Último recurso legal para salvar a Julian Assange
Es la venganza de Estados Unidos por revelar crímenes y abusos / Su esposa alerta de que su vida está en riesgo
Este video muestra una masacre de civiles en Irak, cometida por la tripulación de un helicóptero estadounidense de combate Apache. Las personas no representan una amenaza para nadie, mantienen una actitud pacífica y están tan tranquilas que, a pesar de que la aeronave militar da vueltas por encima de ellos, no se esconden ni tratan de huir. Conversaban con Namir Noor-Eldeen y Saeed Chmaghdos, periodistas de la agencia Reuters cuyas cámaras fueron confundidas con armas por los soldados que, sin verificar, disparan y matan a todos, a 18 seres humanos inofensivos. Y se carcajean.
Aunque a lo largo de tres años Reuters solicitó acceso al video por los canales previstos por la ley, el ejército no lo entregó. Hasta que, en abril de 2010, alguien lo filtró a través de WikiLeaks, una organización civil que abrió canales seguros para facilitar la transmisión de materiales como este.
Ese mismo años, WikiLeaks facilitó unos 90 mil documentos militares a un grupo de diarios internacionales cuidadosamente elegidos. Es importante señalar esto porque hay ejemplos de hackeos hechos con una enorme falta de responsabilidad. Por ejemplo, los del grupo Guacamaya, en 2022, que subió 10 terabytes de información del ejército mexicano a internet sin tener la idea más vaga de a quién le iba a permitir revisarlos. Cualquiera que los convenciera de que era periodista pudo recibir la clave de acceso, que pronto circuló libremente por WhatsApp.
The New York Times, El País, The Guardian, Der Spiegel y Le Monde acordaron con WikiLeaks un tratamiento destinado a asegurar la protección de datos personales o peligrosos para vidas y asuntos muy delicados. De esa forma, el grupo pudo elaborar, como lo describió The Guardian, “un retrato devastador de la fallida guerra en Afganistán que revela cómo las fuerzas de la coalición han matado a cientos de civiles en incidentes no reportados, los ataques de los talibanes se han disparado y los comandantes de la OTAN temen que los vecinos Pakistán e Irán están alimentando la insurgencia”. Además, que “las autoridades estadounidenses no investigaron cientos de informes de abusos, torturas, violaciones e incluso asesinatos”.
Esos cinco medios están entre los más importantes de sus países y nadie los acusaría. de hacer nada contrario a la seguridad nacional. Sus directivos, que por este proyecto recibieron premios importantes, “fueron unánimes en su creencia de que existe un interés público justificado en el material”, y en particular Bill Keller, jefe editorial del Times, sostuvo que la información de WikiLeaks era de “inmenso valor”.
También en 2010, esos cinco medios reportaron el llamado “cablegate”, a partir de 251 mil documentos del Departamento de Estado fechados entre 1966 y 2010, que les entregó WikiLeaks. Revelaron lo que embajadores y otros funcionarios diplomáticos informaban sobre sus países de destino, el espionaje de Washington sobre funcionarios de las Naciones Unidas, que los mandatarios árabes odiaban más a Irán que a Israel, que Argentina podría volver a tratar de apoderarse de las islas Malvinas, etcétera.
Entre otras grandes revelaciones, a partir del trabajo de Assange pudimos saber que más de 700 personas inocente, incluidas mujeres embarazadas, 30 niños y gente ciega, fueron asesinadas en retenes del ejército de Estados Unidos en Irak; que más de 800 hombres y niños fueron torturados en la base de Guantánamo; que la entonces candidata presidencial Hillary Clinton recibió 675 mil dólares de Goldman Sachs, así como donaciones de Qatar y Arabia Saudí a sabiendas de que sostenían económicamente a Estado Islámico (el grupo conocido bajo su nombre antiguo ISIS); que Washington apoyó el golpe de Estado de Honduras de 2009, y que espió al secretario general de la ONU y diplomáticos de China, Francia, Rusia y Gran Bretaña, en ese mismo año; y que lanzó ataques secretos con misiles y drones contra Yemen, con muchas víctimas civiles.
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Una venganza en capítulos
Estados Unidos no perdonó a WikiLeaks y emprendió una persecución sin cuartel contra su fundador, Julian Assange. Por ya casi 14 años, ha mostrado su determinación de ejecutar sobre él una venganza ejemplar.
Para enmascararla, primero lo trataron de encarcelar en Suecia con base en denuncias por abuso sexual presentadas en 2010: dos mujeres que tuvieron relaciones íntimas consentidas con él, lo acusaron de que posteriormente él las había sorprendido al hacerlo sin condón. Esto involucró al movimiento contra los agresores sexuales, que reclamó justicia independientemente del trasfondo político del asunto. En 2019, la fiscalía sueca retiró los cargos porque "las pruebas se han debilitado considerablemente debido al largo tiempo transcurrido".
Para ese momento, no obstante, Assange ya era preso de Gran Bretaña, estrecha aliada de Estados Unidos, a quien busca entregárselo concediéndole la extradición.
