La reacción en Hollywood: la contra-protesta justifica el genocidio
Mil judíos del cine atacan al director de “La Zona de Interés” / Su manifiesto apoya la brutalidad / Se hacen cómplices del mayor crimen
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Arde Hollywood. Definitivamente, no como están haciendo arder Gaza. Pero a su manera vistosa y dramática, arde por Gaza. La batalla alcanzó el set.
Hace unos días, explicamos en Mundo Abierto cómo el férreo control de la meca del cine que durante décadas han mantenido generaciones de ejecutivos judíos, convirtiendo sus películas, espectáculos y hasta romances en piezas de propaganda pro-gobierno de Israel, fue perdiendo fuerza en las últimas décadas, hasta que en la reciente entrega de los Premios Oscar, decenas de cineastas enfrentaron el miedo, la censura y la exclusión al manifestar su solidaridad con el pueblo de Gaza.
Fueron representados por Jonathan Glazer y Jonathan Wilson, un director y un productor judíos que recibían la estatuilla por una película, precisamente, sobre el Holocausto, y se negaron a permitir que ese genocidio “sea secuestrado” para justificar otro genocidio.
Esto es lo que dijeron en ese momento estelar de la ceremonia y de sus carreras, en el escenario del Dolby Theater, en boca de Glazer:
Todas nuestras decisiones [a la hora de hacer la película] buscaban reflejarnos y confrontarnos en el presente. No para decir ‘mira lo que hicieron entonces’, sino ‘mira lo que hacemos ahora’. Nuestra película muestra a dónde nos lleva la deshumanización. Ahora comparecemos aquí como hombres que se niegan a que su judaísmo y el Holocausto se vean secuestrados por una ocupación que ha llevado al conflicto a tantas personas inocentes, ya sean las víctimas [de los ataques de Hamás] del 7 de Octubre en Israel o del ataque que se está llevando a cabo en Gaza.
Seguramente preveían que eso iba a provocar una reacción, a provocar a la reacción, que es la que puede estar algo debilitada pero sigue ostentando el poder en la industria cinematográfica californiana.
Hasta la noche del martes, más de mil personas judías habían signado una carta en rechazo al gesto de los autores de “La Zona de Interés” (mira el tráiler aquí). El diario El País hace esta reseña de los más conocidos firmantes:
Este es el texto de la carta en inglés, como aparece en la plantilla abierta para solicitar firmas:
Y esta es la traducción, acompañado de mi contexto analítico.
DECLARACIÓN DE PROFESIONALES JUDÍOS DE HOLLYWOOD
Somos creativos, ejecutivos y profesionales de Hollywood judíos.
Al excluir a otras personas que también podían haber querido suscribir esta carta sin ser judías, asumen que la ofensa es exclusiva de su grupo identitario, retomando la actitud de víctimas eternas que quieren creer que justifica la realización de declaraciones y acciones únicas, exclusivas, que no les están permitidas a otras identidades, a otras gentes.
Rechazamos que nuestro judaísmo sea secuestrado con el propósito de establecer una equivalencia moral entre un régimen nazi que buscaba exterminar a una raza de personas y una nación israelí que busca evitar su propio exterminio.
Con el gran apoyo financiero, militar y diplomático de Estados Unidos y otras potencias occidentales, como Gran Bretaña, Francia y Alemania, Israel se ha convertido en el mayor poder armado de Medio Oriente, con un arsenal de alrededor de 200 bombas nucleares y una industria militar con tecnología de punta. Su doctrina de seguridad nacional, basada en aterrorizar al pueblo palestino ocupado y a todos los países vecinos mediante rutinarios golpes de alerta y la toma sistemática de represalias desproporcionadas (si me pegas una vez, te pego cien), el Israel que estaba en peligro de exterminio dejó lugar hace décadas a un Israel que se ha convertido en una de las mayores -si no la principal- fuentes regionales de violencia e inestabilidad. Los firmantes mienten al hacer un argumento de una situación que ya no existe y que además se ha invertido. El que busca evitar su exterminio es el pueblo que en este momento está sufriendo un genocidio.
