Israel se ha convertido en el mayor asesino de periodistas
La mentira como sistema / La violencia israelí contra la prensa es generalizada / En Occidente, los cómplices suprimen la libertad de expresión
Esta gravísima acusación se sustenta en cifras terribles y en muchas formas de actuar. Desde que hay registros consistentes de muertes de periodistas relacionadas con el ejercicio de su profesión (es decir, no por causas ajenas a su trabajo), ningún otro conflicto o situación se aproxima a la matanza de reporteros que están perpetrando en el marco de la guerra en curso.
De esto también forma parte de la campaña mundial por callar la disidencia, reprimir manifestaciones, destituir académicos y suprimir grupos estudiantiles, como también perseguirnos y amordazarnos a los periodistas.
No hay duda de cuál es el objetivo: silenciar los crímenes que comete Israel en Gaza. Matar en silencio. Exterminar sin críticas.
Cartel de una campaña contra los asesinatos de periodistas en Gaza, iniciada en el día 63 de la guerra, cuando habían matado a un reportero por día.
Intenta imponer su narrativa por las malas y las peores. En cada conflicto de los últimos 23 años, Israel se ha acostumbrado a provocar el mayor número de víctimas, de una forma desproporcionada, sin que eso se traduzca en una percepción de victoria. Al revés, la imagen internacional del país y el ánimo de la opinión pública local se ven afectados, mientras quien recibió con gran distancia el mayor daño -las organizaciones y la población palestinas- quedan como las que parecen haber ganado algo, aunque sea intangible. La desproporción de la violencia utilizada por Israel, en aplicación de una doctrina de seguridad nacional basada en la disuasión a través del terror, trasciende como injustificada e inhumana, y al final, se vuelve contra sus autores.
En la guerra de 2014, el primer ministro Netanyahu nos acusó a los periodistas extranjeros que reportábamos desde Gaza de servir a los propósitos de sus enemigos porque, sostuvo, mostrábamos “palestinos telegénicamente muertos”. Telegénico significa verse bien en televisión. Netanyahu se quejaba como si los niños palestinos se hiciesen matar para salir bien en la tele, haciéndolos quedar mal a él y su ejército.
Esta vez, con el gabinete de gobierno más ultraderechista de la historia; con los ministerios de Seguridad y de Finanzas en manos de los abiertos proponentes del genocidio Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich; con los mandos militares más nerviosos y temerosos por haber permitido el golpe histórico del 7 de octubre (la ofensiva de Hamás), las fuerzas israelíes se han entregado al exterminio de la prensa en Gaza y en la frontera libanesa y a la persecución violenta contra los reporteros en Israel y Cisjordania (y los aliados de la ultraderecha israelí, en censores de la libertad de expresión en el resto del mundo).
Anteriormente, el récord de periodistas muertos a lo largo de todo un año en cualquier país era de 32, alcanzado en Irak en 2007.
Al momento de escribir este texto, el 20 de diciembre, en menos de dos meses y medio de una guerra que continúa, Israel ha matado ya el doble de esa cifra, 64 periodistas, a los que hay que sumar a 4 asesinados por Hamás.
Esto, según las cifras del Comité de Protección a Periodistas (CPJ), basado en Estados Unidos:
Israel mató a 61 periodistas en Gaza y a 3 en Líbano.
Hamás mató a 4 periodistas el 7 de octubre.
Israel mantiene detenidos a 20 periodistas.
Israel ha herido a 13 periodistas.
Hay tres periodistas desaparecidos en el contexto de los bombardeos israelíes.
Además, el CPJ ha documentado asesinatos de familiares de periodistas, ataques físicos, amenazas, cíberataques y censura atribuibles a Israel.
Otra organización, la Federación Internacional de Periodistas, encontró que tres de cada cuatro asesinatos de reporteros en todo el mundo en 2023 fueron cometidos en relación con la guerra de Gaza. Esto, con datos actualizados solo al 7 de diciembre. Ya son muchos más.
