Palestina, una más de las víctimas de la censura de las redes sociales
Las técnicas para silenciar la masacre, identificadas y categorizadas / Han capturado el ágora global / Reconquistarla con la resistencia común de las hormigas
Desde la ofensiva del 7 de Octubre contra israel, sobre la que empecé a escribir intensivamente ese mismo día, la oleada de interés por la nueva guerra se tradujo en crecientes visitas a mis redes sociales.
Es cierto que los ciclos noticiosos son implacables. Lo vivimos en 2011 cuando, a solo tres semanas de estar cubriendo la revolución en Libia, los reporteros que habíamos logrado llegar a Bengasi -capital de las fuerzas rebeldes- vimos que el tema aún novedoso salió de golpe de la agenda global a causa del tsunami en Japón y la crisis en la planta nuclear de Fukushima. Muchos de nuestros compañeros corrieron a Egipto a buscar vuelos a Tokio. Otros nos quedamos a pesar de que ya no muchos medios querían publicar nuestros materiales. Es lo de siempre: un evento es importantísimo para las audiencias hasta que se presenta el siguiente evento importantísimo y el anterior se les olvida.
Pero ahora, en este otoño e invierno, no fue así. Las semanas de bombardeos que transcurrieron antes de que el ejército empezara la invasión de Gaza solo incrementaron la tensión. Israel luchó para mantener el foco en la tragedia de las víctimas de Hamás pero poco a poco, la insólita gravedad de los daños que estaba causando a la población civil gazatí se fue abriendo paso en los medios occidentales, pese a los esfuerzos por ocultarlos. Tampoco se cumplió la profecía de que las festividades religiosas y de fin de año ahogarían el tema, facilitando que la matanza continuara con poco ruido.
No, la atención de la opinión pública creció, mientras los familiares de los rehenes presionaban al gobierno desde Tel Aviv y decenas de miles marchaban en todo el mundo contra la destrucción de Gaza.
Yo había llegado a Jerusalén y, en realidad sin pensarlo, daba por hecho que la efervescencia en mis cuentas continuaría. El video que hice al aterrizar en el aeropuerto Ben Gurion tuvo 354 mil vistas en Tik Tok.
Un mes después, el que grabé al marcharme no llegó a las 5 mil.
Lo mismo ocurrió en otras redes, con una caída en visitas inexplicable ante el alto interés que había por el tema y porque mi número de seguidores seguía creciendo, aunque a un ritmo considerablemente menor. El problema no era que la gente se hubiera aburrido y me hubiese abandonado en silencio. Ella seguía ahí. Pero a la mayoría no le estaban mostrando mis publicaciones.
El 9 de enero, después de cumplirse tres meses de guerra, mis estadísticas (como expliqué en este artículo) eran devastadoras: en septiembre, en X, tuve 4 millones de “impresiones”; en octubre, se doblaron hasta 8 millones; en noviembre, la red me regresó a mis 4 millones a pesar de que estaba publicando constantemente desde la zona de conflicto; en diciembre, me arrojó a solo 1.4 millones; y la tendencia de enero me hará terminar en 800 mil, la décima parte de octubre. Aplastado.
La crisis era provocada por los nuevos dueños de los foros públicos, los propietarios del ágora global a quienes les hemos entregado el control del debate, de todos los debates: Meta, Google, X, Tik Tok y otros, además de los de Rusia y China.
Lo vimos venir. Curiosamente, la primera víctima fue Donald Trump, a quien Twitter le cerró la cuenta por usarla para intentar un golpe de Estado. Creo que fuimos pocos quienes entonces advertimos que, apoyando o ignorando la censura, legitimábamos que después la emplearan contra nosotros.
Después, vino la invasión rusa a Ucrania. Las potencias occidentales obviaron sus sermones sobre libertad de expresión al bloquear la información pro-rusa y prohibir ciertos sitios noticiosos (también estuve entre quienes dijeron ¡NO A LA CENSURA!). Moscú no solo hizo lo mismo ante la de sus enemigos: además, metió a la cárcel a periodistas y manifestantes, cerró medios y expulsó a corresponsales extranjeros, e hizo aprobar leyes con largas condenas de cárcel para quien difunda datos que contradigan las versiones oficiales.
En enero de 2021, en México, denunciamos que Twitter cerró cuentas que, según afirmó, “llevan a cabo acciones masivas, de alta intensidad o engañosas que confundan a las personas o que obstaculicen su experiencia", pero todas ellas eran del campo del presidente López Obrador, no de la oposición.
Las redes sociales, que tanto entusiasmo causaron por la “democratización” que nos obsequiaban, fueron de nuevo el instrumento para imponer discursos unilaterales.
Sabíamos que iba a pasar: esas empresas no tienen gobernantes electos sino dueños y gerentes cuyo interés primordial es hacer dinero y quedar bien con quienes les ayudan o permiten seguir haciendo dinero. Y a quienes hacemos más ricos mientras nos dicen qué podemos ver, leer y escuchar, y qué no.
