Ahora en Líbano como en Gaza: Israel aplica la “Doctrina Dahiya”
Con aviones o con bípers, son crímenes de guerra contra la población civil: ONU
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El derecho a la autodefensa; el uso de las familias como escudos humanos; el aviso para que los civiles escapen; la inevitabilidad de daños colaterales; la complicidad implícita de la población.
Todas las explicaciones/justificaciones que ofrecen el gobierno israelí y sus propagandistas, y que aceptan y en cierta medida repiten sus protectores en Washington y varias capitales europeas, no pueden ocultar que ahora en Líbano, como a lo largo de este año en Gaza, el ejército israelí está aplicando una estrategia bélica sangrienta de aplastamiento y masacre sin discriminación ni límites, con absoluto desprecio por los derechos humanos y las leyes internacionales.
Está añadiendo argumentos y evidencias, de hecho, a un juicio en su contra por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia, y a varios procesos contra sus líderes por crímenes de guerra ante la Corte Penal Internacional… aunque también muestra la enormidad de su desdén.
Se trata de la conocida como “Doctrina Dahiya”, por el ataque israelí del verano de 2006 contra un barrio de Beirut, la capital libanesa, llamado Dahiya: mataron a cerca de mil civiles, de los que la tercera parte eran niñas y niños, y arrasaron con la infraestructura civil, como puentes, construcciones portuarias, plantas eléctricas e instalaciones de tratamiento de aguas residuales.
Fue descrita por primera vez ante la opinión pública en octubre de 2008 por el general Gadi Eisenkot, Jefe del Comando Norte israelí en ese momento: “Lo que ocurrió en el barrio Dahiya de Beirut en 2006 sucederá en cada aldea desde la que Israel sea atacado”, declaró al diario Yedioth Ahronoth. “Aplicaremos una fuerza desproporcionada sobre ella (la aldea) y causaremos grandes daños y destrucción allí. Desde nuestro punto de vista, estas no son aldeas civiles, son bases militares”.
“Esta no es una recomendación”, añadió. “Es un plan. Y ya ha sido aprobado”.
Crímenes de guerra
Lo que ya denominan en los países occidentales Tercera Guerra de Líbano comenzó sin declaraciones formales la semana pasada, el martes 17 y el miércoles 18 de septiembre, cuando Israel hizo estallar un número indeterminado de bípers y walkie-talkies, matando al menos a 49 personas e hiriendo a casi 3 mil 500.
El objetivo declarado eran los milicianos del partido chií Hezbollah, que habrían recibido de la organización aparatos secretamente intervenidos con explosivos por agentes encubiertos. En la visión de Israel, si alguien tiene uno de esos objetos en las manos, es un enemigo y por lo tanto objetivo legítimo.
No es así, de acuerdo con la legislación internacional, que requiere que la persona esté involucrada en actividades de combate para que sea válido atacarla, como señalaron en ese momento expertos de la ONU que describieron los hechos como “ una aterradora violación del derecho internacional”.
Esto queda en un lugar secundario, sin embargo, ante el hecho de que Israel no tenía ni tiene manera de asegurarse de que todos los aparatos estaban en manos de miembros de Hezbollah, y no en los de un familiar o alguien sin relación; ni mucho menos, de garantizar que la gente en las proximidades no sea ajena al conflicto.
“En el momento de los ataques no había manera de saber quién poseía cada dispositivo y quién se encontraba cerca”, dijeron los expertos de la ONU. “Los ataques simultáneos con miles de dispositivos violarían inevitablemente el derecho humanitario al no verificar cada objetivo y distinguir entre civiles protegidos y aquellos que podrían ser atacados por participar directamente en las hostilidades”. Estos hechos “podrían constituir crímenes de guerra de asesinato, atacar a civiles y lanzar ataques indiscriminados, además de violar el derecho a la vida”.
Según Hezbollah, solo 12 de los 49 muertos pertenecían a ella.
El Ministerio libanés de Salud Pública reportó que una gran parte de las víctimas eran niñas, niños y mujeres.
Terrorismo ilustrado
Después vino una ofensiva aérea que ya se prolonga por una semana y cada día deja cantidades de víctimas que no se habían visto en 30 años. Solo el 23 de septiembre, por ejemplo, mataron a 558 personas -incluyendo a 50 infantes y 94 mujeres- e hirieron a 1,835 más.
En un video, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu les ordenó a los libaneses “salir del peligro” (unos 500 mil habitantes han escapado hacia el norte, en un país de 5.5 millones) y alejarse de sus casas si Hezbollah había escondido armas en ellas. Pero habló en inglés y los subtítulos estaban en ese mismo idioma, no en árabe, lo que generó la impresión de que no se dirigía al pueblo libanés sino al de Estados Unidos, para convencerlo de que se preocupa por los civiles.
Para eso, además, su gobierno difundió animaciones como la de abajo, en las que parece que en cada casa hay un misil oculto. Sin otra prueba: con eso, muchos lo consideraron demostrado. Aunque en el otoño de 2023, otra gráfica similar representaba una pequeña ciudad militar subterránea debajo del hospital al-Shifa, de Gaza. El mismo que Israel después conquistó en dos ocasiones sin poder enseñar las fabulosas instalaciones de Hamás.
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Ejército (in)moral
Cada vez que asesina a unos periodistas, comete una masacre o destruye una escuela o un refugio, el ejército israelí asegura en automático que atacaba a comandantes o instalaciones de Hamás. Y basta con que uno de sus ilustradores dibuje a un “terrorista” o “un misil” para que se justifiquen asesinatos y matanzas.
Pero las víctimas son mayoritariamente civiles, a los que pretenden aterrorizar al grado de forzar que se marchen para siempre. De Gaza, porque pretenden vaciarla y anexarla. Y del sur de Líbano, hasta el río Litani, porque quieren crear una zona colchón deshabitada.
En uno y otros territorios, están aplicando la Doctrina Dahiya, a pesar de que va abiertamente en contra de cualquier principio legal: el artículo 51 de la Cuarta Convención de Ginebra prohibe ataques “que puedan causar incidentalmente pérdidas de vidas civiles, lesiones a civiles, daños a bienes de carácter civil, o una combinación de ambos, que serían excesivos en relación con la ventaja militar concreta y directa prevista”.
Según el Comité Internacional de la Cruz Roja, “la aplicación del principio de proporcionalidad es de importancia crítica para proteger a los civiles y la infraestructura crítica en situaciones de conflicto armado… un ataque contra un objetivo militar puede ser lícito sólo si se respetan los principios de proporcionalidad y precauciones, lo que significa que el daño civil incidental no debe ser excesivo y el atacante debe haber tomado todas las precauciones posibles para evitar ese daño o al menos reducirlo”.
La propaganda de Israel machaca que tiene “el ejército más moral del mundo”, que protege a la población civil. En realidad, se caracteriza por pasar por encima de cualquier norma o principio que se interponga con sus objetivos militares, destinados a infundir terror.
Quien quiera que haya esperado que estar ante el claro riesgo de convertirse en un Estado paria, cuando La Haya concluya que comete un genocidio, podría disuadir o moderar a Israel, ya debe haberse desengañado.
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