traslado de armamentos y recursos desde Irán.
Al llegar Trump a la presidencia de Estados Unidos, el poder de Israel tendrá mayor respaldo que nunca.
Como único consuelo, queda que Turquía ha sido muy vocal en defensa del pueblo palestino y los vencedores en Damasco le deben lealtad. Veremos en qué se traduce eso.
El pueblo kurdo, rodeado
Aunque la apresurada retirada de las tropas gubernamentales les ha permitido ocupar algunos territorios a los kurdos en Siria, Rojava, su región autónoma, está quedando rodeada por tropas turcas, en el norte, y milicias leales a Turquía, por el sur. En 2017, Turquía consiguió que Donald Trump le permitiera invadir áreas kurdas, pero hasta cierto límite. Y Biden mantuvo unidades estadounidenses en la zona, que funcionan como fuerza de interposición. Ahora, los turcos están en mejores condiciones para presionar y, con Trump de regreso, conseguir la destrucción de la autonomía kurda.
El pueblo alauí, en graves problemas
La dictadura de los Assad se sostuvo sobre la minoría alauí (cercana al chiísmo), parte de la cual constituye una élite militar y económica que la mayoría suní resiente. Ahora se arriesgan a sufrir una persecución. Hasta el momento, los vencedores no han tomado las regiones de presencia alauí, Latakkia y Tartús (donde además hay una base naval rusa). Para los nuevos gobernantes de Damasco, incorporarlas es necesario porque son la única salida que tienen hacia el mar. ¿Habrá una negociación? ¿Las tomarán violentamente? ¿Los alauíes intentarán mantener el control y construir una autonomía? ¿O preferirán rendirse?
El “eje de la resistencia” pierde una pieza vital
Así llaman a la media luna que se extendía desde Irán hasta Líbano, con las milicias chiíes en Irak y el gobierno alauí en Siria (más los houtíes en el lejano Yemen). En este momento, Siria, una pieza fundamental, queda en manos de suníes y bajo influencia turca, y abandona el frente, rompiendo la continuidad territorial que permitía el flujo de dinero, armas y otros bienes.
Hezbollah fue repetidamente descabezada y ahora, aislada al perder el contacto directo con Irán, que, a su vez, se prepara para tiempos duros con la presidencia de Trump.
En esta binaridad que se conforma con la mentira de que todos los de un lado son buenos y los del otro, malos, hay quienes tratan de presentar con buena luz al régimen iraní. Es otra dictadura brutal. Pregúntenles a las mujeres. (Y lean mi libro “La ola verde”, sobre la insurrección reprimida de 2009.)
Por su parte, Rusia sigue pagando facturas de la invasión a Ucrania. Si en este país, ha logrado poner la balanza a su favor, su avance sigue siendo muy lento y exigente en recursos humanos y armamentísticos. Putin había descrito a Siria como “nuestro más importante aliado en Medio Oriente”. Además, su base naval en Tartús, Siria, es la única que tiene en el Mediterráneo. Ahora, después de haber bombardeado desde ahí a la oposición, durante 9 años, tendrá que discutir con ella el futuro de estas instalaciones.
Turquía y Erdogan, amplían su influencia
El autoritario presidente turco Reccep Tayyip Erdogan, que ha logrado sostenerse en el poder frente a todo tipo de retos desde 2002, ha caído en popularidad y lo acecha una oposición creciente. Con el éxito de esta ofensiva, consigue rodear a los kurdos sirios de Rojava y ponerles un jaque, a la espera de que Trump llegue a la presidencia y, ahora sí, le permita culminar la invasión de sus territorios (ya en 2017 lo dejó empezar esas incursiones, de manera limitada).
Además, se deshace de al Assad, que era su enemigo.
Estados Unidos, Israel… y Netanyahu, rediseñando Medio Oriente
El primer ministro israelí es culpado por los fallos de seguridad que permitieron la traumática ofensiva del 7 de Octubre. Está, además, sujeto a tres procesos judiciales por fraude, que podrían llevarlo a la cárcel. Hábil, mentiroso y carente de escrúpulos como pocos, ha logrado aferrarse el poder, tratando de obtener éxitos con alcances históricos tan incontestables que borren su responsabilidad ante la percepción pública y lo conviertan en un héroe.
El mayor sería su ambición de “rediseñar” (reshape) Medio Oriente. Sacar a Siria del eje de la resistencia, romper la continuidad del mismo y debilitar y aislar a Hezbollah, representan avances en su proyecto, tan grandes que al principio de este verano parecían fantasías.
Para Estados Unidos, la caída de Siria representa un bofetón para Rusia y una fuerte patada para Irán, e igualmente un paso más en un rediseño regional a su favor.
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