“Shadow banning” Gaza
Por supuesto que no te dicen nada. Una de las cosas a las que nos han acostumbrado las redes es a la arbitrariedad, a la sanción inesperada, inexplicada e inapelable. Son como seguratas de los peores bares, que te echan porque sí y no admiten réplica. Pero a ellos por lo menos los ves.
Con el “shadow banning” o “shadowbanning” (prohibición en las sombras), o filtrado de visibilidad, te aplican algoritmos que censuran tu cuenta o ciertos contenidos sin avisarte, y se caen tus vistas, visitas, descargas o impresiones.
Algunos de los motivos para recibir tales penalizaciones aparecen en las reglas de comunidad de cada plataforma. En tal caso, uno tiene que especular si ha violado alguna y tratar de corregirlo, aunque no puede tener ninguna seguridad. En este artículo (en inglés), te ayudan a hacer suposiciones sobre qué habrás hecho y cómo arreglarlo, en el caso de Instagram.
Pero ninguna red es honesta sobre el tema Gaza. El filtrado de visibilidad les sirve para hacerle shadow banning a Gaza (destruida por unos y ocultada por otros) sin hacerse responsables ante sus usuarios y clientes por utilizar la censura abierta.
El diario El País cita a una investigadora egipcia en estudios críticos de inteligencia artificial “que prefiere que no se publique su nombre debido a la sensibilidad del tema”.
Explica que esta práctica a gran escala es posible porque, además de revisores humanos, las grandes plataformas sociales tienen un proceso muy automatizado de reconocimiento de texto, técnicas de aprendizaje automático, programas de visión por ordenador y aprendizaje profundo que les permiten identificar todo tipo de contenidos que violan sus políticas de moderación.
“Lo que es problemático es determinar lo que constituye incitación al odio, antisemitismo, terrorismo y apología del terrorismo, porque es un acto inherentemente subjetivo”, señala. En el caso de Palestina, agrega, “ha habido ocasiones en que ha habido confusión entre consignas pro-palestinas y de solidaridad y consignas que se consideran afinidad o condonación de la violencia de Hamás”, lo que dificulta lograr “un equilibrio entre la libertad de expresión y cumplir con las políticas de moderación de contenidos”.
Cuando la censura es abierta
No ha sido así en todos los casos. En noviembre, supe del caso de una cuenta de X dedicada a Palestina a la que no te dejaban seguir: apretabas el botón correspondiente, refrescabas la página y no la estabas siguiendo. Lo probé yo mismo pero no tuve la precaución de anotar el nombre y la perdí.
Pero algunos usuarios denunciaron casos de publicaciones que nadie podía ver, pues en su lugar aparecía un mensaje de que no estaba disponible. El 27 de octubre, Thomas Fazi @battleforeurope contó lo que le respondieron sobre el bloqueo de su post sobre el fracaso de la paz en Israel, cuando le pidió explicaciones a la compañía:
“Algunas veces, actuaremos sobre una cuenta o publicación (es) con base en comportamientos que provocan un impacto negativo en X”. A fin de cuentas, realmente no hay manera de saber, y eso es lo crucial del problema. Incluso si la censura es política, ¿quién la impulsa? ¿Las propias compañías, los anunciantes, los gobiernos, los verificadores de datos, la Liga Anti-Difamación (una organización judía estadounidense)?” Simplemente no sabemos.
En Octubre, algunas redes simplemente cerraron páginas palestinas de información como Eye On Palestine en Instagram, que ya está disponible, o Quds News Network, que se anunció como suspensión pero hasta hoy, sigue bloqueada.
¿Una confusión?
La compañía madre de Facebook e Instagram, Meta, así como X y Tik Tok, han sido claras al precisar que la milicia islamista Hamás entra en sus políticas de “organizaciones peligrosas” y por lo tanto las tienen prohibidas.
Pero no conozco una sola denuncia de que impidan que conocidos grupos e individuos extremistas publiquen llamados a la limpieza étnica o el genocidio en Gaza y en toda Palestina.
Como los de importantes ministros del gobierno israelí como Itamar Ben-Gvir (Seguridad) y Bezalel Smotrich (Finanzas y control de Cisjordania). O este del 16 de enero:
El alcalde de Sderot, Alon Davidi, le dice a Yaron Vilansky: "Toda la zona debería ser una zona de exterminio. Debemos trabajar metódicamente, si disparan desde una determinada zona, todo el barrio debería ser aniquilado".
Un informe del Centro Árabe para el Avance en Redes Sociales identificó 19 mil tweets con discurso de odio en hebreo en solo cinco días de ese mes, que fueron tolerados por los equipos de moderación de las plataformas.
Pero en contraste, sí eliminan prácticamente a quienes las autoridades israelíes les indican: el 19 de octubre, el departamento cibernético de la Fiscalía presumió que había denunciado más de 6 mil 200 contenidos y que alrededor del 90% de sus solicitudes a Meta habían sido aceptadas.