Pero, ¿no es esto lo que pasa siempre en las guerras? ¿Cómo se puede acusar a Israel de atacar deliberadamente a los periodistas? ¿No asegura Israel que es el único estado democrático y defensor de las libertades de prensa y expresión en Medio Oriente?
Por si los números no son suficiente evidencia, vamos a ver de qué estamos hablando.
Pero antes, tenemos que salir solo un momento del tema: Este es nuestro nuevo proyecto Mundo Abierto (más información aquí). Aunque lanzaremos el sitio en forma a fines de enero, iniciamos ya en diciembre porque no queremos interrumpir la cobertura de Palestina/Israel. La mayor parte del contenido es de acceso libre para todo el mundo porque el objetivo principal es compartir la información y el análisis. Esto solo es posible con el apoyo de los suscriptores de pago que sostienen el proyecto por una pequeña cantidad mensual. En agradecimiento, reciben actualizaciones 12 horas antes que los demás, acceso al pódcast y contenidos exclusivos, y la posibilidad de interactuar dejando comentarios. Ojalá puedas apoyarnos también 😉
La mentira como sistema
Cuando comete crímenes, la reacción automática, inmediata, de las autoridades israelíes es negar su responsabilidad y atribuirla a alguien más, a los palestinos, a los libaneses, a quien se pueda.
En algunos casos, cuando ya no es posible evadirse, termina aceptándola. Y después vuelve a pedir que le crean, como se ve en esta conferencia de prensa del 18 de octubre, en el que el portavoz del ejército, Daniel Hagari, trata de convencer de que una gran explosión en un hospital de Gaza, que mató a centenares de civiles, no fue causada por ellos.
Un periodista pregunta: “Me gustaría que abordara usted el tema de la credibilidad. Porque francamente, las FDI (ejército) tienen antecedentes menos que perfectos en cuanto a credibilidad. Entre otros incidentes, el gobierno israelí inicialmente aseguró que quienes mataron a la periodista Shireen Abu Akleh fueron militantes palestinos armados, lo que no era verdad. Entonces, ¿por qué debería el mundo confiar en ustedes ahora?”
Con sonrisas nerviosas, el militar acepta que mintieron, pues "en el pasado hemos sido rápidos en llegar a conclusiones”, pero asegura que ahora es diferente, “por eso en este evento, nos tomamos el tiempo, nos tomó más de cinco horas, para verificar".
Hace un mes, estuve en el campo de refugiados de la ciudad palestina de Jenin, en el punto donde asesinaron a Shireen Abu Akleh. Ahí hice este video:
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Fue un año y medio antes, el 11 de mayo de 2022. Se produjo en medio de un ataque israelí. Pero Abu Akleh y otros tres colegas se habían colocado a resguardo, no había enfrentamientos en ese punto y estaban debidamente identificados como prensa. Un francotirador experto le metió un tiro en un punto de alta precisión, en la nuca justo donde terminaba el casco. Después intentaron matar a las personas que trataron de ayudarla.
Cuidado con el video, es duro.
Otro periodista, Ali Samodi, fue herido de bala en la espalda. Después, fuerzas israelíes irrumpieron en la casa de Abu Akleh y además, atacaron su procesión funeraria en Jerusalén, que debía llevarla del Hospital San José a la Catedral de la Anunciación de la Virgen, provocando la caída del ataúd.
Las autoridades israelíes detestaban a Shireen Abu Akleh porque, como reportera de la cadena Al Jazeera, por décadas cubrió los actos de las fuerzas ocupantes. Pero no tuvieron el valor de asumir su decisión de asesinarla. El primer ministro Naftali reprochó que el presidente palestino Mahmoud Abbás “nos eche la culpa sin bases” y acusó a “pistoleros palestinos”, sin mostrar una prueba y a pesar de que los periodistas declararon que no los había en las cercanías.