Cada muerte de civiles en Gaza es trágica. Israel no está atacando a civiles. Está apuntando a Hamás. En el momento en que Hamás libere a los rehenes y se rinda, será el momento en que termine esta desgarradora guerra. Esto ha sido así desde los ataques de Hamás del 7 de octubre.
Esto es lo más que se permitieron acercarse a la compasión: “Cada muerte de civiles es trágica”. Lo que sufren las infancias, las mujeres, las muertes horribles bajo las ruinas, las vaporizaciones de personas, no les merecieron una línea extra.
A diferencia de la mayor parte de la sociedad israelí, a la que sus principales medios de comunicación le ocultan lo que está haciendo su ejército en Gaza, los firmantes tienen acceso a toda la información. Aún así, vuelven a mentir. La realidad de que Israel está bombardeando y tiroteando a civiles, los está matando de hambre y sed, no solo se muestra en las imágenes de cada día y en los números monstruosos de víctimas, sino en el hecho de que la Corte Internacional de Justicia reconoció que la acusación sudafricana presentó evidencias suficientes para considerar plausible que Israel es culpable de genocidio, y lo está sometiendo a juicio por ello.
El uso de palabras como "ocupación" para describir a un pueblo judío indígena, que defiende una patria que data de miles de años atrás y que ha sido reconocida como estado por las Naciones Unidasm distorsiona la historia.
Este es uno de los puntos sobre el que más se ha gastado tinta y necedad por más de un siglo. El dogma de Israel asegura que todas las personas consideradas judías descienden de quienes fueron expulsadas hace 2 mil años y por lo tanto tienen más derecho de vivir en esa tierra que los que nacieron ahí, aunque sus familias hayan habitado esos lugares durante muchísimas generaciones. En realidad, como han explicado historiadores judíos israelíes de prestigio como Ilan Pappe y muchos más, solo la élite de los judíos de la antigüedad fue obligada por los romanos a marcharse. El pueblo bajo permaneció ahí y cuando vino la conquista árabe, fue forzado a convertirse al Islam. Los grupos mayoritarios de judíos que se han asentado en Israel, son de origen Jazar (del norte del Cáucaso, los askenazíes), bereber (del Magreb, los que se asentaron en España con la conquista musulmana y fueron después expulsados, y se llaman sefardíes) y otros.
Los indígenas son los palestinos de hoy. Son los que vivían ahí antes que otros llegaran y los sometieran a la dictadura militar. Pero así como no les quieren permitir conservar ni sus olivos, tampoco les gusta que se llamen “ocupados”. Entonces, ¿cómo deben presentarse las personas que ustedes someten, señores?
Esto da crédito al libelo de sangre moderno que alimenta un creciente odio antijudío en todo el mundo, en Estados Unidos y en Hollywood. El clima actual de creciente antisemitismo no hace más que subrayar la necesidad del Estado judío de Israel, un lugar que siempre nos acogerá, como ningún Estado lo hizo durante el Holocausto descrito en la película de Glazer.
El Estado de Israel fue creado bajo la idea de establecer un lugar seguro para los judíos del mundo, ante el horror del Holocausto. Solo que lo fundaron en tierra de otros, y cometiendo grandes crímenes, incluida la limpieza étnica. El conflicto resultante ha nutrido, efectivamente, al antisemitismo en otros países. Y sigue poniendo en peligro a la población de Israel. El daño ya está hecho. Lo único que podría favorecer una eventual pacificación de los ánimos y de los odios, es una solución política que les dé oportunidad a ambos pueblos de ejercer soberanía y de desarrollarse económicamente, en libertad e igualdad. Ya sea como dos estados o como uno binacional.
Cartas como esta conducen exactamente a lo contrario, a la continuidad del ciclo interminable de la violencia, que el 7 de Octubre se comprobó que no puede cerrarse con el bienestar de unos y la humillación y la opresión sin fin de otros.
A fin de cuentas, los firmantes, para vergüenza de sus antecesores que sobrevivieron a un genocidio, se hicieron justificadores y cómplices de otro genocidio.
Iguales a quienes en los años 30 y 40 defendieron los crímenes de la brutalidad nazi.
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