Aunque la investigadora citada por El País cree que puede tratarse de una confusión, algunos sospechamos que es más que eso: si esa tecnología es tan avanzada, minuciosa y precisa, estos meses de castigarnos con ella ya le hubieran permitido “aprender” a distinguir entre la denuncia del asesinato de unos niños por el ejército israelí y un llamado a celebrar la matanza del 7 de Octubre.
Hace tres meses, organizaciones de defensa de la libertad de expresión de todo el mundo -incluidas las de América Latina y España- firmaron una carta llamando a las compañías tecnológicas “a respetar los derechos digitales palestinos en tiempos de crisis”.
Meta anunció que iba a trabajar con sus moderadores para corregir los fallos.
Las promesas rotas de Zuckerberg
Pero el 21 de diciembre, Human Rights Watch, una organización de derechos humanos con sede en, publicó su informe “Las promesas rotas de Meta. Censura sistemática de contenido palestino en Facebook e Instagram”, en el que no deja lugar para creer en que se trata de una confusión: “De 1,050 casos revisados para este reporte, 1,049 involucraban contenido pacífico en apoyo a Palestina que fue censurado o indebidamente suprimido, mientras que un caso involucraba la remoción de contenido de apoyo a Israel”.
El 27 de noviembre, Elon Musk, el dueño de X, hizo una visita sorpresa a Israel en la que se reunió con el primer ministro Netanyahu y anunció que se adhería a la campaña para destruir a Hamás: “No hay otra opción”, dijo.
Y aunque Mark Zuckerberg, el dueño de Meta, es considerado parte de la comunidad judía estadounidense más liberal, ha aceptado llamadas de Netanyahu para quejarse de lo que publican en Facebook e Instagram y probablemente está expuesto a las presiones de quienes sí son incondicionales del gobierno israelí.
En todo caso, la evidencia de que ejerce la censura solo en contra de una de las partes ha sido identificada y analizada por el informe de Human Rights Watch, que la divide en seis patrones:
Borrado de publicaciones, historias y comentarios.
Suspensión o inhabilitación permanente de cuentas.
Restricciones de interacción —como dar “me gusta”, comentar, compartir o republicar—por periodos específicos, de 24 horas a tres meses.
Restricciones para seguir o etiquetar otras cuentas.
Restricciones en el uso de ciertas herramientas como Instagram/Facebook Live, monetización y recomendaciones de cuentas para no seguidores.
“Shadow banning”.
En realidad, no es la primera vez. Facebook ya ha sido acusada de censurar temas palestinos. Y aunque lo que sostiene Human Rights Watch aquí está dirigido específicamente a Meta, podemos asumir que debería involucrar también a las X, Tik Tok y otras plataformas censoras.
Si bien esta parece ser la mayor ola de supresión de contenidos sobre Palestina hasta la fecha, Meta, la empresa matriz de Facebook e Instagram, tiene un historial bien documentado de represión excesiva de contenidos relacionados con Palestina. Durante años, Meta se ha disculpado por tal extralimitación y ha prometido solucionarlo.
En este contexto, Human Rights Watch concluyó que el comportamiento de Meta no cumple con sus responsabilidades de diligencia debida en materia de derechos humanos.
A pesar de la censura documentada en este informe, Meta permite una cantidad significativa de expresión y denuncias pro-palestinas de las políticas del gobierno israelí.
Sin embargo, esto no excusa sus restricciones indebidas al contenido pacífico en apoyo de Palestina y los palestinos, lo que es contrario a los derechos universales a la libertad de expresión y al acceso a la información.
Ágora capturada
Trabajamos para ellos dándoles contenidos y a la vez, los hacemos ricos haciendo click en la publicidad de sus clientes. Es irónico que tengamos que rogarles que respeten nuestra libertad de expresión. Y frustrante que los hayamos dejado encerrarnos en la prisión en la que nos metimos alegremente.
Lo grave aquí es la dificultad para someterlos a regulaciones que los obliguen a dejarnos hablar, entre muchas otras obligaciones que tienen que cumplir ante las sociedades del mundo. Si no sabemos quiénes exactamente operan la censura, como describía Thomas Fazi líneas arriba, ¿a quién podemos exigirle que los ponga en orden?
Es algo que se tiene que hacer, no obstante. Legisladores y gobernantes tienen que enfrentar a las tecnológicas.
Y sin lugar a duda, no podemos esperar hasta que lo hagan. Los usuarios debemos entender cómo funcionan estos mecanismos opresivos y aprender a contrarrestarlos.
En primer lugar, con solidaridad mutua, con la resistencia común de las hormigas.
Solo así podremos reconquistar, milímetro a milímetro, este ágora que nos ha sido capturada.
Muchas gracias por acompañarme hasta aquí.
Ahora permíteme insistir: la censura tiró el tráfico de mis cuentas de redes sociales, haciéndolo caer en 80 y hasta 90%, como expliqué aquí.
Para combatir esta censura, te convoco a actuar.
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