Durante cuatro meses, el gobierno israelí evadió el asunto hasta que en septiembre, después de que varias investigaciones (del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, de varios medios y organizaciones como Forensic Architecture, que probó que la habían atacado deliberadamente y le habían negado atención médica, y -la que debe haberles parecido incontestable- del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que intervino porque Abu Akleh era palestina-estadounidense) hicieran imposible seguirlo negando, el ejército reconoció que había “altas posibilidades” de que uno de sus efectivos hubiera matado a la periodista. Pero se negó a abrir una causa penal por el crimen.
El análisis forense de Forensic Architecture, presentado en este video, reveló que los heridos eran claramente identificables como periodistas desde la posición de disparo, que había intención de matar, que no había palestinos armados y que, al atacar al civil que trataba de ayudar a Abu Akleh, le negaron atención médica oportuna.
Shireen Abu Akleh (1971-2022).
La violencia israelí contra la prensa es generalizada
Este video es del 15 de diciembre, en Jerusalén Este. El fotoperiodista Mustafa Haruf cubría las agresiones contra los fieles musulmanes durante el día de rezos de su religión, el viernes. Las fuerzas de seguridad israelíes lo trataron de intimidar, le apuntaron con sus armas y, a pesar de que ni siquiera intentó defenderse, lo golpearon brutalmente.
Es mucho peor lo que le hicieron a Issam Abdallah, un experimentado periodista libanés de la agencia Reuters que, con un grupo de compañeros, intentó cubrir el conflicto desde la frontera de su país. De acuerdo con testimonios de sus acompañantes, el 13 de octubre, a solo seis días del inicio de la guerra, se colocaron en un punto alto donde no había combates ni grupos armados, pero que les permitía divisar los hechos a la distancia. Recibieron dos disparos de tanque que mataron a Abdallah e hirieron a nueve de sus colegas. Pueden ver las duras imágenes aquí.
Un portavoz militar israelí, Richard Hecht, se limitó a declarar “lo lamentamos mucho”, sin reconocer responsabilidad. Las investigaciones indicaron que la tienen. Una de Reporteros Sin Fronteras, con base en testigos presenciales, videos y análisis balísticos, reveló un “ataque dirigido” y que era “improbable que los periodistas fueran confundidos con combatientes”. Otra, de Amnistía Internacional, que analizó más de 100 vídeos y fotografías, fragmentos de armas y nueve testimonios, llegó a la misma conclusión y lo calificó como “crimen de guerra”.
El equipo de investigadores de Airwars.org también hizo su trabajo, que pueden hallar aquí, y una reconstrucción:
En este video, quedó registrado otro ataque directo contra la prensa libanesa, el 13 de noviembre, que no dejó muertos. Pero el 21 de noviembre, tras una nueva agresión, el portal de noticias libanés Al Mayadeen -que el gobierno de Netanyahu ha prohibido oficialmente- acusó a Israel de haber matado intencionalmente a sus reporteros Farah Omar y Rabih Me'mari.
Gaza, un tiro al blanco de periodistas
Pero nada como Gaza, claramente. Aunque muchos periodistas firmamos al menos tres misivas solicitando que nos permitieran entrar a hacer nuestro trabajo, ni siquiera nos contestaron. Una vez que inició la invasión y que el ejército israelí tomó el control de algunas zonas, organizaron tours para reporteros invitados: los subían por la mañana a un autobús en Tel Aviv o Jerusalén, los llevaban a donde querían en Gaza, les mostraban lo que les convenía, y los regresaban a tiempo para comer. Se aseguraban así de que no vieran la parte “fea” de los actos del ejército, de que solo pudieran conocer lo que ellos consideraban apropiado.
Aún así, solicité ser incluido en una de esas visitas, sin recibir respuesta.
La cobertura de lo que sucede en las áreas más golpeadas, de los bombardeos, los ataques con fósforo blanco, la guerra contra hospitales y ambulancias, la muerte bajo los escombros, el hambre, el frío, la sed, está a cargo exclusivamente de los periodistas palestinos que vivían en Gaza antes del sorpresivo inicio de la guerra.
