Los israelíes no pueden entender cómo pueden ser acusados de genocidio
El "7 de Octubre" tiene precedentes peores / Reconocer que cualquiera puede cometer cosas terribles es reconocer nuestra propia humanidad y la de los demás
Este interesante artículo de la Dra. Dalia Scheindlin es importante en parte porque la autora, una judía israelí, desmonta los argumentos de autovictimización que repiten amplios sectores de la sociedad israelí y de la diáspora judía, para racionalizar y justificar la ejecución de grandes crímenes, y demuestra que es falso que algo especial en ellos los haga distintos: “cualquiera puede cometer cosas terribles, reconocer eso significa reconocer nuestra propia humanidad y la de los demás”.
Pero además porque el texto, muy claro y bien fundamentado, va más allá, abordando cómo las sociedades que se creen justas pueden cometer enormes atrocidades y también, cómo pueden regresar del abismo y reconstruirse éticamente. A final de cuentas, es una propuesta optimista.
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Nota: este jueves y viernes se celebran las primeras audiencias del caso Sudáfrica v Israel, en el que este país es acusado de genocidio, en la Corte Internacional de Justicia. Di todos los detalles en este explicador.
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Los israelíes no pueden entender cómo pueden ser acusados de genocidio
Ante la acusación de genocidio en La Haya, los israelíes se muestran profundamente a la defensiva, señalando los horrores cometidos por Hamas el 7 de octubre. Pero la lista global de víctimas y perpetradores de atrocidades masivas es larga, y ni los israelíes ni los palestinos son inmunes a la acusación.
Dra. Dalia Scheindlin. 10 de enero de 2024. Haaretz.
En esa primera semana después del 7 de Octubre, cuando los israelíes tropezaban aturdidos y compartían pensamientos de angustia a medio formar, alguien me dijo: "¿Ha sucedido algo así antes, en algún lugar?". Habíamos estado contemplando el desgarrador espectáculo en lo que rápidamente se conoció como la Plaza de los Rehenes en Tel Aviv, luchando por comprender la masacre. La única respuesta veraz fue sí.
¿Quién podrá olvidar? A principios de la década de 1990, más de 100 mil bosnios murieron en la guerra allí, se estima que 36 mil de ellos eran civiles. 30 veces más personas inocentes que el 7 de Octubre. La violación se industrializó; las mujeres fueron mantenidas cautivas en campos, violadas y violadas en grupo, muchas de ellas obligadas a tener hijos. La gente pasaba hambre en los campos de concentración y los cadáveres se amontonaban; no en fotografías en blanco y negro de la Segunda Guerra Mundial sino en color, vistiendo jeans.
En Ruanda, a lo largo de 100 días a partir de abril de 1994, entre 800 mil y 1 millón de personas fueron masacradas, en su mayoría con machete, por ser tutsis; o por ser hutus que no estaban lo suficientemente comprometidos con la matanza de tutsis. Si no los asesinaban, les cortaban las extremidades. Mujer tras mujer tras mujer tras mujer fueron violadas. No decenas, sino entre 150 mil y 200 mil mujeres. En lugar de 1,200 muertos, 8 mil fueron asesinados diariamente. Imagínese 100 días de 7 de Octubre.
¿Secuestro de civiles, niños, bebés? Pregúntenle a los ucranianos: no 240, pero se estima que 16 mil 226, según el gobierno de Ucrania, han sido secuestrados por Rusia en los últimos dos años. Estos niños han sido arrancados de sus familias, encerrados en orfanatos, trasladados en numerosas ocasiones, sus captores han tratado de despojarlos de su identidad y reprogramarlos como rusos. Justo después de que comenzara nuestra guerra, Qatar negoció la liberación de cuatro de ellos. Quedan uno 16 mil 222 por liberar.
¿Cómo pueden acusarnos de genocidio?
