A la Presidencia, heredero de un genocidio impune apoyado por Washington... en Indonesia
A sus 72 años, el general Subianto logró el apoyo de la juventud / Matanzas, desapariciones y torturas en su haber / "Se acerca el invierno", temen activistas
Hay genocidios que reciben ese nombre y cuyos principales responsables son castigados. El nazi, el de Ruanda, el de Srebrenica…
Otros, quedan oscurecidos en la historia, sus perpetradores son llamados héroes y los herederos, que acumulan sus propias matanzas, retienen el poder y son apoyados por las potencias llamadas democráticas.
Es el caso de Indonesia, un país del que fuera de Asia Oriental se escucha poco en comparación con su tamaño: con 270 millones de habitantes, su población equivale al doble de la de México, seis veces la de España, Argentina o Colombia y es mucho mayor que la de Brasil.
En las elecciones presidenciales, ganó un militar que no solo es el yerno y apadrinado político del conductor del genocidio de 1965-66, el general Suharto, sino que bajo el largo gobierno de su suegro, él mismo se encargó de cometer persecuciones y motines abundantes en matanzas, asesinatos, violaciones y tortura.
Es Prabowo Subianto, tan hundido en sangre que hasta Estados Unidos le había impuesto sanciones como negarle la visa… hasta que el gobierno saliente lo hizo ministro de Defensa.
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El genocidio de 1965-66
En un contexto de fuertes disputas por el poder entre los tres grandes pilares del gobierno de Sukarno, militares, islamistas y comunistas, un intento fallido de golpe de estado en septiembre de 1965 fue atribuido a estos últimos por los dos primeros. Nunca se presentaron evidencias y los historiadores dudan que el Partido Comunista Indonesio haya estado involucrado. Pero lo convirtieron en el culpable útil para justificar el ascenso a la presidencia del general Suharto, quien lanzó una campaña de exterminio contra los miembros y simpatizantes del PCI, reales y supuestos, con todos los que estaban cerca de ellos entre familiares, amistades y otras relaciones.
El aparato de propaganda del ejército denunció que ese partido preparaba una serie de asesinatos, que iba a confiscar todas las propiedades y a imponer el ateísmo. Los grandes terratenientes y poderosos grupos religiosos se movilizaron en contra de las supuestas amenazas. Estados Unidos y Gran Bretaña brindaron apoyo y entregaron listas de presuntos comunistas. La violencia empezó en la capital, Yakarta, desde donde se amplió al país completo. El ejército armó a grupos paramilitares y se generó una enorme presión sobre personas neutrales, forzándolas a participar en los ataques para demostrar que no eran comunistas y no convertirse también en víctimas. Gran parte de los crímenes fueron cometidos con machetes. Los cuerpos eran cercenados porque, según ciertas creencias extendidas entre la población, así también se mutila el alma.
Entre octubre de 1965 y marzo de 1966, se calcula que mataron a más de un millón de personas.
Las víctimas lo siguieron siendo por siempre. Durante medio siglo, cualquier petición de justicia fue castigada con cárcel mientras los perpetradores de las matanzas fueron celebrados como héroes.
¿Qué dijeron las grandes potencias del planeta?
"Nunca le oculté mi creencia de que algunos tiros en Indonesia serían un hecho preliminar esencial para un cambio efectivo", le dijo a su gobierno el embajador británico, Andrew Gilchrist. Su oficina propuso: "Los temas de propaganda adecuados podrían ser: la brutalidad del PCI al asesinar generales... el PCI subvierte a Indonesia como agentes de comunistas extranjeros... la participación británica debe ocultarse cuidadosamente".
"Con entre 500 mil y un millón de simpatizantes comunistas eliminados, creo que es seguro asumir que se ha producido una reorientación", declaró a la prensa el primer ministro australiano, Harold Holt.
“Fueron las mejores noticias de años para Occidente en Asia”, dijo la revista Time.
Los rusos no tuvieron nada qué decir: los comunistas indonesios se habían puesto del lado de los chinos. Así que solo Beijing comentó que fueron "crímenes atroces y diabólicos... sin precedentes en la historia".
El terrorífico comandante de Kopassus
Como comandante de las fuerzas especiales del ejército indonesio, Kopassus, Subianto dirigió operaciones extremadamente violentas:
1983: Dirige una serie de masacres en la aldea de Kraras, en Timor del Este, en la que asesinaron a más de 200 civiles y encerraron a otros en campos de concentración, donde otros murieron de hambre y malos tratos
Años 90: Comanda operaciones para aplastar al movimiento independentista de Timor del Este, vistiendo a tropas irregulares como ninjas para cometer asesinatos.
1996: Con un helicóptero militar que simulaba ser de la Cruz Roja, ordena atacar aldeas indígenas en Papua Nueva Guinea.
1998: Encabeza torturas y desapariciones de jóvenes activistas opuestos al gobierno de Suharto.
Ante la caída de su suegro Suharto, ese mismo año, movilizó tropas para tratar de ser el sustituto pero fracasó. Ese mismo año, fue dado de baja del ejército con deshonor. Más adelante, Estados Unidos lo puso en una lista de personas a las que se les niega la entrada a ese país.
Sin embargo, Subianto había acumulado riquezas considerables y siguió intentando llegar a la Presidencia, presentándose en las elecciones de 2009, 2014 y 2019. Era el candidato más acaudalado, con activos por más de 150 millones de dólares.
En ese último año, logró que su rival triunfante, Joko Widowo, lo nombrara ministro de Defensa. Washington le retiró las sanciones.
El invierno se acerca… impulsado por la juventud
Ahora, el presidente Widowo apoyó a Subianto a cambio de que su hijo mayor Gibran lo acompañara como candidato vicepresidencial a pesar de que, por su edad, 36 años, no cumple el requisito mínimo legal, que es de 40 años. Sin embargo, fue autorizado para competir por una sentencia especial de la Corte Constitucional, que encabeza su tío Anwar Usman.
Foto de campaña de Subianto y su vicepresidente electo Gibran.
“Winter is coming”: así describió Usman Hamid, director ejecutivo de Amnistía Internacional Indonesia la victoria de Subianto. Entre activistas y en la oposición, se teme no solo que se aleje cualquier posibilidad de alcanzar justicia en los muchos crímenes cometidos por personajes del régimen, sino que las violaciones a los derechos de las personas se acentúen en los años por venir.
Paradójicamente, los sondeos identifican que una parte fundamental del apoyo que recibió el general Subianto, a sus 72 años, proviene del electorado más joven. La prensa internacional resaltó que, en esta campaña, el militar se presentó como un “abuelo inofensivo” que se promueve bailando en TikTok y acariciando gatitos en Instagram, con el signo de un corazón hecho con los dedos.
Según un académico consultado por The Guardian, los abusos de derechos humanos y de las reglas democráticas del pasado carecen de interés para muchos indonesios que no los vivieron. "Responden que este tipo de cuestiones son 'sus cuestiones', son cuestiones de las generaciones mayores", explicó el Dr. Mada Sukmajati, profesor del Departamento de Política y Gobierno de la Universitas Gadjah Mada: "Nosotros, como generación joven, tenemos nuestros propios problemas: el desempleo y el mercado laboral".
No hay “nunca más” si hay olvido.
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