No sabemos cuántos pueden ser pero sin duda Israel los ha puesto en vías de extinción.
Y si desaparecen, no quedarán profesionales para contar la tragedia. Y habrán callado a Gaza.
La cantidad de tragedias de este pequeño gremio gazatí es abrumadora y merecería no solo otro reportaje, sino un libro, un documental, una película. Pero tomemos como ejemplo a un sobreviviente, Wael al Dahdouh, jefe del equipo en Gaza de la cadena Al Jazeera, la misma de Shireen Abu Akleh, la que el gobierno israelí se ha propuesto abiertamente prohibir y expulsar de la región por mostrar lo que no quiere que sea visto.
El 26 de octubre, Al Dahdouh estaba cubriendo los bombardeos cuando su familia, que había obedecido las órdenes de evacuación del ejército israelí, abandonando su hogar para refugiarse en una casa en una zona que supuestamente no estaba en peligro inmediato, murió en un ataque que, según el Sindicato de Periodistas, fue directo contra ella. Perecieron su esposa, dos hijos y un nieto.
Cuidado, este video puede molestar a personas sensibles.
A pesar del dolor, Al Dahdouh dio ejemplo de profesionalismo al negarse a descansar o abandonar la cobertura. Su gente seguía sufriendo bajo las bombas y él no quiso dejar de contar esa historia que Israel trata de silenciar.
Hasta que un dron, este 15 de diciembre, en lo que según las denuncias fue otro ataque dirigido, siguió durante una cobertura, por varias calles, a Al Dahdouh y a su compañero Samir Abu Daqqa, hasta disparar contra ellos. Hirió al primero y mató al segundo.
El día siguiente, Al Dahdouh enterró a su colega, con el que trabajó hombro a hombro durante muchos años… y regresó a cubrir la guerra.
(Dis)Honest Reporting
Y si alguien se salva… le tienen guardada la venganza.
El 7 de octubre, los primeros periodistas en Gaza que, alertados por el inédito lanzamiento simultáneo de miles de cohetes contra Israel, lograron averiguar que estaban ocurriendo hechos tan extraordinarios que ya marcaron esa fecha en la historia, y corrieron a documentarlos, están siendo acusados de complicidad.
Se supone que eso es lo que tenemos que hacer, llegar al lugar cuanto antes y, si podemos, primero que nadie.
Pero un portal que se hace llamar Honest Reporting (reporteo honesto), el 8 de noviembre, plantó sospechas sobre su presencia en el lugar, con la sugerencia implícita de que eran parte de la operación. En consecuencia, funcionarios del gobierno y militares israelíes anunciaron que van a asesinar a los periodistas.
Lo que se buscaba era un impacto muchísimo mayor, sin embargo. Abrieron una ofensiva de acusaciones gravísimas también contra los medios internacionales que les compraron fotografías, como parte de la campaña para convencer al público de que su información en general es falsa y que la ofensiva militar israelí no causa los terribles daños contra la población civil que están siendo reportados.
Y en su momento sirvió para intentar que la atención se mantuviera en los hechos del 7 de octubre y no en las masacres en Gaza.
Es decir, Honest Reporting, que dice que "no pretendemos ser una organización noticiosa" a pesar del nombre que se da, no reportea ni es honesta sino que es parte de las actividades de desinformación y propaganda de Israel.
Los medios internacionales atacados respondieron señalando que Honest Reporting no tiene ninguna prueba de lo que afirmó, que no encontraron anomalías en el tiempo que les tomó a los fotógrafos llegar a donde estaba ocurriendo la noticia, y que las acusaciones son "falsas e indignantes", calificó el New York Times.
El director de Honest Reporting se justificó diciendo que "solo hacíamos algunas preguntas".
Justo en el contexto de la mayor matanza registrada de periodistas en la historia.