Precisamente en el momento más miserable de la historia de este conflicto, israelíes y palestinos deberían afrontar el hecho de que no son los únicos. No hay dos horrores exactamente iguales y, como estudiante de conflictos durante décadas, la creatividad del salvajismo humano nunca deja de sorprenderme. Pero es hora de aceptar que simplemente nos hemos sumado a la sombría lista de personas involucradas en atrocidades masivas, con perpetradores y víctimas, de un lado o del otro, tremendamente mezclados.
Esta semana, en un evento en Tel Aviv, cuatro oradores israelíes dieron conferencias cortas y sin aliento sobre otros conflictos. Al parecer, los organizadores conocían la capacidad de atención de su público: una sala repleta de jóvenes de mejillas sonrosadas. De hecho, sólo había espacio para estar de pie en el local de la zona hípster del sur de Tel Aviv. En una ciudad a menudo vista erróneamente como una especie de "burbuja" apolítica decadente, los asistentes pasaron la velada absortos en el análisis de estos otros horrores y en aprender cómo podrían resolverse.
Es espeluznante estos días ver a cientos de jóvenes vestidos con ropas sueltas o monos, llenos de energía. Es difícil reprimir las imágenes de todos ellos retorcidos y muertos en el suelo o arrastrados al cautiverio con los pantalones ensangrentados o con extremidades faltantes.
Pero cuando terminó, los jóvenes todavía estaban vivos. Se dispersaron para reflexionar o hacer preguntas como las de una oradora, Maya Savir (ella misma, de la segunda generación de una prominente familia diplomática orientada a la paz), quien preguntó, como lo ha hecho en sus conferencias para varios años: "¿Es nuestro conflicto más duro, más doloroso, más sangriento... que el de estos otros, que a pesar de todo optaron por reconciliarse?"
Si la respuesta es “no, los israelíes no son el pueblo más victimizado del mundo”, a algunas personas les resultará difícil de aceptar. Será mejor que esas personas se preparen para algo peor. Esta semana, los israelíes afrontarán el hecho de que en el tribunal internacional más antiguo, la Corte Internacional de Justicia, se acusa a Israel de ser autor de nada menos que genocidio. La solicitud de Sudáfrica ante el tribunal superior de las Naciones Unidas sitúa a Israel junto a los perpetradores más depravados del mundo. Muchos israelíes se preguntarán: ¿cómo pueden hacerlo?
He aquí cómo: el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia calificó de genocidio las masacres de Srebrenica en 1995, por la muerte de 8 mil personas. La guerra en Gaza ha matado a esa cantidad de niños: unas 23 mil personas en total, y hasta dos tercios, según se informa, eran civiles.
"¡Pero Hamás lo inició el 7 de Octubre con una agresión tan terrible que podría considerarse genocidio!". Esto es lo que muchos israelíes ahora imploran que el mundo sepa. No lo olvidemos: Rusia prácticamente anunció su plan de lanzar una guerra de agresión contra Ucrania argumentando en los dos días anteriores que Ucrania estaba cometiendo atrocidades y genocidio contra el pueblo de Donbass. Creo que Putin vive en un planeta de fantasía desquiciado, pero millones de rusos estuvieron de acuerdo.
En Ruanda, la fuerza rebelde tutsi llamada Frente Patriótico Ruandés invadió el norte de Ruanda desde Uganda en 1990 (básicamente buscando el derecho de retorno desde su exilio en los años 50), lo que llevó a una guerra de cuatro años de guerra civil. Durante ese tiempo, Burundi fue testigo de un intento de golpe liderado por los tutsis; el asesinato del primer líder hutu allí; y entre 30 mil y 50 mil muertes solo en Burundi, cientos de de miles de personas desplazadas y una ola de refugiados, en su mayoría hutus. Luego, los dirigentes hutus de Ruanda murieron en un accidente aéreo que los hutus consideraron obra de tutsis. De modo que la violencia existencial contra nosotros puede ser real o una ilusión de Putin, pero la respuesta aún puede ser intolerable según la ley y la decencia humana.