En 2012, temiendo precisamente ese destino, había roto los términos bajo los que Suecia lo procesaba en libertad, al buscar refugio en la Embajada de Ecuador en Londres. Durante años, la policía mantuvo una estrecha vigilancia sobre el edificio para impedir que se escapara, y una empresa española instaló ilegalmente cámaras para espiar lo que ocurría en la sede diplomática. Aunque el gobierno de Rafael Correa le había otorgado la nacionalidad ecuatoriana, su sucesor, Lenín Moreno, hizo lo posible para deshacerse del huésped hasta que lo entregó a las autoridades británicas, en 2019, que lo arrestaron por romper las condiciones establecidas por el juez sueco.
#FreeAssange
Obviamente, no es a Suecia a donde lo quieren extraditar. Solo después de su ingreso a la cárcel, Estados Unidos reveló acusaciones formales que había mantenido en secreto, por conspiración para cometer intrusiones a sistemas de cómputo. Más tarde, añadió otros 17 cargos federales por espionaje.
Este martes 20 y miércoles 21 de febrero, se celebrarán audiencias judiciales en las que la defensa de Assange agotará la última posibilidad de impedir la extradición de Assange, que ha resistido con distintos recursos legales desde que fue concedida en 2022. Dos jueces de la Alta Corte, en Londres, decidirán si se le permite o no presentar una última apelación. En caso negativo podrían ordenar su traslado inmediato a Estados Unidos.
Allá, puede enfrentar penas hasta de 170 años de prisión. En contraste, ni una sola de las personas exhibidas por WikiLeaks, como los soldados que masacraron a los periodistas de Reuters y a 16 iraquíes, han enfrentado a la justicia.
Assange suma ya 12 años de encierro: siete años en la embajada ecuatoriana más cinco en la prisión de alta seguridad de Belmarsh, donde lo mantienen en una celda de aislamiento 23 horas del día y solo le dan 60 minutos para tomar aire, a pesar de que la falta por la que lo están juzgando formalmente no es grave y suele ser castigada con una multa: el rompimiento de las restricciones de la fianza que le impusieron en Suecia por un caso que ya fue cerrado.
Su esposa Julia declaró el jueves 15 que “su salud está empeorando, física y mentalmente. Su vida corre peligro cada día que permanece en prisión, y si lo extraditan, morirá".
Y de hecho, hay bases sólidas para temer que Estados Unidos lo tratará con saña una vez lo pongan en su poder. En 2021, una investigación periodística reveló planes de la CIA para secuestrar a Assange dentro de la embajada ecuatoriana e incluso asesinarlo a él y a quienes se interpusieran en el camino.
Las peticiones por su libertad, bajo el lema #FreeAssange, se han multiplicado durante este tiempo. Por ejemplo, la de los directivos y editores de los cinco grandes diarios que publicaron las filtraciones en 2010. Las describieron como “la historia sin adornos de cómo el gobierno toma sus decisiones más importantes, las decisiones que le cuestan al país más vidas y dinero”. Y recordaron que:
La Administración Obama-Biden, en funciones durante la publicación de Wikileaks en 2010, se abstuvo de acusar a Assange, explicando que habría tenido que acusar también a periodistas de los principales medios de comunicación. Su posición otorgaba importancia a la libertad de prensa, a pesar de sus incómodas consecuencias. Sin embargo, bajo Donald Trump la posición cambió. El Departamento de Justicia se basó en una antigua ley, la Ley de Espionaje de 1917 (diseñada para procesar a posibles espías durante la Primera Guerra Mundial), que nunca se ha utilizado para procesar a un editor o locutor.
Esta acusación sienta un precedente peligroso y amenaza con socavar la Primera Enmienda de Estados Unidos y la libertad de prensa.
Hacer que los gobiernos rindan cuentas es parte de la misión central de una prensa libre en una democracia.
En Estados Unidos, 16 miembros del Congreso, tanto demócratas como republicanos, le pidieron a Biden abandonar la solicitud de extradición porque “el periodismo no es un crimen”.
En Australia, de donde es originario, el primer ministro laborista demandó que le permitan regresar a su país -”ya basta”, declaró- y el Parlamento aprobó pedir el cierre del proceso en su contra.
Si cortan las barbas de Assange
El caso contra Julian Assange, abundante en abusos, engaños y manipulación de los sistemas de justicia de Suecia, Gran Bretaña y Estados Unidos, tiene serias implicaciones para la libertad de prensa en el mundo, como ha hecho notar Kristinn Hrafnsson, la editora en jefe de WikiLeaks:
Si un ciudadano australiano que publica en Europa puede enfrentarse a una pena de prisión en Estados Unidos, eso significa que ningún periodista en ningún lugar estará a salvo en el futuro.
Julian Assange ha sido como un canario en la mina de carbón. Nadie creía que fuera posible que la Ley de Espionaje en Estados Unidos fuera utilizada contra un editor y un periodista. Esto ha ocurrido ahora por primera vez.
Sin duda es parte de la hipocresía del régimen político estadounidense, pero nunca se había revelado como ahora el doble rasero con el que trata la libertad de expresión que dice defender como nadie más. Mientras acusa a países rivales de pisotearla, no tiene empacho en exhibirse haciendo lo mismo.
Y lo que hace Washington, es pronto repetido por los gobiernos amigos y enemigos que lo toman como referente. Si no lo han hecho, les están mostrando el camino. Si lo suelen hacer, se sentirán con mayor derecho a reincidir, más extensa e intensivamente.
Para la ciudadanía y el periodismo, será momento de poner las barbas a remojar.
Les dejo este documental del canal Arte sobre el caso contra Julian Assange.
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