El 20 de noviembre, doce días después de la falsa acusación de Honest Reporting, cuatro misiles destruyeron la casa de uno de los periodistas señalados, Yasser Qudih, y mataron a ocho miembros. de su familia.
Esto debe parar
En Europa, Estados Unidos y otros países, la acusación de antisemitismo se emplea para justificar censura y represión de protestas contra la guerra y actos de simpatía con el pueblo palestino. Cuando no funciona porque los manifestantes son judíos, entonces se usa una variante, llamarlos “judíos que se auto-odian” (self-hating Jews). El objeto es callarlos.
Sin duda, este tipo de crisis se prestan para alimentar odios viscerales. Por supuesto, muchos antisemitas de verdad se montan en la violencia militar israelí para justificar o explicar su rechazo prejuicioso contra todo un pueblo, de la misma manera en que hay islamófobos que usan la violencia de Hamás como coartada.
Y sí, hay actos de agresión cometidos por antisemitas y por otros que no alcanzan a comprender que le hacen el juego al racismo.
Pero aunque son una minoría, regalan los pretextos para una ofensiva general contra toda voz que denuncie al gobierno de Netanyahu. Sus cómplices están más activos que nunca imponiendo la censura, quizás por las dimensiones del rechazo. Por ejemplo, muchísimas personas en comunidades judías de la diáspora han tomado conciencia y responsabilidad, saliendo a gritar “no en nuestro nombre”, con carteles que dicen “Judíos contra el genocidio (obviamente)”.
Mucha gente no ha permitido que la intimiden, sin embargo. En el caso particular de los medios, no recuerdo haber visto protestas en redacciones o frente a sus sedes, protagonizadas por sus propios empleados, incluidos periodistas.
Como los del New York Times, al que rebautizaron “New York Crimes” al denunciar la parcialidad de su periódico. El escritor y poeta palestino Mohammed El-Kurd dijo que “es impactante ver a cientos de escritores y periodistas participar en esta movilización. Esto nos indica que la mala praxis periodística, que incluye omitir hechos, usar la voz pasiva, negar los crímenes de guerra, tratar la vida de los palestinos como si fueran de menor valor, así como demonizar, denigrar y deshumanizar a la población palestina y a su resistencia, es completamente inaceptable si queremos ser veraces y leales a las normas de nuestra profesión”.
Igualmente, periodistas de todo el mundo estamos tratando de llamar la atención sobre el exterminio que practica el Estado de Israel contra nuestros colegas. Sin dejar de recordar los crímenes de Hamás, que el 7 de octubre mató en sus hogares a cuatro compañeros. Pero Israel lleva 64 y tiene toda la intención de seguir asesinando a más, en su esfuerzo por masacrar sin que se diga.
Por eso, proclamamos que:
El periodismo juega un papel esencial en la documentación de la historia, y da un servicio de interés público al exponer realidades oscurecidas demasiado a menudo por informaciones erróneas y por la desinformación intencionada. Nuestras crónicas pueden poner al descubierto los verdaderos costes de una guerra.
Estamos al lado de nuestros compañeros y condenamos los asesinatos de periodistas. Recordamos a todas las partes implicadas que los ataques dirigidos a civiles - incluyendo periodistas — violan la ley internacional. Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que defienda la libertad de prensa y para que se protejan las vidas y la seguridad de los profesionales de los medios de comunicación. Exigimos el final de la impunidad en el asesinato de periodistas y pedimos que los responsables rindan cuentas.
Además de los crímenes de guerra que está cometiendo contra la población en general de Gaza, Israel se ha convertido en el mayor asesino de periodistas, en un enemigo frontal de la libertad de expresión y de los valores democráticos.
El valiente reporteo de los periodistas gazatíes, las investigaciones de los del resto del mundo y la denuncia fundamentada y rigurosa son las armas de defensa del periodismo.
Y la solidaridad consciente y activa de las sociedades a las que servimos.
Visita el sitio de Instagram de la campaña #PorNuestrosColegas #ForOurColleagues www.instagram.com/forourcolleagues/
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