Pero la insistencia en que nuestro lado es único y está singularmente victimizado hace que eso sea difícil de ver. El Holocausto ha llevado a muchas personas –israelíes, judías o cualquier observador– a suponer que los acontecimientos fueron completamente únicos. Y si bien el Holocausto ciertamente se destaca por sus métodos y escala, sigue siendo solo una manifestación del genocidio.
Goldhagen contra Browning
El debate sobre el carácter exclusivo de la experiencia judía versus la universalización de causas, motivos, movilización e implementación se tornó amargo en los años 90, en los acalorados debates entre Daniel Jonah Goldhagen y Christopher Browning. La mayor parte del incendio provino de Goldhagen, cuyo bestseller "Los ejecutores voluntariosos de Hitler" fue publicado en 1983. Sostuvo que Alemania era única y endémicamente antisemita y que esta era la explicación principal del Holocausto. El innovador libro "Hombres ordinarios" de Browning había aparecido varios años antes, mostrando cómo la gente normal descendía al nivel de asesinos genocidas tras una guerra, una misión, mucho alcohol y cierta presión de grupo, en unas pocas semanas.
El debate simboliza el dilema de Israel ahora. Siguiendo la corriente de la escuela Goldhagen de hoy, uno podría concluir que los judíos y los israelíes nunca podrían hacer eso, ya que los alemanes tenían una cepa especial y enfermiza de antisemitismo en lo más profundo de su ser.
Browning, en respuesta, observó que Alemania enfrentaba factores circunstanciales e históricos únicos, como su derrota épica y humillante, su colapso económico y el temor de que las ideologías invasoras causaran la ruina social. El propio Goldhagen, observa Browning, señala sistemas abrumadores de “educación, conversación pública, derecho; y de refuerzo institucional" que estaban inculcando el antisemitismo mucho antes de que Hitler llegara al poder. Pero Browning señala que cuando estos mismos mecanismos giraron en la "dirección opuesta", todo cambió. "Dada la reeducación, un cambio en la conversación pública, una ley que prohibía la expresión antisemita y la falta de refuerzo institucional, una cultura alemana dominada por el antisemitismo durante siglos se transformó repentinamente".
Estoy del lado de Browning y he aquí por qué usted también debería estarlo: es fundamentalmente optimista. Sí, un libro meticulosamente documentado que demuestra que cualquier persona normal puede transformarse en un asesino genocida es fantástico. ¿Por qué? Porque significa que la misma sociedad (si no el individuo) también puede transformarse nuevamente. Si los judíos israelíes ven a los palestinos como personas llenas de un odio endémico hacia los judíos (yo no lo creo), deberían consolarse. La historia muestra que las sociedades en su conjunto pueden cambiar.
Esta semana, el mundo se preguntará si el propio Israel cometió o tiene la intención de cometer genocidio. Los israelíes están profundamente a la defensiva en este momento. Muchos simplemente recurren a preguntar si en realidad fue Hamás quien cometió el genocidio. Incluso Sudáfrica ha dicho que Hamás debería ser investigado por crímenes de guerra.
Y si hay un caso contra Hamás por crímenes de guerra o genocidio en la corte mundial, también estudiaré esos argumentos. Pero Israel es mi país y sé que Israel ha hecho cosas terribles a gente inocente: 8 mil niños muertos en Gaza no cometieron la matanza del 7 de Octubre. En teoría, ya que esperaré a que el tribunal decida sobre la acusación.
Israel no se ha contenido al cometer cosas terribles, y figuras militares las han justificado por razones estratégicas. Pero también creo que Israel no puede contenerse por otra razón: no podemos imaginarnos a nosotros mismos así. Muchos sienten que nosotros, los judíos, no nos parecemos en nada a los genocidas de Ruanda, al ejército de Myanmar o a la empresa criminal conjunta bosnia-serbia. A los israelíes les gusta decir que sus enemigos abrazan la muerte, pero "nosotros amamos la vida".
Pero aparentemente cualquiera puede cometer cosas terribles. Reconocer eso significa reconocer nuestra propia humanidad y la de los demás.
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